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martes, 11 de marzo de 2025

LA DIALÉCTICA EN LA TRANSFORMACIÓN DEL DINERO EN CAPITAL, CAPÍTULO IV. TRANSFORMACIÓN DEL DINERO EN CAPITAL, TOMO I, DE KARL MARX.


Carlos Rojas Reyes 

Marzo del 2025

La transformación del dinero en capital ha sido bastante estudiada; este es el caso de los estudios de Fred Moseley (Moseley, 2016), que resalta la centralidad del dinero; Samezo Kuruma, Marx´s Theory of the Genesis of Money, que es un estudio clásico sobre el tema; o este enfoque matemático del tema del dinero, Dong-Min Rieu, A Mathematical Approach to Marxian Value Theory, (Rieu, 2022). Para una visión amplia del primer tomo de El capital, que incluye varios estudios sobre el tema del dinero, remito a Bellofiore y Taylor, The Constitution of Capital. Essays on Volume I of Marx´s Capital (Bellofiore Riccardo and Nicola Taylor (eds.), 2004). 

Sin embargo, lo que interesa en este análisis es la dialéctica subyacente al análisis que realiza Marx sobre el dinero, cuestión que, desde luego, no se explicita en el texto (Marx, El Capital, 1975), por esto, no se abordan los largos debates de la transformación. 

Si en el capítulo I de El Capital la noción de forma juega un papel central, en este capítulo IV que analiza la transformación del dinero en capital, regresa este concepto con igual fuerza. En este caso, Marx ya no seguirá el esquema hegeliano de La ciencia de la lógica, en la parte dedicada a la Doctrina de la Esencia que le sirve de guía, sino que mostrará la dinámica que adquiere el cambio de forma y los efectos que produce en la economía política. 

Aquí el punto de partida es el dinero, ya que con la aparición de este también comienza el capital; o, si se prefiere, se forma el capital como producto final de la circulación de las mercancías: 

Si hacemos caso omiso del contenido material de la circulación mercantil, si prescindimos del intercambio de los diversos valores de uso, limitándonos a examinar las formas económicas que ese proceso genera, encontraremos que su producto último es el dinero. Ese producto último de la circulación de mercancías es la primera forma de manifestación del capital. (Marx, El Capital, 1975, pág. 179)

En el proceso que se ha descrito para las mercancías, a fin de poder realizarse plenamente tienen que moverse a través del ciclo M-D-M, en donde el dinero funciona como equivalente general, permitiendo que las mercancías se intercambien. Sin embargo, si extendemos este ciclo y lo miramos desde otro momento, vemos que aparece la secuencia D-M-D. 

La forma directa de la circulación mercantil es M - D - M, conversión de mercancía en dinero y reconversión de éste en aquélla, vender para comprar. Paralelamente a esta forma nos encontramos, empero, con una segunda, específicamente distinta de ella: la forma D - M - D, conversión de dinero en mercancía y reconversión de mercancía en dinero, comprar para vender. (Marx, El Capital, 1975, pág. 180)

Este aparentemente simple cambio de perspectiva o de posición de los términos tiene consecuencias enormes que conducen a la aparición del capital, por el simple hecho de este cambio de forma. Como Marx insiste con la máxima fuerza posible: transformación, devenir y determinación, que conducen a la primera manifestación del capital, a su emergencia en la sociedad por primera vez. 

El dinero que en su movimiento se ajusta a ese último tipo de circulación, se transforma en capital, deviene capital y es ya, conforme a su determinación, capital. (Marx, El Capital, 1975, pág. 180)

Pero ¿qué distingue a estos dos ciclos que, en sus fundamentos, son iguales? ¿Por qué este cambio de la secuencia produce efectos tan notables? Al trasponer el esquema, colocando al inicio al dinero se altera el comienzo y fin del mismo proceso: se pasa de la venta para comprar de la circulación mercantil simple a la compra para vender de la dialéctica del dinero. 

En la última frase de la siguiente cita se encuentra la explicación clave de esta transformación que conduce al surgimiento del capital. Dada la inversión del ciclo, es el dinero el que media la circulación de la mercancía; es decir, que ya no es la mercancía la que impone su determinación, sino que es el dinero el que hace la intermediación. 

Lo que distingue de antemano, no obstante, a los dos ciclos M - D - M y D - M - D, es la secuencia inversa de las mismas fases contrapuestas de la circulación. La circulación mercantil simple comienza con la venta y termina en la compra; la circulación del dinero como capital principia en la compra y finaliza en la venta. Allí es la mercancía la que constituye tanto el punto de partida como el término del movimiento; aquí, el dinero. En la primera forma es el dinero el que media el proceso global, en la inversa, la mercancía. (Marx, El Capital, 1975, pág. 181)

Se trata nada menos que del paso del consumo como meta del proceso económico a la valorización del valor como objetivo final; es decir, de la superposición del valor de cambio sobre el valor de uso. El dinero se transforma en capital en el momento en que se pone a si mismo como la meta de todo el proceso, porque su objetivo ya no es la satisfacción de las necesidades, sino la de su propia circulación y, como sucederá más adelante, su reproducción ampliada. Se puede decir que esta dinámica del dinero, ya convertido en capital, subsume el conjunto de la vida económica y social al haberse convertido en el gran mediador. 

El ciclo M - D - M parte de un extremo constituido por una mercancía y concluye en el extremo configurado por otra, la cual egresa de la circulación y cae en la órbita del consumo. Por ende, el consumo, la satisfacción de necesidades o, en una palabra, el valor de uso es su objetivo final. El ciclo D - M - D, en cambio, parte del extremo constituido por el dinero y retorna finalmente a ese mismo extremo. Su motivo impulsor y su objetivo determinante es, por tanto, el valor de cambio mismo. (Marx, El Capital, 1975, pág. 183)

En este capítulo, Marx profundiza la dialéctica de la forma que ya era central en el capítulo I. La forma vuelve a funcionar como fundamento del proceso, aunque en este caso no se parte entre esencia y fundamento, sino que ya está constituida como tal, en cuanto dinero. El paso de M-D-M a D-M-D no solo es la inversión del esquema, sino su cambio de forma y, por lo tanto, la transformación del fundamento que da lugar a la emergencia del capital. 

