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sábado, 15 de marzo de 2025

UNA CLAVE PARA LEER LA LINGUA CHE RESTA DE GIORGIO AGAMBEN



El más reciente libro de Agamben, La lingua che resta. Il tempo, la storia, il linguaggio, (Agamben, Giorgio. La lingua che resta. Torino: EINAUDI, 2024), parece que habla de la historia como saber y de las relaciones que esta mantiene con la teología; sin embargo, se refiere indudablemente al presente y, a pesar de los esfuerzos de distanciamiento, termina remitiéndonos a la época en la que vivimos y a las pérdidas que hemos sufrido. 

El proceso de secularización abolió la escatología de la reflexión sobre la historia; al fin y al cabo se trataba de entender los hechos históricos en su verdad, tal como efectivamente sucedieron, sin introducir en ellos algún tipo de teleología o de consideración acerca del fin de los tiempos. 

Pero, esta eliminación de la escatología -aquella que el cristianismo sitúa como centro del tiempo- también arrastra consigo el sentido del tiempo, que no se ubica en un tiempo remotísimo porvenir, sino que es una cuestión de cada momento, siglo y época. Como esta escatología no se puede reemplazar por ninguna otra cosa, el tiempo y la historia quedan fracturados, llevándonos a caer en un vacío. 

Ningún tiempo puede comprenderse si se elimina de él el todavía no, e incluso la estructura posibilítisca del pasado que, si bien ya está dado irremediablemente, aún está en capacidad de mostrar aquello que pudo ser y no fue. 

Estas reflexiones, fundamentadas mayoritariamente en fuentes antiguas y clásicas no hacen otra cosa que reafirmar algunas tesis ya desarrolladas por Agamben, especialmente la de la inoperatividad, es decir, la no necesidad de la acción política orientada hacia un fin, sino de la plena comprensión del tiempo que resta, de aquello que no puede ser resuelto y que da significado a la historia y a la existencia. 

Por ello, la vida de los seres humanos se ubica en el mundo (mundus), que no es entendido como ser-en-el-mundo, sino como existencia en ese hueco excavado en las profundidades del pasado y que mira hacia el cielo en espera de su recapitulación final. Habitamos ese espacio intermedio, suspendidos entre esos dos abismos. 

Si nos dejamos llevar por el texto seremos conducidos a una especie de retorno a la teología, elemento indispensable de la comprensión y realización del tiempo y la historia. Por esto, necesitamos una clave para desentrañarlo, para comprender a cabalidad lo que realmente está diciendo detrás de las consideraciones técnicas sobre el mundo clásico o sobre el modo en que el cristianismo se configura como una religión de historiadores. 

¿Cuál es esta clave a la que nos referimos? Hay que acudir a Walter Benjamin, autor que está detrás de muchas de las consideraciones de Agamben. La tensión entre el pasado no redimido y la escatología escapa a la esfera teológica y a una concepción cristiana del mundo, lo que convierte a Agamben en una especie extraña de pensador cristiano, a pesar de sí mismo. 

Porque esta tensión que efectivamente se da entre el pasado no redimido y el todavía no de un tiempo e historia,  aparentemente irrealizables y sin resolución posible, que no sea otra que habitar permanentemente en esa desgarramiento de la historia, no es otro que -y aquí radica la clave- es la que se da entre el pasado de las revoluciones socialistas, todas fracasadas, frente a las cuales no habría más que decir o hacer, excepto aceptar la derrota histórica; y, por otra parte, ese todavía no, esa apertura hacia otras revoluciones porvenir, cuya forma desconocemos, de cuya posibilidad renegamos con frecuencia, sometiéndonos al realismo del presente, al cinismo del no hay otra alternativa, que repite la resignación cristiana. 

