Estas dos
locuciones adverbiales expresan el gesto metodológico del teatro caníbal. Este
dice constantemente: sin embargo; y cuando se atraviesa esta locución, queda la
otra: más todavía. Únicamente así puede decirse que la estética del teatro caníbal
está abierta.
¿Qué
sucede cuando introducimos en nuestro discurso un “sin embargo”?, ¿qué
rupturas, qué escisiones, qué desplazamientos provoca?, ¿de qué manera altera
el curso del razonamiento, quiebra la argumentación para llevarla en otra
dirección?, ¿cómo paraliza aquello que estaba sucediendo para dar paso a otras
historias, a otros sucesos inesperados?
“Hemos trabajado todos estos años bajo
la dramaturgia de Barba, sin embargo…”
“El teatro que hicimos se trasladó del intimismo absurdo a la esfera
política, sin embargo…”
“Isidro Luna es un heterónimo, sin
embargo…”
Si dejáramos
estas oraciones sin su continuación: “sin embargo”, estaríamos diciendo algo
completamente distinto; afirmaríamos que nos limitamos a ser discípulos de
Barba, que simplemente se dio el paso de una temática a otra, que Isidro Luna
no es más que un heterónimo.
Sin
embargo, hay más.
Ese “sin
embargo” lejos de involucrarse al final del movimiento, cuando la frase
termina, tendría que colocarse en cada uno de sus momentos desde el inicio. Nos
formamos en la dramaturgia y desde los primeros pasos ya hubo un “sin embargo”.
Nunca fue simple y llanamente una estrategia barbiana, sino que estuvo
penetrada por el reconocimiento de unos límites, de un sesgo, de un cierta
incongruencia, de una coincidencia que jamás fue plena, porque hubo otros
elementos, otros aspectos, otros recorridos.
Y el
intimismo absurdo del teatro de Isidro Luna si bien lo caracterizaba de modo
explícito, sin embargo, hubo algo más, quizás hasta algo diferente; por
ejemplo, una preocupación radical por la forma, por la experimentación, por
hacer estallar el lenguaje, de alguna manera.
Isidro
Luna es un heterónimo, sin embargo al mismo que su devenir real, hubo otros
junto a él, que quedaron menos visibilizados, escondidos, subalternizados, que
reclaman un espacio demasiado ocupado por este. Nunca hubo nada más que Isidro
Luna, porque el mismo trabajo de la heteronimia exige una suerte de
multiplicidad, de proliferación, de partición. Cada heterónimo contiene dentro
de sí, abreviadamente, un nuevo heterónimo, que pide su propia existencia.
“Sin
embargo” denuncia la insuficiencia de lo real y del discurso que lo acompaña. Dice,
de modo radical, que aquello que hemos señalado requiere de complementación, de
suplementación y que sin importar aquello que hayamos logrado en entendimiento
o transformación de la realidad, hay que ir más allá, hay que denunciar el carácter
provisional y perecible de lo existente.
Los
hallazgos que hicimos, las obras que pusimos en escena, las trayectorias que
recorrimos, nos permitieron conformarnos en lo que somos; sin embargo, fuimos más
que eso o quizás menos, sin la posibilidad de una coincidencia completa entre
la ilusión y la realidad.
Toña La
Negra canta “Y sin embargo te quiero”: “No, no debía de quererte y, sin embargo,
te quiero.” Todo dentro de nosotros apuntó en una dirección, la razón nos
advirtió de los riesgos, sabíamos que era un terreno poco explorado que tendría
consecuencias inesperadas, probablemente destructivas y, sin embargo, tomamos
ese camino hasta el final.
Por eso se
debería decir: “Sin embargo, Isidro Luna.” Antes de la frase podemos colocar la
serie de razonamientos, experiencias, confusiones, persistencias de otro ego
que se quebró y, entonces, añadir: “… y, sin embargo, Isidro Luna fue…”