La forma está lejos de ser una mera forma, o simplemente estar contrapuesta a un contenido específico del cual sería su expresión o manifestación. Si adoptamos una perspectiva clásica, diríamos que la forma se ha convertido en causa formal y eficiente a la vez, porque sirve tanto de modelo como de productor de esa nueva realidad llamada capital. (De hecho, se aproxima más a una concepción neoplatónica de la forma que lee a Aristóteles desde la perspectiva platónica, sin renunciar a ninguna de las dos; por el contrario, la funde en una sola). 

Por esto, la forma dinero, colocado como inicio y meta del proceso D ... D, adquiere una dimensión crucial en el proceso económico y que Marx coloca con toda la fuerza expresiva: “se transforma en capital, deviene capital y es ya, conforme a su determinación, capital.” (Marx, El Capital, 1975, pág. 180) Y esto tiene como resultado que los fenómenos tocados por el dinero también queden transformados, cambiados y determinados por el capital. Estos tres verbos que se aplican a la transformación del dinero, también lo hacen al conjunto de la realidad capitalista. 

El segundo momento de esta dialéctica se encuentra en el hecho de que, una vez dado este devenir capital, el dinero subsume todo el resto del proceso que viene luego, tanto desde la perspectiva sistemática como histórica. El dinero en cuanto capital hace que todo lo demás sea mirado y sometido a su devenir y a su determinación. 

Además, en el momento en que el dinero se abstrae del consumo, se separa del valor de uso y se coloca como la finalidad de todo el proceso, ya se encuentra libre para reproducirse indefinida y ampliadamente, hasta ocupar el planeta y todas las áreas de producción enteramente: “La circulación del dinero como capital es, por el contrario, un fin en sí, pues la valorización del valor existe únicamente en el marco de este movimiento renovado sin cesar”. (Marx, El Capital, 1975, pág. 184)


Si generalizamos esta dialéctica de la transformación del dinero en capital, surge la pregunta sobre las consecuencias que tienen los cambios de forma, cuando esta se convierte en el fundamento de un determinado fenómeno y todo lo que sucede al interior de este se encuentra mediado por dicha forma. Aquí la forma funciona como esencia y fundamento del campo abierto a su mediación. Todo lo que pasa dentro de ese campo se convierte en momento o indexación de la forma que lo preside. 

En un tercer momento de esta dialéctica del dinero es indispensable remarcar que la forma dinero, en el movimiento de su devenir, ya que es por su propia determinación capital (...ist schon seiner Bestimmung nach Kapital). se parte en dos, de tal manera que es el fundamento que se pone a sí mismo, por su propia determinación, como contenido del proceso económico, cuya verdad se encuentra en el valor que se valoriza. 

La forma ya no es la simple expresión o manifestación externa de un contenido; sino que ahora, en cuanto fundamento puesto por D-M-D, despliega el contenido del valor a todos los ámbitos de la realidad. Se puede decir que la dialéctica marxista es plenamente una dialéctica de la forma; así el materialismo histórico debe entenderse como la historia del surgimiento y desarrollo de las formas o formaciones sociales. 

Pero, la valorización del valor es la verdadera esencia del dinero, aquello que subyace detrás de este, y que solo se puede cumplir en la medida en que incorpore el plusvalor, el trabajo no pagado, que se incrementa en cada ciclo que realiza. Así, el capital no es otra cosa que la incesante valorización del valor, o la incorporación y apropiación del plusvalor.

A dicho incremento o al excedente por encima del valor originario; lo denomino yo plusvalor (surplus value). El valor adelantado originariamente no sólo, pues, se conserva en la circulación, sino que en ella modifica su magnitud de valor, adiciona un plusvalor o se valoriza. Y este movimiento lo transforma en capital. (Marx, El Capital, 1975, pág. 184)

Marx introduce en este momento una reflexión al parecer sorprendente. El capital, en su forma dineraria, se convierte en sujeto. ¿Qué significado tiene esta denominación que, en este segmento, se repite varias veces? ¿Qué quiere decir que el dinero es sujeto? Dos clarificaciones servirán para develar este sentido y este giro terminológico. 

El primer sentido que se le da al dinero como sujeto está determinado por su capacidad de colocarse como un fin en sí mismo y, por lo tanto, conducir automáticamente su reproducción incesante:

El valor pasa constantemente de una forma a la otra, sin perderse en ese movimiento, convirtiéndose así en un sujeto automático. Si fijamos las formas particulares de manifestación adoptadas alternativamente en su ciclo vital por el valor que se valoriza llegaremos a las siguientes afirmaciones: el capital es dinero, el capital es mercancía. (Marx, El Capital, 1975, pág. 188)

Este capital-sujeto lleva este proceso mucho más lejos, porque es capaz de mantenerse a sí mismo como la finalidad, dejando de lado las particularidades de las mercancías y del valor de uso; así, se valoriza constantemente apropiándose del plusvalor: “Pero, en realidad, el valor se convierte aquí en el sujeto de un proceso en el cual, cambiando continuamente las formas de dinero y mercancía, modifica su propia magnitud, en cuanto plusvalor se desprende de sí mismo como valor originario, se autovaloriza”. (Marx, El Capital, 1975, pág. 188)

A esta capacidad del sujeto automático, dinero transformado en capital, de autovalorizarse es la razón por la cual se le denomina sujeto, porque se trata de su dinámica interna, propia, esencial, que le permite originar este movimiento desde sí mismo: “El movimiento en el que agrega plusvalor es, en efecto, su propio movimiento, y su valorización, por tanto, autovalorización. Ha obtenido la cualidad oculta de agregar valor porque es valor. Pare crías vivientes, o, cuando menos, pone huevos de oro”. (Marx, El Capital, 1975, pág. 188)

El segundo sentido que Marx le da a su entendimiento del capital como sujeto es la creación, en medio de este proceso de valorización, de la encarnación de esta transformación del dinero en capital. Cuando se cumple este cambio, entonces estamos ante la aparición del capitalista como clase:

En su condición de vehículo consciente de ese movimiento, el poseedor de dinero se transforma en capitalista. Su persona, o, más precisamente, su bolsillo, es el punto de partida y de retorno del dinero. El contenido objetivo de esa circulación -la valorización del valor- es su fin subjetivo, y sólo en la medida en que la creciente apropiación de la riqueza abstracta es el único motivo impulsor de sus operaciones, funciona él como capitalista, o sea como capital personificado, dotado de conciencia y voluntad. (Marx, El Capital, 1975, pág. 188)

De este modo, tenemos la emergencia de la primera clase que es la de los capitalistas, como una concreción de ese sujeto abstracto y automático que no cesa de reproducirse a sí mismo. El dinero en cuanto capital se encarna en el capitalista que, como es evidente, no tiene otra finalidad que “... el movimiento infatigable de la obtención de ganancias”. (Marx, El Capital, 1975, pág. 188)

Finalmente, Marx insiste en el papel determinante que cumple este sujeto automático, ahora dominante, que se coloca al inicio del proceso y que, al mismo tiempo, se pone como la finalidad de este. Principio y fin que articula el conjunto de los fenómenos económicos y que penetra en los distintos ámbitos de la sociedad, sin que quede lugar a salvo. 