Entre un pasado revolucionario que no alcanzamos a reivindicar y un futuro revolucionario que parece inexistente e imposible, habitamos; este es nuestro mundo suspendido entre esos dos abismos. Entonces, la clave no está en volver los ojos a la teología y reintroducir la escatología en la historia. La tarea que la historia impone a la generación presente, en la apertura de este nuevo período histórico caracterizado por el ascenso del fascismo, es la doble capacidad de repensar el pasado en clave posibilística -fue de esta manera, pero las revoluciones pudieron tomar otro rumbo y concluir de otro modo- y la constitución de nuestra propia escatología, es decir, de la recreación de un mundo futuro que lo prefiguramos desde nuestras esperanzas y expectativas de un mundo mejor. 

Se vislumbra una escatología como la anunciada por Benjamin, que conduzca desde el pasado reinterpretado hasta el encuentro con las revoluciones venideras, en un tiempo lleno de riesgos y peligros, en donde “el enemigo no ha cesado de vencer”. Se viene a la mente el monumento a Benjamin en Portbou: descendemos y miramos como las olas rompen furiosas contra la playa; ascendemos y miramos como los rayos de luz iluminan con fuerza ese espacio estrecho en el que habitamos. 


martes, 11 de marzo de 2025

LA DIALÉCTICA EN LA TRANSFORMACIÓN DEL DINERO EN CAPITAL, CAPÍTULO IV. TRANSFORMACIÓN DEL DINERO EN CAPITAL, TOMO I, DE KARL MARX.


Carlos Rojas Reyes 

Marzo del 2025

La transformación del dinero en capital ha sido bastante estudiada; este es el caso de los estudios de Fred Moseley (Moseley, 2016), que resalta la centralidad del dinero; Samezo Kuruma, Marx´s Theory of the Genesis of Money, que es un estudio clásico sobre el tema; o este enfoque matemático del tema del dinero, Dong-Min Rieu, A Mathematical Approach to Marxian Value Theory, (Rieu, 2022). Para una visión amplia del primer tomo de El capital, que incluye varios estudios sobre el tema del dinero, remito a Bellofiore y Taylor, The Constitution of Capital. Essays on Volume I of Marx´s Capital (Bellofiore Riccardo and Nicola Taylor (eds.), 2004). 

Sin embargo, lo que interesa en este análisis es la dialéctica subyacente al análisis que realiza Marx sobre el dinero, cuestión que, desde luego, no se explicita en el texto (Marx, El Capital, 1975), por esto, no se abordan los largos debates de la transformación. 

Si en el capítulo I de El Capital la noción de forma juega un papel central, en este capítulo IV que analiza la transformación del dinero en capital, regresa este concepto con igual fuerza. En este caso, Marx ya no seguirá el esquema hegeliano de La ciencia de la lógica, en la parte dedicada a la Doctrina de la Esencia que le sirve de guía, sino que mostrará la dinámica que adquiere el cambio de forma y los efectos que produce en la economía política. 

Aquí el punto de partida es el dinero, ya que con la aparición de este también comienza el capital; o, si se prefiere, se forma el capital como producto final de la circulación de las mercancías: 

Si hacemos caso omiso del contenido material de la circulación mercantil, si prescindimos del intercambio de los diversos valores de uso, limitándonos a examinar las formas económicas que ese proceso genera, encontraremos que su producto último es el dinero. Ese producto último de la circulación de mercancías es la primera forma de manifestación del capital. (Marx, El Capital, 1975, pág. 179)

En el proceso que se ha descrito para las mercancías, a fin de poder realizarse plenamente tienen que moverse a través del ciclo M-D-M, en donde el dinero funciona como equivalente general, permitiendo que las mercancías se intercambien. Sin embargo, si extendemos este ciclo y lo miramos desde otro momento, vemos que aparece la secuencia D-M-D. 

