Onto-teo-teleo-logía
La propuesta de Derrida, convertida ahora en un
paradigma inamovible, entiende la metafísica como onto-teo-teleo-logía y su clausura
como la tarea fundamental de toda la filosofía actual que no tendría otra
alternativa que ser deconstruccionista, posmoderna, poshumana, o cualquier otra
variante. Aceptando como válida esta identificación cabe preguntarse qué sucede
cuando intentamos dejar atrás estos aspectos destinados a su superación.
¿Es realmente posible abandonar el campo de la
onto-teo-teleo-logía? ¿Qué queda si estas esferas desaparecen? ¿Qué asoma
detrás de ellos que no sea el puro vacío? En las propuestas más radicales no se
trata solo de encontrar un principio superior que fundamente estos campos y
clarifique su constitución. Se va mucho más lejos. Se quiere abolirlos del
todo. O, en el mejor de los casos, dejar esta esfera para los seres
inauténticos, aquellos que batallan todos los días por su supervivencia.
Además, incluye una crítica contra la ciencia y la técnica que serían las
causantes de grandes incomprensiones y males.
Sin embargo, estos objetos de la metafísica son
indispensables para la comprensión del mundo, más aún en momento de crisis tan
profundas. Digamos que una aproximación adecuada al mundo como totalidad, que
sería el centro de la metafísica, incluye obligatoriamente a: ontología,
teología, teleología y lógica. No implica, todavía, ningún posicionamiento
sobre los debates internos a cada uno de ellos; únicamente constata que estos
objetos metafísicos exigen respuestas urgentes.
Ontología: en un mundo en el que ha penetrado
con tanta fuerza las nuevas tecnologías de la información y la comunicación,
las biotecnologías, los nuevos materiales, en contextos de globalización e
integración del mundo, debatir los modos de ser de cada una estas realidades se
convierte en una exigencia permanente. Por ejemplo, ¿qué tipo de realidad son
los mundos virtuales?, ¿cuáles son sus efectos y relaciones con la realidad?;
o, ¿cuál es el impacto de la biotecnología en el destino de la especie?; o,
¿qué es la realidad si la mecánica cuántica arroja una imagen que no coincide
con lo que vivimos día a día?, ¿somos meros hologramas?, ¿existe el tiempo?,
¿existe la libertad?
Teología: día a día constatamos de qué manera
las religiones se extienden, se tornan mucho más dogmáticas y fundamentalistas,
penetran en todos los campos de la vida y del saber, hasta la academia adoptan un
estilo religioso y cualquier creencia rápidamente se transforma en dogma que batalla
por imponerse sobre todas las demás. Por todas partes surgen nuevos dioses, que
no dejan de serlo porque tengan un rostro secular. Por otra parte, desde la
teología, al menos desde cierta teología, se propone distanciarse de la
religión, distinguir entre fe y creencia, y de este modo salvar lo trascendente
sin perder el compromiso radical con la gente. Tenemos que comprender el hecho
religioso y sobre todo analizar de donde viene esta necesidad tan profunda de
la creencia, del dogma, del fundamentalismo.
Teleología: quizás este es uno de los puntos
más atacados por la deconstrucción, la posmodernidad y sus versiones actuales.
Se ha dicho que no existen finalidades, lo que implica una exaltación del
presente frente a cualquier construcción del futuro o apertura hacia alguna
utopía. También queda abolida la esperanza de un mundo mejor. Queda arrasada la
política o convertida en una máquina espontánea de las masas que vagan
libremente por las redes sociales. La organización y la institución son las que
hay que combatir. Todo sería destitución, nada institución. Pero, nunca como
ahora se requiere de una visión estratégica del mundo, sin la cual no podremos
enfrentar las crisis que nos agobian. Negarse a proponer una teleología provoca
que el curso que la humanidad siga en manos de quienes la han destruido.
Lógica: dos campos han sido cuestionados en las
propuestas de superación de la metafísica, la razón y la representación que,
ciertamente, van de la mano. Habría un privilegio del afecto, de los
sentimientos, sobre la razón, el sentir se habría impuesto sobre el pensar. El
cuerpo habría triunfado sobre la mente y sería el lugar de la verdad de los
sujetos, en donde se dan los procesos de subjetivación. Pero, en este momento
lo que necesitamos es el máximo de racionalidad; por ejemplo, frente al
irracionalismo en torno a las vacunas o al negacionismo de la crisis ecológica.
Si bien es cierto que hace falta una crítica a fondo de la ciencia y la
tecnología, estas no pueden ser simplemente desechadas; por el contrario, se
requiere una reafirmación radical de los hechos científicos.
Por otra parte, esta el tema de la representación.
También aquí habría triunfado la presentación sobre la representación.
Nuevamente, los cuerpos, las imágenes, los afectos serían suficientes y no
requerirían de representación alguna. Sin embargo, la defensa de los afectos se
la hace precisamente a través de grandes e innumerables discursos que no son
otra cosa que representaciones. Nunca se ha hablado tanto del cuerpo y de los sentimientos.
Nunca estos han quedado tan profundamente atrapados en una red representacional.
Por eso, más bien la cuestión sería: ¿Qué representaciones?, ¿de qué manera se
da de manera conjunta e inseparable afecto y representación? Hay que entrar de
lleno en la batalla de las representaciones que pueblan las redes sociales y
los mundos virtuales.