Esta dialéctica de la forma, en la transformación del dinero en capital, muestra un lado más profundo que el descrito en la circulación de las mercancías, que se personificaban en vendedor y comprador. Se presenta un sujeto dominante, como sujeto automático y como encarnación del dinero, que es el capitalista. 

El proceso de transformación ha conducido a la aparición de la primera clase social, el capitalista, cuya única finalidad es incrementar la ganancia hasta el máximo posible. En términos epistemo-metodológicos quiere decir que es preciso descubrir en estos fenómenos la constitución de los sujetos sociales, como un producto necesario que se desprende de sus automatismos; además, de la necesidad de describir con precisión el modo de su surgimiento, en este caso como sujetos dominantes de la totalidad del fenómeno en cuestión. 

Si damos un paso adelante, encontraremos que de manera permanente en la dialéctica marxista se hace presente la pregunta por los sujetos que se conforman como encarnaciones de las relaciones sociales específicas. En el caso de la valorización del valor, que subsume al dinero y le obliga a expresarlo constantemente, no solo se constituyen los sujetos sociales, los capitalistas, sino que lo hacen como clase social, porque se ubican en el centro del proceso de reproducción del capital, a partir de apropiarse del plusvalor. 

Un pensamiento efectivamente dialéctico no puede evadir la pregunta por los sujetos implicados en un proceso social y la función que ocupan; y, con igual fuerza, descubrir los sujetos que se constituyen a la luz de dichos fenómenos. Es decir, un doble movimiento: de qué manera los sujetos existentes se transforman, por ejemplo, en comprador y vendedor; y de qué modo, el devenir del proceso social se tiene que entender como formador de sujetos sociales antes inexistentes, que será el caso de las clases sociales. 

La descripción realizada hasta aquí está incompleta. Marx ha dicho que la verdad del dinero no es otra que la valorización del valor; para que esta se cumpla es necesaria la apropiación del plusvalor, como trabajo no pagado. Pero ¿quién genera ese trabajo no pagado? ¿De qué manera como consecuencia de la apropiación del plusvalor se constituyen otros sujetos? ¿Y cuál es la relación entre los sujetos que quedan conformados de este modo? 

Metodológicamente no solo importa el hecho de que el capital requiera necesariamente de la compra de la fuerza de trabajo, que es la única capaz de generar valor, sino que es vital el modo en el que este nuevo sujeto social se constituye; esto es, el trabajador como opuesto al capitalista. 

Marx describe el triple requerimiento que tiene que cumplir el trabajador a fin de que cumpla con las exigencias del capital: 


En primer lugar, el capitalista se dirige al mercado y encuentra allí una mercancía que se ajusta a las características que está pidiendo; así, convierte a la fuerza de trabajo en una mercancía y de esta manera se apropia de una mercancía que es fuente de valor y que, por eso mismo, le permitirá valorizarse constantemente:

Y para extraer valor del consumo de una mercancía, nuestro poseedor de dinero tendría que ser tan afortunado como para descubrir dentro de la esfera de la circulación, en el mercado, una mercancía cuyo valor de uso poseyera la peculiar propiedad de ser fuente de valor; cuyo consumo efectivo mismo, pues, fuera objetivación de trabajo, y por tanto creación de valor. Y el poseedor de dinero encuentra en el mercado esa mercancía específica: la capacidad de trabajo o fuerza de trabajo. (Marx, El Capital, 1975, pág. 203) 

En segundo lugar, como el caso de la producción de cualquier otra mercancía, la medida está dada por el tiempo de trabajo socialmente necesario: “El valor de la fuerza de trabajo, al igual que el de toda otra mercancía, se determina por el tiempo de trabajo necesario para la producción, y por tanto también para la reproducción, de ese artículo específico. En la medida en que es valor, la fuerza de trabajo misma representa únicamente una cantidad determinada de trabajo medio”. (Marx, El Capital, 1975, pág. 211)

En tercer lugar, el trabajador que se comprará como mercancía tiene que ser libre. Pero, esta es una libertad harto paradójica, porque se refiere a que no tiene otra cosa que vender sino su fuerza de trabajo ha sido desprovista de todo lo demás y no le queda otro recurso que vender su fuerza de trabajo como una mercancía más: 

Para la transformación del dinero en capital el poseedor de dinero, pues, tiene que encontrar en el mercado de mercancías al obrero libre; libre en el doble sentido de que por una parte dispone, en cuanto hombre libre, de su fuerza de trabajo en cuanto mercancía suya, y de que, por otra parte, carece de otras mercancías para vender, está exento y desprovisto, desembarazado de todas las cosas necesarias para la puesta en actividad de su fuerza de trabajo. (Marx, El Capital, 1975, pág. 205) 

Con todo esto se desemboca en la existencia polarizada de las dos clases que se contraponen: el capitalista y el trabajador que finalmente queda sometido a ser mero instrumento de la valorización del valor. (Scaron traduce Arbeit por obrero, aunque el término se refiere al trabajador en general, por eso lo modificamos en la cita): 

El otrora poseedor de dinero abre la marcha como capitalista; el poseedor de fuerza de trabajo lo sigue como su trabajador; el uno, significativamente, sonríe con ínfulas y avanza impetuoso; el otro lo hace con recelo, reluctante, como el que ha llevado al mercado su propio pellejo y no puede esperar sino una cosa: que se lo curtan. (Marx, El Capital, 1975, pág. 214) 

Las siguientes lecciones de dialéctica se desprenden de este capítulo de la transformación del dinero en capital: 

1. El papel central de la forma, en cuanto forma social, como es el caso del dinero que se transforma en capital y que subsume no solo al resto de los fenómenos económicos, sino a la sociedad entera. Por esto, en cualquier análisis que contenga una perspectiva dialéctica se incluye un debate sobre las formas y formaciones sociales de una época. 