La forma directa de la circulación mercantil es M - D - M, conversión de mercancía en dinero y reconversión de éste en aquélla, vender para comprar. Paralelamente a esta forma nos encontramos, empero, con una segunda, específicamente distinta de ella: la forma D - M - D, conversión de dinero en mercancía y reconversión de mercancía en dinero, comprar para vender. (Marx, El Capital, 1975, pág. 180)

Este aparentemente simple cambio de perspectiva o de posición de los términos tiene consecuencias enormes que conducen a la aparición del capital, por el simple hecho de este cambio de forma. Como Marx insiste con la máxima fuerza posible: transformación, devenir y determinación, que conducen a la primera manifestación del capital, a su emergencia en la sociedad por primera vez. 

El dinero que en su movimiento se ajusta a ese último tipo de circulación, se transforma en capital, deviene capital y es ya, conforme a su determinación, capital. (Marx, El Capital, 1975, pág. 180)

Pero ¿qué distingue a estos dos ciclos que, en sus fundamentos, son iguales? ¿Por qué este cambio de la secuencia produce efectos tan notables? Al trasponer el esquema, colocando al inicio al dinero se altera el comienzo y fin del mismo proceso: se pasa de la venta para comprar de la circulación mercantil simple a la compra para vender de la dialéctica del dinero. 

En la última frase de la siguiente cita se encuentra la explicación clave de esta transformación que conduce al surgimiento del capital. Dada la inversión del ciclo, es el dinero el que media la circulación de la mercancía; es decir, que ya no es la mercancía la que impone su determinación, sino que es el dinero el que hace la intermediación. 

Lo que distingue de antemano, no obstante, a los dos ciclos M - D - M y D - M - D, es la secuencia inversa de las mismas fases contrapuestas de la circulación. La circulación mercantil simple comienza con la venta y termina en la compra; la circulación del dinero como capital principia en la compra y finaliza en la venta. Allí es la mercancía la que constituye tanto el punto de partida como el término del movimiento; aquí, el dinero. En la primera forma es el dinero el que media el proceso global, en la inversa, la mercancía. (Marx, El Capital, 1975, pág. 181)

Se trata nada menos que del paso del consumo como meta del proceso económico a la valorización del valor como objetivo final; es decir, de la superposición del valor de cambio sobre el valor de uso. El dinero se transforma en capital en el momento en que se pone a si mismo como la meta de todo el proceso, porque su objetivo ya no es la satisfacción de las necesidades, sino la de su propia circulación y, como sucederá más adelante, su reproducción ampliada. Se puede decir que esta dinámica del dinero, ya convertido en capital, subsume el conjunto de la vida económica y social al haberse convertido en el gran mediador. 

El ciclo M - D - M parte de un extremo constituido por una mercancía y concluye en el extremo configurado por otra, la cual egresa de la circulación y cae en la órbita del consumo. Por ende, el consumo, la satisfacción de necesidades o, en una palabra, el valor de uso es su objetivo final. El ciclo D - M - D, en cambio, parte del extremo constituido por el dinero y retorna finalmente a ese mismo extremo. Su motivo impulsor y su objetivo determinante es, por tanto, el valor de cambio mismo. (Marx, El Capital, 1975, pág. 183)

En este capítulo, Marx profundiza la dialéctica de la forma que ya era central en el capítulo I. La forma vuelve a funcionar como fundamento del proceso, aunque en este caso no se parte entre esencia y fundamento, sino que ya está constituida como tal, en cuanto dinero. El paso de M-D-M a D-M-D no solo es la inversión del esquema, sino su cambio de forma y, por lo tanto, la transformación del fundamento que da lugar a la emergencia del capital. 

La forma está lejos de ser una mera forma, o simplemente estar contrapuesta a un contenido específico del cual sería su expresión o manifestación. Si adoptamos una perspectiva clásica, diríamos que la forma se ha convertido en causa formal y eficiente a la vez, porque sirve tanto de modelo como de productor de esa nueva realidad llamada capital. (De hecho, se aproxima más a una concepción neoplatónica de la forma que lee a Aristóteles desde la perspectiva platónica, sin renunciar a ninguna de las dos; por el contrario, la funde en una sola). 

