Constantino I, emperador del
Imperio Bizantino, convoca en el 325 al Concilio de Nicea. A más de la visita
del papa León XIV a Iznik, en donde antiguamente estaba Nicea, prácticamente no
hubo celebraciones ni recordatorios. Se podría decir que para la gran opinión
pública pasó desapercibido que se cumplen 1700 años de este acontecimiento.
Contrariamente a la
historiografía aceptada, Occidente no comienza en el año 1, sino varios siglos
después. Han sido los vencedores, que hasta ahora siguen triunfando, quienes
escriben la historia y sostienen el mito del origen en ese simbólico año, que
celebraría el nacimiento de Cristo.
Se pueden señalar algunos hechos
significativos para mostrar la lenta consolidación y expansión del cristianismo
hasta llegar a ser la religión dominante. El evangelio de Marcos probablemente
se escribe en el año 70; y el último, el de Juan, a partir del 90. Digamos que
en este primer siglo recién se redactan los evangelios, que serán fundamentales
para la transmisión del cristianismo.
En este momento bizantino de la
historia marca el verdadero comienzo de Occidente, porque se produce la fusión
entre el imperio de Bizancio, conducido por Constantino I, y el cristianismo,
que pasa a ser la religión oficial y que se propone arrasar con el paganismo.
El Concilio de Nicea establece,
por primera vez, el dogma constitutivo, con la formulación del Credo, que tiene
esa doble vertientes: primero, establecer una verdad indiscutida e
indiscutible, que se basa en la revelación divina; esto es, la elección de la
vía dogmática y fundamentalista que marcará al cristianismo y la exclusión de
todos aquellos que no estén de acuerdo. Una exclusión que adoptará cada vez más
una vía violenta.
Desde ese mismo momento, el
cristianismo atraviesa por una dinámica de escisiones y la consiguiente
aparición de varias religiones cristianas, cada una opuesta a la otra y hasta
ahora irreconciliables, a pesar de los esfuerzos ecuménicos. El dogmatismo conduce
inevitablemente a los fraccionamientos y al surgimiento de otros dogmas que se
oponen a los primeros, o por la disputa de quién es el poseedor del dogma original
y de la verdad revelada. Sería interminable narrar todas las guerras que se han
producido por esta causa y incontables las personas que han muerto por ella.
CREDO DE NICEA.
Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros lo hombres,
y por nuestra salvación bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y
apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.
Amén.
Sin entrar en los detalles
teológicos del Credo, los aspectos centrales del dogma están allí presentes: monoteísmo,
la divinidad de Cristo, el dogma de la trinidad y la definición de la iglesia
como la mediadora única y necesaria entre Dios y los seres humanos.
Segundo, el encuentro y, en
muchos casos, la fusión entre el poder civil y el religioso, que se apoyan y
sostienen mutuamente. Esta proximidad de la religión al estado ha tenido
efectos nefastos a lo largo de la historia, tanto para la gente que vive
sometida a este régimen como para la propia iglesia.
Más adelante se sumará el otro elemento
faltante en este momento para la plena consolidación de Occidente, que es la
gran codificación del derecho romano llevada a cabo por Justiniano y la elaboración
de Corpus Iuris Civiles, fundamento de todo el derecho Occidental.
De tal manera que Occidente no
empieza en el Año 1, sino en Bizancio, con la fusión de religión e imperio, la constitución
de una vía dogmática y la plena integración del derecho romano.
Para un análisis profundo de este
tema recomiendo leer a Susan Buck-Morss, Año 1.
Carlos Rojas Reyes