2. Dilucidar cuáles son las formas que ocupan un lugar dominante en una formación social dada y a partir de las cuales el campo subsumido organiza su forma de vida; como es el caso del dinero que se convierte en el articulador de toda la realidad social.


3. Los fenómenos sociales son máquinas productoras de sujetos sociales y subjetivaciones. Estos sujetos se desprenden de esas realidades porque están contenidos en ellos de manera inmanente y necesaria: el que encarna el dinero se torna capitalista; y aquel que vende libremente su fuerza de trabajo es un trabajador. 


4. El modo en el que se produce el surgimiento de sujetos sociales es fundamental, ya que define las características y atributos de cada sujeto en los procesos de los que provienen; en este caso, la fuerza de trabajo se convierte en una mercancía, su cálculo se hace en términos de tiempo de trabajo socialmente necesario y el trabajador tiene que ser libre. 

Al contrario de lo que sostiene Foucault, los rostros de los seres humanos se borran únicamente para ser reemplazados por otros. El capital inscribe en la arena al trabajador sin el cual no puede existir. (Foucault, 1968)

Bibliografía. 

Bellofiore Riccardo and Nicola Taylor (eds.). (2004). The constitution of capital. Essays on volumen I of Marx´s Capital. London: Palgrave.

Foucault, M. (1968). Las palabras y las cosas. Buenos Aires: Siglo XXI.

Kuruma, S. (2018). Marx’s Theory of the Genesis of Money. Leiden: Brill.

Marx, K. (1975). El Capital (Vol. Tomo I/Vol.I). (P. Scaron, Trad.) México: Siglo XXI.

Marx, K. (2024). Capital (Vol. I). (P. Reitter, Trad.) Princeton: Princeton University Press.

Moseley, F. (2016). Money and totality : a macro-monetary interpretation of Marx's logic in Capital and the end of the 'transformation problem'. Leiden: Brill.

Rieu, d.-M. (2022). A mathematical Approach to Marxian Value Theory. Time, Money and Labour Productivity. Cham: Palgrave.






 






sábado, 8 de marzo de 2025

LA DIALÉCTICA EN LA TRANSFORMACIÓN DEL DINERO EN CAPITAL EN MARX


 En este segmento que forma parte del estudio de la dialéctica en El capital de Marx, se analiza el papel fundamental de la forma, el surgimiento de las clases sociales y los modos específicos en que estas se constituyen. 

Link: Dialéctica




miércoles, 10 de febrero de 2021

LA FORMA VALOR. ENSAYOS SOBRE LA TEORÍA DE LA FORMA 9.

 Uno de los ejes para la comprensión adecuada de la forma, y de la construcción de una teoría general de la forma, radica en la forma valor tal como fue propuesta por Marx en El Capital[1], porque muestra de qué manera la forma valor sustenta el edificio entero del capitalismo y, al mismo tiempo, permite entender la forma en su dimensión ontológica.

Partiendo de La Ciencia de la lógica de Hegel, específicamente de lo que se denomina las determinaciones de reflexión, Marx pone en el centro de su análisis la noción de forma como fundamento. La forma valor surge históricamente cuando se llega al “trabajo abstractamente humano” (57), que separa el valor de uso del cambio, que deja de lado las características concretas de la mercancía y se concentra únicamente en su intercambiabilidad en base del trabajo abstracto.

El valor es desde el inicio la forma de valor, sin la cual no podría ser el origen del proceso de producción capitalista. El trabajo abstracto alcanza a convertirse mercancía concreta exclusivamente a través de la forma de valor, que es su mediación necesaria. Por eso, en uno de los subtítulos, se los presenta como equivalentes: La forma de valor o el valor de cambio. (58)

Max insiste y quiere dejar bien sentado que el fundamento del valor –su esencia en términos hegelianos- no es otra que el trabajo, que es el que crea tanto el valor de uso como el valor de cambio: “…las mercancías solo poseen objetividad como valores en la medida en que son expresiones de la misma unidad social, del trabajo humano…” (58) Se puede extender esta afirmación a la forma, en cuanto esta solo posee objetividad en la medida en que expresa el trabajo humano.

La forma valor –y las demás formas que aparecerán a continuación en el análisis de la mercancía que hace Marx-, son productos históricos. Aquello que deviene real, lo hace fundamentándose en una forma, en este caso la forma valor; y como consecuencia de ser algo fundamentado, tiene una forma. La historia produce formas. Aquello que se da efectivamente sigue las determinaciones de la forma correspondiente.

No hay, entonces, un modo lógico y un modo histórico. Únicamente existe un modo histórico que produce estas formas, que siguen patrones lógicos. Esta es una lógica estrictamente histórica.

En este momento, la dialéctica de la forma de valor no sigue un esquema predeterminado por el sistema categorial, como en el caso de Hegel. Por el contrario, se trata de analizar cómo se despliegue el valor como forma valor, no tanto como mercancía específica. En términos hegelianos, el conjunto de condiciones que tienen que darse antes de que la mercancía efectivamente exista; esto es, su fundamento formal. La historicidad implicada aquí es la historicidad de la forma.

Tenemos el movimiento en su conjunto de la forma valor: forma simple, forma total, forma universal y forma dinero. A su vez, cada una de estas formas se despliega en su interior –como determinación de reflexión-, para dar paso al siguiente nivel, que no está regido por la máquina dialéctica del concepto sino de la historicidad de la forma. Esto es, tal como se da la forma y no como dialéctica del concepto. En su parte más evidente, se produce la ruptura del típico esquema tripartito de la dialéctica hegeliana.

La forma siempre implica una relación, porque esta es parte constitutiva del valor de cambio. El valor es relación: algo vale respecto de algo, no tiene valor aisladamente: “La más simple relación de valor es, obviamente, la que existe entre una mercancía y otra mercancía determinada de especie diferente, sea cual fuere. La relación de valor entre dos mercancías…” (59) Esta es la forma simple de valor.