Por esto, la forma dinero, colocado como inicio y meta del proceso D ... D, adquiere una dimensión crucial en el proceso económico y que Marx coloca con toda la fuerza expresiva: “se transforma en capital, deviene capital y es ya, conforme a su determinación, capital.” (Marx, El Capital, 1975, pág. 180) Y esto tiene como resultado que los fenómenos tocados por el dinero también queden transformados, cambiados y determinados por el capital. Estos tres verbos que se aplican a la transformación del dinero, también lo hacen al conjunto de la realidad capitalista. 

El segundo momento de esta dialéctica se encuentra en el hecho de que, una vez dado este devenir capital, el dinero subsume todo el resto del proceso que viene luego, tanto desde la perspectiva sistemática como histórica. El dinero en cuanto capital hace que todo lo demás sea mirado y sometido a su devenir y a su determinación. 

Además, en el momento en que el dinero se abstrae del consumo, se separa del valor de uso y se coloca como la finalidad de todo el proceso, ya se encuentra libre para reproducirse indefinida y ampliadamente, hasta ocupar el planeta y todas las áreas de producción enteramente: “La circulación del dinero como capital es, por el contrario, un fin en sí, pues la valorización del valor existe únicamente en el marco de este movimiento renovado sin cesar”. (Marx, El Capital, 1975, pág. 184)


Si generalizamos esta dialéctica de la transformación del dinero en capital, surge la pregunta sobre las consecuencias que tienen los cambios de forma, cuando esta se convierte en el fundamento de un determinado fenómeno y todo lo que sucede al interior de este se encuentra mediado por dicha forma. Aquí la forma funciona como esencia y fundamento del campo abierto a su mediación. Todo lo que pasa dentro de ese campo se convierte en momento o indexación de la forma que lo preside. 

En un tercer momento de esta dialéctica del dinero es indispensable remarcar que la forma dinero, en el movimiento de su devenir, ya que es por su propia determinación capital (...ist schon seiner Bestimmung nach Kapital). se parte en dos, de tal manera que es el fundamento que se pone a sí mismo, por su propia determinación, como contenido del proceso económico, cuya verdad se encuentra en el valor que se valoriza. 

La forma ya no es la simple expresión o manifestación externa de un contenido; sino que ahora, en cuanto fundamento puesto por D-M-D, despliega el contenido del valor a todos los ámbitos de la realidad. Se puede decir que la dialéctica marxista es plenamente una dialéctica de la forma; así el materialismo histórico debe entenderse como la historia del surgimiento y desarrollo de las formas o formaciones sociales. 

Pero, la valorización del valor es la verdadera esencia del dinero, aquello que subyace detrás de este, y que solo se puede cumplir en la medida en que incorpore el plusvalor, el trabajo no pagado, que se incrementa en cada ciclo que realiza. Así, el capital no es otra cosa que la incesante valorización del valor, o la incorporación y apropiación del plusvalor.

A dicho incremento o al excedente por encima del valor originario; lo denomino yo plusvalor (surplus value). El valor adelantado originariamente no sólo, pues, se conserva en la circulación, sino que en ella modifica su magnitud de valor, adiciona un plusvalor o se valoriza. Y este movimiento lo transforma en capital. (Marx, El Capital, 1975, pág. 184)

Marx introduce en este momento una reflexión al parecer sorprendente. El capital, en su forma dineraria, se convierte en sujeto. ¿Qué significado tiene esta denominación que, en este segmento, se repite varias veces? ¿Qué quiere decir que el dinero es sujeto? Dos clarificaciones servirán para develar este sentido y este giro terminológico. 

El primer sentido que se le da al dinero como sujeto está determinado por su capacidad de colocarse como un fin en sí mismo y, por lo tanto, conducir automáticamente su reproducción incesante:

El valor pasa constantemente de una forma a la otra, sin perderse en ese movimiento, convirtiéndose así en un sujeto automático. Si fijamos las formas particulares de manifestación adoptadas alternativamente en su ciclo vital por el valor que se valoriza llegaremos a las siguientes afirmaciones: el capital es dinero, el capital es mercancía. (Marx, El Capital, 1975, pág. 188)

Este capital-sujeto lleva este proceso mucho más lejos, porque es capaz de mantenerse a sí mismo como la finalidad, dejando de lado las particularidades de las mercancías y del valor de uso; así, se valoriza constantemente apropiándose del plusvalor: “Pero, en realidad, el valor se convierte aquí en el sujeto de un proceso en el cual, cambiando continuamente las formas de dinero y mercancía, modifica su propia magnitud, en cuanto plusvalor se desprende de sí mismo como valor originario, se autovaloriza”. (Marx, El Capital, 1975, pág. 188)

A esta capacidad del sujeto automático, dinero transformado en capital, de autovalorizarse es la razón por la cual se le denomina sujeto, porque se trata de su dinámica interna, propia, esencial, que le permite originar este movimiento desde sí mismo: “El movimiento en el que agrega plusvalor es, en efecto, su propio movimiento, y su valorización, por tanto, autovalorización. Ha obtenido la cualidad oculta de agregar valor porque es valor. Pare crías vivientes, o, cuando menos, pone huevos de oro”. (Marx, El Capital, 1975, pág. 188)

El segundo sentido que Marx le da a su entendimiento del capital como sujeto es la creación, en medio de este proceso de valorización, de la encarnación de esta transformación del dinero en capital. Cuando se cumple este cambio, entonces estamos ante la aparición del capitalista como clase:

En su condición de vehículo consciente de ese movimiento, el poseedor de dinero se transforma en capitalista. Su persona, o, más precisamente, su bolsillo, es el punto de partida y de retorno del dinero. El contenido objetivo de esa circulación -la valorización del valor- es su fin subjetivo, y sólo en la medida en que la creciente apropiación de la riqueza abstracta es el único motivo impulsor de sus operaciones, funciona él como capitalista, o sea como capital personificado, dotado de conciencia y voluntad. (Marx, El Capital, 1975, pág. 188)

De este modo, tenemos la emergencia de la primera clase que es la de los capitalistas, como una concreción de ese sujeto abstracto y automático que no cesa de reproducirse a sí mismo. El dinero en cuanto capital se encarna en el capitalista que, como es evidente, no tiene otra finalidad que “... el movimiento infatigable de la obtención de ganancias”. (Marx, El Capital, 1975, pág. 188)

Finalmente, Marx insiste en el papel determinante que cumple este sujeto automático, ahora dominante, que se coloca al inicio del proceso y que, al mismo tiempo, se pone como la finalidad de este. Principio y fin que articula el conjunto de los fenómenos económicos y que penetra en los distintos ámbitos de la sociedad, sin que quede lugar a salvo. 

Esta dialéctica de la forma, en la transformación del dinero en capital, muestra un lado más profundo que el descrito en la circulación de las mercancías, que se personificaban en vendedor y comprador. Se presenta un sujeto dominante, como sujeto automático y como encarnación del dinero, que es el capitalista. 

El proceso de transformación ha conducido a la aparición de la primera clase social, el capitalista, cuya única finalidad es incrementar la ganancia hasta el máximo posible. En términos epistemo-metodológicos quiere decir que es preciso descubrir en estos fenómenos la constitución de los sujetos sociales, como un producto necesario que se desprende de sus automatismos; además, de la necesidad de describir con precisión el modo de su surgimiento, en este caso como sujetos dominantes de la totalidad del fenómeno en cuestión. 

Si damos un paso adelante, encontraremos que de manera permanente en la dialéctica marxista se hace presente la pregunta por los sujetos que se conforman como encarnaciones de las relaciones sociales específicas. En el caso de la valorización del valor, que subsume al dinero y le obliga a expresarlo constantemente, no solo se constituyen los sujetos sociales, los capitalistas, sino que lo hacen como clase social, porque se ubican en el centro del proceso de reproducción del capital, a partir de apropiarse del plusvalor. 