Ahora bien, en la relación una mercancía tiene una forma relativa a otra mercancía, mientras la segunda se convierte en forma de equivalente: “La forma relativa de valor y la forma de equivalente son aspectos interconectados e inseparables, que condición de manera recíproca, pero constituyen a la vez extremos excluyente o contrapuestos…” (60)

¿Cómo se establece la relación y la equivalencia entre cosas que diferentes? Marx encuentra en el valor es unidad de medida que permite que mercancías distintas sean conmensurables. Es la forma valor la que cumple esta función: “En esta relación, la chaqueta cuenta como forma de existencia del valor, como cosa que es valor, pues solo en cuanto tal es ella lo mismo que el lienzo.” (61) La forma es el “alma del valor.” (63) En este momento ya se puede calcular el valor cuantitativo de la forma relativa de valor.

La forma de equivalente en la que se expresa la forma simple de valor, como fundamento, provoca este doble fenómeno: el valor de uso se convierte en su contrario, el valor de cambio al “hacer de la corteza natural de otra mercancía su propia forma de valor.” (70)

En segundo lugar, el trabajo concreto se transforma en trabajo abstracto: “…el trabajo concreto se convierte en la forma en que se manifiesta su contrario, el trabajo abstractamente humano.” (72)

Reconstruyamos la dialéctica de la forma que se encuentra en este segmento del primer capítulo de El Capital: se ha producido una escisión entre valor de uso y valor; este es el fundamento –o en términos hegelianos, esta es la esencia que se pone como fundamento- Entonces la inquietud intrínseca del valor se despliega internamente –sus determinaciones de reflexión- y se vuelve forma de valor –o forma valor-

El valor como forma de valor es relación y equivalencia. El valor ha devenido principio de conmensurabilidad y, por lo tanto, de medida entre cosas diferentes. Al interior de la esfera del valor, se ha dado una ruptura de la forma valor, entre fenómenos contrapuestos: mercancías que se relacionan con o se expresan en; y unas mercancías que actúan como equivalentes. Es la misma forma valor desdoblada en opuestos.

Entonces, la forma de equivalente, – la forma equivalente del valor- para resaltar que no nos hemos salido de la esfera del valor, se vuelve fundamento de una doble manera: la forma valor utiliza el valor de uso de otra mercancía para que haya equivalencia y el trabajo concreto ha quedado supeditado al trabajo abstracto. Así estamos en las entrañas del capitalismo.

Como en el caso de Hegel, esa escisión, ese desdoblamiento en opuestos, plantea el regreso a la unidad. Contrariamente a Hegel, dicha unidad, en Marx, mantiene la tensión entre los opuestos, que atravesará, de aquí en adelante, el conjunto de fenómenos capitalistas como su verdad más profunda. Por eso, tomada la forma simple de valor en su conjunto “manifiesta la antítesis, contenida en ella, entre valor de uso y el valor.” (75)

Estamos listos para dar el siguiente paso en el despliegue de la forma valor. La forma simple del valor se ha quedado en el plano de lo singular: esta mercancía respecto de esta otra. La forma valor exige, desde dentro, su apertura completa, que le coloque como forma total.

El trabajo abstracto como principio de conmensurabilidad “se ve presentado ahora expresamente como trabajo equivalente a cualquier otro trabajo humano” (77); y por eso, cualquier mercancía puede equivaler a cualquier otra. Hemos pasado del reino de lo singular al de lo particular.

Marx pasa, rápidamente, a la forma universal de valor. No se detiene en esta lógica de singular y particular, sino en mostrar sus limitaciones. El mundo de lo particular “carece, así, de una forma unitaria de manifestación.” Y esto señala con claridad que la forma desplegada o total de valor exige que se dé un paso más, un desarrollo adicional para superar esta deficiencia. (79)

La forma valor sufre una última modificación: “Las mercancías representan ahora su valor 1) de manera simple, porque lo representan en una sola mercancía y 2) de manera unitaria, porque lo representan en la misma mercancía. Su forma de valor es simple y común a todas y, por consiguiente, universal.” (80)

Ahora la forma valor, como forma universal de valor, se pone a sí misma plenamente como fundamento: “Tan solo esta forma, pues, relaciona efectivamente las mercancías entre sí en cuanto valores, o hace que aparezcan recíprocamente como valores de cambio.” (81)

Marx ha llegado finalmente al dinero, como del equivalente general, ya universalizado, socialmente aceptado como aquella mercancía que cumple para todos y para todas las mercancías esta función de principio de conmensurabilidad unitario.

E igualmente la “esencia” del capital se manifiesta en toda su dimensión, ya desplegada enteramente: “La forma universal de valor, la cual presenta a los productos del trabajo humano indiferenciado, deja ver en su propia estructura que es la expresión social del mundo de las mercancías.” (82)

Digamos que la forma valor ha atravesado por la dialéctica de lo singular, particular y universal y se ha convertido en dinero. En este la “esencia”, la contraposición entre valor de uso y valor se expresa a cabalidad, que esos opuestos que siempre están allí, irreconciliables.

¿Qué interesa resaltar aquí como consecuencia de este análisis de la forma valor tal como la encontramos en Marx?

En primer lugar, el carácter ontológico de la forma: la forma valor es una forma real, efectivamente existente, producida históricamente como consecuencia de la separación del valor de uso y del valor, a través de la emergencia del trabajo socialmente necesario, que es trabajo abstracto.

En segundo lugar, esta forma valor, precisamente por su constitución como forma, atraviesa todo el edificio económico del capitalismo a través de la subsunción formal y real. Pero, no se queda allí, sino que la forma valor penetra en todas las esferas de la vida tiñéndolas con la lógica capitalista. A estas alturas del desarrollo del capitalismo no hay esfera de la vida social o individual que no esté sometida a la lógica de la forma valor de manera directa o indirecta.

En tercer lugar, la forma valor funciona como fundamento de las relaciones económicas; pero, va más allá y también actúa como modelo del conjunto de relaciones sociales, en donde también se producen una serie de escisiones, de rupturas, que separan las formas de estas relaciones con sus contenidos y significados específicos. En este sentido el capital es el gran modelizador de la vida entera de nuestras sociedades.