Un pensamiento efectivamente dialéctico no puede evadir la pregunta por los sujetos implicados en un proceso social y la función que ocupan; y, con igual fuerza, descubrir los sujetos que se constituyen a la luz de dichos fenómenos. Es decir, un doble movimiento: de qué manera los sujetos existentes se transforman, por ejemplo, en comprador y vendedor; y de qué modo, el devenir del proceso social se tiene que entender como formador de sujetos sociales antes inexistentes, que será el caso de las clases sociales. 

La descripción realizada hasta aquí está incompleta. Marx ha dicho que la verdad del dinero no es otra que la valorización del valor; para que esta se cumpla es necesaria la apropiación del plusvalor, como trabajo no pagado. Pero ¿quién genera ese trabajo no pagado? ¿De qué manera como consecuencia de la apropiación del plusvalor se constituyen otros sujetos? ¿Y cuál es la relación entre los sujetos que quedan conformados de este modo? 

Metodológicamente no solo importa el hecho de que el capital requiera necesariamente de la compra de la fuerza de trabajo, que es la única capaz de generar valor, sino que es vital el modo en el que este nuevo sujeto social se constituye; esto es, el trabajador como opuesto al capitalista. 

Marx describe el triple requerimiento que tiene que cumplir el trabajador a fin de que cumpla con las exigencias del capital: 


En primer lugar, el capitalista se dirige al mercado y encuentra allí una mercancía que se ajusta a las características que está pidiendo; así, convierte a la fuerza de trabajo en una mercancía y de esta manera se apropia de una mercancía que es fuente de valor y que, por eso mismo, le permitirá valorizarse constantemente:

Y para extraer valor del consumo de una mercancía, nuestro poseedor de dinero tendría que ser tan afortunado como para descubrir dentro de la esfera de la circulación, en el mercado, una mercancía cuyo valor de uso poseyera la peculiar propiedad de ser fuente de valor; cuyo consumo efectivo mismo, pues, fuera objetivación de trabajo, y por tanto creación de valor. Y el poseedor de dinero encuentra en el mercado esa mercancía específica: la capacidad de trabajo o fuerza de trabajo. (Marx, El Capital, 1975, pág. 203) 

En segundo lugar, como el caso de la producción de cualquier otra mercancía, la medida está dada por el tiempo de trabajo socialmente necesario: “El valor de la fuerza de trabajo, al igual que el de toda otra mercancía, se determina por el tiempo de trabajo necesario para la producción, y por tanto también para la reproducción, de ese artículo específico. En la medida en que es valor, la fuerza de trabajo misma representa únicamente una cantidad determinada de trabajo medio”. (Marx, El Capital, 1975, pág. 211)

En tercer lugar, el trabajador que se comprará como mercancía tiene que ser libre. Pero, esta es una libertad harto paradójica, porque se refiere a que no tiene otra cosa que vender sino su fuerza de trabajo ha sido desprovista de todo lo demás y no le queda otro recurso que vender su fuerza de trabajo como una mercancía más: 

Para la transformación del dinero en capital el poseedor de dinero, pues, tiene que encontrar en el mercado de mercancías al obrero libre; libre en el doble sentido de que por una parte dispone, en cuanto hombre libre, de su fuerza de trabajo en cuanto mercancía suya, y de que, por otra parte, carece de otras mercancías para vender, está exento y desprovisto, desembarazado de todas las cosas necesarias para la puesta en actividad de su fuerza de trabajo. (Marx, El Capital, 1975, pág. 205) 

Con todo esto se desemboca en la existencia polarizada de las dos clases que se contraponen: el capitalista y el trabajador que finalmente queda sometido a ser mero instrumento de la valorización del valor. (Scaron traduce Arbeit por obrero, aunque el término se refiere al trabajador en general, por eso lo modificamos en la cita): 

El otrora poseedor de dinero abre la marcha como capitalista; el poseedor de fuerza de trabajo lo sigue como su trabajador; el uno, significativamente, sonríe con ínfulas y avanza impetuoso; el otro lo hace con recelo, reluctante, como el que ha llevado al mercado su propio pellejo y no puede esperar sino una cosa: que se lo curtan. (Marx, El Capital, 1975, pág. 214) 

Las siguientes lecciones de dialéctica se desprenden de este capítulo de la transformación del dinero en capital: 

1. El papel central de la forma, en cuanto forma social, como es el caso del dinero que se transforma en capital y que subsume no solo al resto de los fenómenos económicos, sino a la sociedad entera. Por esto, en cualquier análisis que contenga una perspectiva dialéctica se incluye un debate sobre las formas y formaciones sociales de una época. 


2. Dilucidar cuáles son las formas que ocupan un lugar dominante en una formación social dada y a partir de las cuales el campo subsumido organiza su forma de vida; como es el caso del dinero que se convierte en el articulador de toda la realidad social.


3. Los fenómenos sociales son máquinas productoras de sujetos sociales y subjetivaciones. Estos sujetos se desprenden de esas realidades porque están contenidos en ellos de manera inmanente y necesaria: el que encarna el dinero se torna capitalista; y aquel que vende libremente su fuerza de trabajo es un trabajador. 


4. El modo en el que se produce el surgimiento de sujetos sociales es fundamental, ya que define las características y atributos de cada sujeto en los procesos de los que provienen; en este caso, la fuerza de trabajo se convierte en una mercancía, su cálculo se hace en términos de tiempo de trabajo socialmente necesario y el trabajador tiene que ser libre. 

Al contrario de lo que sostiene Foucault, los rostros de los seres humanos se borran únicamente para ser reemplazados por otros. El capital inscribe en la arena al trabajador sin el cual no puede existir. (Foucault, 1968)

Bibliografía. 

Bellofiore Riccardo and Nicola Taylor (eds.). (2004). The constitution of capital. Essays on volumen I of Marx´s Capital. London: Palgrave.

Foucault, M. (1968). Las palabras y las cosas. Buenos Aires: Siglo XXI.

Kuruma, S. (2018). Marx’s Theory of the Genesis of Money. Leiden: Brill.

Marx, K. (1975). El Capital (Vol. Tomo I/Vol.I). (P. Scaron, Trad.) México: Siglo XXI.

Marx, K. (2024). Capital (Vol. I). (P. Reitter, Trad.) Princeton: Princeton University Press.

Moseley, F. (2016). Money and totality : a macro-monetary interpretation of Marx's logic in Capital and the end of the 'transformation problem'. Leiden: Brill.

Rieu, d.-M. (2022). A mathematical Approach to Marxian Value Theory. Time, Money and Labour Productivity. Cham: Palgrave.






 






sábado, 8 de marzo de 2025

LA DIALÉCTICA EN LA TRANSFORMACIÓN DEL DINERO EN CAPITAL EN MARX


 En este segmento que forma parte del estudio de la dialéctica en El capital de Marx, se analiza el papel fundamental de la forma, el surgimiento de las clases sociales y los modos específicos en que estas se constituyen. 

Link: Dialéctica




miércoles, 5 de marzo de 2025

PROYECTO DE LIBRO ILUMINADO DE HUELLADEGÜELLA

 




Proyecto de libro iluminado de Huelladegüella como un nuevo nivel de experimentación que, en este caso, une al texto una iluminación en el sentido de los libros medievales. Precisamente retoma esta estética y la transforma para adecuarla a las exigencias formales del texto. 

Esta es la primera parte del proyecto que se encuentra en proceso de elaboración. 

Link de descarga: 

Huelladegüella






domingo, 2 de febrero de 2025

Consideraciones epistemológicas en Construcción de la imagen del objeto de Edmundo Granda Ugalde


Se puede decir que el aporte de Edmundo Granda a la epistemología dialéctica consiste en desprenderse de las versiones dogmáticas de la dialéctica; y así, encontrar la dialéctica efectiva del conocimiento científico en el campo de la salud, a través de seguir las demandas del propio objeto, junto con los procesos de subjetivación, hasta desembocar en esa totalidad real. 