 



[1] Marx, Karl, El Capital, Vol. 1, Ed. Siglo XXI, México, 1975.

lunes, 2 de abril de 2018

EL MÉTODO DIALÉCTICO: DE LOS GRUNDRISSE A EL CAPITAL



1.      1. El método de la economía política en los Grundrisse.

¿Qué dice exactamente Marx en los Grundrisse respecto del método de la economía política?, ¿hasta qué punto refleja el nivel de comprensión de la propia economía política que no alcanzado todavía su plena madurez?, ¿cuáles son las ambigüedades del texto que oscila entre la manera cómo la realidad se da y el modo cómo reconstruirmos en la mente dicha realidad?, cuáles son las relaciones que se establecen entre el orden ontológico y el epistemológico, entre la realidad y las categorías utilizadas para pensarla?

Para el análisis detallado de Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (borrador), citado en adelante como Grundrisse, sigo la traducción de Aricó, Murmis y Scaron, e introduzco cambios a la luz del texto inglés, en la traducción de Ernst Wangermann, que toma en cuenta la segunda edición de las obras completas de Marx, Marx-Engels Gesamtausgabe, Mega2 y que corrige varias deficiencias de la primera versión de 1939-1941. Las modificaciones en el texto español solo se realizan cuando el sentido del texto se ve alterado y esta segunda versión restaura el original. (Marx, 1971) (Marx & Engels, Collected Works. Marx 1857-61, 2010)

Marx comienza afirmando la necesidad de partir de “lo real y lo concreto”, como es el caso de la población; pero, esta categoría se muestra como algo abstracto, porque esconde un conjunto de determinaciones que son las que nos permitirán entenderla en su dimensión real, como son el trabajo asalariado, el capital. En otras palabras, se admite lo problemático y nada evidente que es decir que el punto de partido es lo real, lo concreto, precisamente porque no se puede establecer con facilidad estos niveles, como si estuvieren simplemente dados a la mente humana.

Por eso, una aproximación al estudio de la población conduciría a “analíticamente a un incremento de conceptos más simples: de lo concreto representado llegaría a abstracciones cada vez más sutiles hasta alcanzar las determinaciones más simples”. (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 21)

Desde la perspectiva de Marx en este texto, no se trata solamente de partir de lo concreto, sino de alcanzar los conceptos más simples, las abstracciones más altas y, por esto mismo, con mayor poder explicativo. Y en este momento, Marx escribe quizás el texto más famoso, convertido prácticamente en dogma, sobre el método de la economía política:

“Lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad de lo diverso. Aparece en el pensamiento como proceso de resumen, como resultado, como punto de partida, aunque sea el verdadero punto de partida, y, en consecuencia, el punto de partida de la percepción y la conceptualización. El primer camino, atenúa la visualización comprehensiva en una determinación abstracta; en el segundo, las determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto”. (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 21)

Aunque lo concreto sea efectivamente, en el plano real, el origen de todo, solo podemos acceder a este a través de las abstracciones, que son los únicos que permitirán reconstruir “lo concreto”. Por eso, el método se enuncia como el “avance” de lo abstracto a lo concreto: Y continúa: “…el método que consiste en avanzar desde lo abstracto a lo concreto es para el pensamiento solo la manera de apropiarse de lo concreto y reproducirlo como concreto mental. Pero, esto no es de ningún modo el proceso de formación de lo concreto mismo”. (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 22)[1]

Se tiene acceso a las “múltiples determinaciones” a través de hallar aquellas abstracciones en las que quedan fijadas conceptualmente a lo largo de la historia. Insistiendo, como es característicos de Marx en su afán de separarse y criticar cualquier forma de idealismo, en que el proceso de conocer la realidad a través de las abstracciones es diferentes del proceso del darse concreto de lo real.

“…la totalidad concreta, como totalidad conceptual, como un concreto del pensamiento, es de hecho un producto del pensamiento y de la comprehensión, pero de ninguna manera es un producto del auto-desarrollo del concepto…”. (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 22)

La historia de las categorías simples, altamente abstractas, que pueden servir para realidades cuyo desarrollo todavía no ha alcanzado un grado alto de complejidad, solo se realizan plenamente en sociedades más desarroladas; por eso, estos conceptos encuentran su plena aplicación solo en las sociedades contemporáneas: “Esta categoría totalmente simple no emerge en su forma intensiva hasta las fases más altamente desarrolladas de la sociedad, y ciertamente no penetran en todas las relaciones económicas”. (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 24)

Hasta aquí tenemos que Marx ha hecho algunas afirmaciones metodológicas básicas: existe un concreto que es síntesis de múltiples determinaciones; conocer este concepto y sus determinaciones, únicamente se lo puede hacer a través de un proceso de abstracciones, hasta llegar a aquellas más simples y por lo tanto más poderosas heurísticamente, porque son las que explican el funcionamiento de dichas determinaciones en su máximo nivel.

Este es el momento en el que Marx se desplaza, sutilmente, del plano epistemológico y gnoseológico en el que se ha estado movimiento en esta primera parte del texto y entra en los aspectos ontológicos. La incomprensión de este desplazamiento ha originado muchísimas confusiones a lo largo de historia de estos conceptos tan llevados y traídos, con tantos fines.

Muestra como Adam Smith se refiere al trabajo, tal como aparecerá en el capitalismo, a ese trabajo al que se le quita cualquier determinación y se lo deja desnudo, únicamente como aquel fenómeno que produce riqueza: “Un inmenso avance se dio cuando Adam Smith rechazó todo carácter determinado de la actividad productora de riqueza, considerándola simplemente trabajo; ni trabajo manufacturero, no trabajo comercial, ni agricultura, sino tanto uno como otro”. (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 41)

Este no es un movimiento en los conceptos, sino una situación terriblemente real, en donde aparece efectiva, realmente, este trabajo como separado, abstraído de una serie de determinaciones, para quedar fijado en una determinación simplísima, esto es, en una “universalidad abstracta”:

“Con la universalidad abstracta de la actividad creadora de riqueza, se da al mismo tiempo la universalidad del objeto determinado como riqueza, como producto en general, o una vez más como trabajo en general. pero como trabajo pasado, objetivado”. (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 41)

Y aquí se ha producido el paso de lo cognoscitivo, de lo metodológico, a la dinámica de lo real, de lo histórico, de lo ontológico. Este trabajo en general está allí afuera, yace ante nosotros, existe como tal y es el momento histórico crucial de emergencia del capitalismo, en el que dado que es una sociedad burguesa desarrollada, se levanta precisamente sobre esa abstracción del trabajo que deja de lado sus formas particulares:

“Así, las abstracciones más generales surgen en su totalidad únicamente allí donde existe el desarrollo más rico, donde un fenómeno aparece como lo común a muchos, como común a todos. Entonces, deja de ser pensado solamente bajo su forma particular”. (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 41)

Así, se llega a la conclusión más importante en este período de la comprensión de Marx respecto del capital, porque ese trabajo general ya no es solo un concepto, una abstracción mental, sino que se ha vuelto realidad: “El trabajo se ha convertido entonces, no solo en cuanto categoría, sino también como realidad, en el medio para crear riqueza y, como determinación, ha dejado de adherirse al individuo como una particularidad suya”, (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 25)

Estamos en pleno plano ontológico, porque esa categoría abstracta, del trabajo sin más, ahora la tenemos existiendo, convertida en el motor de la realidad, en el único fenómeno creador de riqueza: “Aquí, pues, la categoría abstracta de “trabajo”, “trabajo como tal”, el trabajo sans phrase, que es el punto de partida de la economía moderna, resulta ser prácticamente cierta”. (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 25)

Las categorías que se usan, los conceptos que se ponen en funcionamiento para la comprensión inicial del capitalismo, en su abstracción, coinciden con los fenómenos en su dinámica real, por eso las categorías remiten directamente a “formas de ser”, modos de existencia: “...el sujeto -la moderna sociedad burguesa en este caso- es algo dado tanto en la realidad como en la mente y que las categorías expresan por lo tanto formas de ser, determinaciones de existencia…” (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971, pág. 27)

Volvamos sobre el movimiento completo realizado por Marx en este texto que, hay que insistir, es un borrador sobre el cual no regresará, ni lo utilizará en El Capital:

               Metodología: ¿cómo se reconstruye la realidad en el pensamiento?

1.      El punto de partida es lo concreto, tanto para la realidad como para el pensamiento.
2.      Las determinaciones de ese concreto son conocidas a través de las abstracciones.
3.      Es preciso llegar a las abstracciones más simples, y más poderosas heurísticamente, para comprender lo concreto como síntesis de múltiples determinaciones.

Plano ontológico: cómo se da efectivamente la realidad:

1.      El trabajo abstracto existe efectivamente, separado de todas sus determinaciones, excepto, ser el único creador de riqueza.
2.      Las categorías que se utilizan, como la abstracción, se corresponden con “formas de ser”, con modos de existencia.

Y al poner en contacto los dos planos, cosa que Marx no realiza, se podría deducir que el problema metodológico fundamental sería cómo hallar aquellas categorías lo más abstractas posibles, de tal manera que puedan explicar, precisamente, aquello que es lo más abstracto en la realidad: el trabajo sin más.

Entonces, sería cómo producir la unión entre las abstracciones reales -término que se introduce en El Capital, con los conceptos más abstractos posibles; o si se prefiere, cómo garantizar que los dos niveles, el real y el metodológico, tengan el mismo grado de abstracción, para que puedan adecuarse mutuamente y se produzca el conocimiento. En vez llamarse dialéctica de lo concreto, debería llamarse dialéctica de lo abstracto, en donde entran en juego los dos tipos de lo abstracto: el real y el cognoscitivo.

2.     2.  La dialéctica de las abstracciones.

No hay nada en El Capital que se corresponda con la formulación sobre el método tal como se encuentra en los Grundrisse. (Marx, El Capital, 1975) Aunque detrás de las formulaciones sobre el funcionamiento del capital haya un método, que es preciso sacar a la luz, separándolo de las discusiones específicas, aislándola momentáneamente de su aplicación sobre la economía política, para mostrarlo precisamente en su nivel metodológico.

Dejo de lado el debate sobre la relación con Hegel; por ejemplo, si utilizó la dialéctica de los universal, singular y particular; o, como creo que es el caso, más bien la terminología entera y el enfoque provienen de las determinaciones de reflexión de la Ciencia de la Lógica.  (Arthur, 2004) (Hegel, 1956)

Se trata de extraer dicha metodología lo más apegados al texto de Marx y ver cómo procede en su análisis de la mercancía, que es su punto de partida. Por supuesto, no deja de ser una reconstrucción, puesto que la intención de Marx está lejos de proponer una especie de guía metodológica, que le sirvió para escribir esta parte de El Capital. Y, además, hacerlo de tal modo que sea comparable con la formulación de los Grundrisse.

El recorrido metodológico se encuentra en El Capital sería el siguiente:

Primer paso: Hallazgo de formas de gran alcance.

Hallazgo de las formas que son determinantes del todo el proceso involucrado en un fenómeno. Estas formas son expresadas a través de categorías simples, pero de enorme alcance, para cubrir toda un área de la realidad y que tenga al mismo tiempo una gran capacidad heurística y descriptiva. Esto es, permite describir y explicar el fenómeno.
               Segundo paso: Proceso de abstracciones.

Establecimiento de los procesos de abstracción que se dan entra las distintas formas implicadas; esto es, la separación de unas formas respecto de otras, su jerarquización, sus conflictos, sus oposiciones.

               Tercer paso: determinación de la forma predominante.

Una forma se establece como aquella que subsume, organiza, supedita, a las otras formas que, aunque no desaparecen., quedan sometidas a la lógica de esta forma primordial.

               Cuarto paso: Despliegue de la forma predominante.

Despliegue de la forma predominante a partir de su propia dinámica interna, de los elementos contenidos de modo inmanente y de los procesos de supeditación de otras formas, la forma predominante se desarrolla, se despliega, comienza a existir de muchas maneras y en muchas direcciones.

               Quinto paso: Indexaciones.

Una vez dado el conjunto de este proceso que lleva desde la primacía de una forma sobre otras y su despliegue inmanente, la forma se vuelca históricamente, se encarna, adopta diferentes modos de existencia, tal como lo encontramos en la historia de su aparición y de los fenómenos tal como la conocemos.

(Esto no quiere decir que, en la realidad, primero se dé la forma y luego sus indexaciones; esta es una primacía ontológica y no temporal, porque se dan la forma y sus indexaciones-como correlatos inseparables, en una suerte de vaivén que lleva de la forma a sus indexaciones y de las indexaciones a las formas).

3.     3.  La dialéctica de las abstracciones en El Capital.

Ahora podemos mostrar la manera concreta como esta metodología funciona en El Capital: se trata ahora de establecer qué es esa lógica del capital y cómo funciona efectivamente, con todos los aspectos que dados anteriormente. Introduzcamos las dos distinciones que sustentan toda la dialéctica del capital:

Primera distinción: la forma-valor

               Mercancía: valor de uso/valor

Segunda distinción: forma-dinero
                              Trabajo socialmente necesario/dinero

La primera distinción introduce en el mundo un campo marcado. La forma de esta distinción que conforma todo el campo es la forma-valor, bajo la cual subyace la dualidad valor de uso/valor.

-        La forma-valor es ella misma un producto histórico. Es una abstracción real creada por determinadas relaciones sociales, efectivamente dadas. Pero, una vez dada, puesta, esta forma-valor, se indexa y la vemos aparece como esta mercancía concreta que está siendo cambiada por otra, guiada ya por la forma-valor.

La forma-valor tiene un valor ontológico, existe como cualquiera otra relación social; y, por lo tanto, no es producto de algún tipo de procedimiento cognoscitivo o epistemológico que la extrae de una realidad social.

-        El modo de existir de la forma-valor, producido históricamente, se torna productivo. Ha sido producido, pero ahora produce: proceso de producción del capital. Introduce en ese campo marcado por el capital, unas necesidades, unos planos rígidos, unas restricciones.

Es un tipo de necesidad que no se opone a la apertura de posibilidades; por el contrario, significa el surgimiento de un enorme campo de posibilidades, sometidas a esta distinción originaria. Dentro de estas necesidades, caben unos grados de libertad. Esa forma-valor producida, ahora produce una sociedad, la sociedad burguesa.

-        La primera y principal necesidad que está puesta por esta primera distinción de la forma-valor, es el dinero como capital. Es esta forma-dinero la que compra el trabajo socialmente necesario. Forma-dinero que se indexa en fenómenos concretos, específicos, a los cuales subyace siempre su relación con el trabajo socialmente necesario, aunque esto no aparezca de manera evidente.

Este nuevo campo marcado por esta distinción forma-dinero está incluida en la primera distinción, de tal manera que detrás de la forma-dinero está, siempre y necesariamente, la dualidad valor de uso/valor.

-        Cualquier movimiento en el dinero, es un movimiento en el par valor de uso/valor y en su relación con el trabajo socialmente necesario.

Por eso, los desplazamientos del dinero, en cuanto capital, también implican transformaciones en esa relación que le subyace, valor de uso/valor; y en lo que ella implica, la relación entre clases sociales.

-        El sistema de indexaciones de la forma-valor y la forma-dinero funciona de manera constante e inmediata; esas formas solo existen en la medida en que se indexan, en que se expresan como fenómenos específicos en realidades concretas.

Y esas indexaciones conforman un bucle que vuelve sobre la forma llevándola a nuevos niveles de expresión; e incluso, colocando debajo de estas dos distinciones primarias, otros igualmente necesarias, como las crisis o el surgimiento del Estado capitalista.

El campo marcado de la forma-valor es tanto una abstracción real como un productor de abstracciones; esto es, es el resultado de la separación de valor de uso y valor; y una vez puesto como tal, produce a un nivel cada más amplio, nuevas abstracciones reales, tanto en la relación valor de uso/valor como en los demás campos de la sociedad.

Las indexaciones de la forma-valor y de la forma-dinero son sus expresiones concretas, que tienen que ser analizadas a través del cúmulo de información empírica; pero que carecerían de sentido a menos que se las vea como resultado de la realización de las estas formas. 

Entonces, en vez de una dialéctica en donde se pasa de lo abstracto a lo concreto, en niveles sucesivos, tenemos una dialéctica de las abstracciones reales que se indexan -se concretizan siguiendo la forma-valor; y luego, la introducción de una nueva distinción -al interior de primer campo marcado por la forma-valor- que es la forma-dinero, como una abstracción real que se indexa, que se concretiza.

Hay una secuencia de forma e indexación, en los diferentes niveles de la realidad que estemos analizando y en las distintas etapas por la que ha atravesado el capital hasta llegar a la actualidad. Cada onda larga está guiada por una abstracción a un nuevo nivel respecto de la onda precedente y a su interior, las leyes necesarias abren un campo de posibilidades en el cual se dan los fenómenos concretos del capitalismo.

La ampliación de los límites de cualquier de estos campos marcados, significa la ampliación de los límites del otro; funciona como el universo inflacionario, que crece expandiendo sus límites, sin que pueda nunca colocarse fuera. No hay un fuera desde la perspectiva de la forma-valor.

Si la forma-valor se expande, arrastra tras de sí a la forma-dinero; si la forma-dinero se incrementa, también lo hace la forma-valor. El crecimiento en la forma-dinero, como capital, significa una ampliación de la forma-valor; o, en términos sencillos, la penetración del capitalismo en todos los aspectos de la existencia.

Economía y política se compartan igualmente siguiendo estos mismos patrones: un proceso en el plano económico, una modificación significativa en las relaciones entre la forma-dinero y el trabajo socialmente necesario -por ejemplo, el incremento del ejército industrial de reserva-, significa una alteración de las relaciones entre las clases fundamentales, burguesía y proletariado; y, por lo tanto, unas modificaciones en el orden político, que tienen que ser estudiadas específicamente.


Arthur, C. J. (2004). The new dialectic and Marx´s Capital. London: Brill.
Hegel. (1956). Cienca de la lógica (Vol. II). Buenos Aires: Librería Hachette S.A.
Marx, K. (1971). Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política. México: Siglo XXI.
Marx, K. (1975). El Capital (Vol. Tomo I/Vol.I). México: Siglo XXI.
Marx, K., & Engels, F. (2010). Collected Works. Marx 1857-61 (Vol. 28). London: Lawrence & Wishart.




[1] Aquí hay que anotar que la edición en español dice “elevarse” en donde el texto inglés, dice: “avanzar”; y cambio “espiritual” en vez de “mental”; y esto clarifica bastante algunos debates, porque no se entendería que significa elevarse.