Es precisamente la totalidad real la que funciona como síntesis de todo el proceso investigativo, insistiendo en que las delimitaciones, empírica y subjetiva, se mantiene funcionando durante todo el desarrollo, tanto en las etapas descriptiva como explicativa. Su propuesta logra unir armónicamente los aspectos estrictamente epistemológicos, con las exigencias transformadoras de la realidad, que apelan a definiciones políticas, sobre todo en un campo como el de la salud. 

Link al artículo: https://drive.proton.me/urls/VJMYDXEEQG#dmOWVveQZ7kg






jueves, 23 de enero de 2025

DIALÉCTICA DE LA DUALIDAD EN EL CAPITAL, CAPÍTULO III. EL DINERO O LA CIRCULACIÓN DE MERCANCÍAS, TOMO I, DE KARL MARX.

  


En este capítulo III del Tomo I de El capital Marx ya sólidamente aprovisionado con las formulaciones de los dos capítulos anteriores, en donde ha desarrollado una serie de conceptos, partiendo de una intuición categorial, muchas veces expresada en neologismos, deja atrás el esquema hegeliano que le sirvió de base, especialmente La Doctrina de la Esencia de La ciencia de la lógica (Hegel, 2011). 

En este momento, la dialéctica como epistemología se despliega para cubrir la dinámica del capital, en un momento clave que es el del dinero que expresa la circulación de las mercancías. Desde luego, este no es un estudio sobre la economía política de este capítulo, sino el modo de funcionamiento de la dialéctica a su interior. Es difícil hacerlo, porque las investigaciones entran directamente en los aspectos técnicos y debates de la economía política y la dialéctica funciona en un segundo plano, precisamente para garantizar su eficacia. 

La tarea consiste en develar la obviación de la dialéctica subyacente al texto; es decir, explicitarla, de tal manera que nos ayude a la comprensión de esa epistemología dialéctica que Marx despliega con mucha soltura y que estará remitiendo constantemente a los hallazgos de los capítulos anteriores. (Strathern, 2004)

No está demás decir que Marx, en ningún momento, regresa su mirada hacia los Grundrisse en los aspectos metodológicos señalados en estos. Lamentablemente, aun considerando la importancia de estas investigaciones preliminares, se termina por considerar que aquí se encuentra la dialéctica en su máxima expresión, como es el caso de Toni Negri, en Marx más allá de Marx, dejando de lado la principal obra de la madurez que es precisamente El capital. (Negri, 2001)

Para este análisis de la dialéctica marxista en su plena funcionamiento utilizo la traducción de El capital de Pedro Scaron para siglo XXI (Marx, El Capital, 1975), que será confrontada con la más reciente traducción al inglés realizada por Paul Reitter para la Princeton University (Marx, Capital, 2024), especialmente con la finalidad de mantener los neologismos utilizados por Marx que, como se verá, son importantes a la hora de la interpretación de la obra: y ocasionalmente comparada con la traducción italiana publicada por La Cittá del Sole (Marx, Opere Complete. Il capitale, 2011). En algunos segmentos especialmente difíciles se recurrirá a la segunda edición en alemán de 1872 publicada por el propio Marx y ahora editada por el Mega 2 (Marx, Das Kapital , 1872 (1987)). Una visión comprensiva basada en el Mega 2 del Volumen 1 de El capital puede encontrarse en Bellofiore y Taylor. (Bellofiore Riccardo and Nicola Taylor (eds.), 2004)

En esta tarea de visibilizar le método dialéctico en su funcionamiento dentro de El capital, junto con sus perspectivas epistemológicas; es decir, mostrar de qué manera Marx se desplaza en este capítulo sobre el dinero y la circulación y de qué manera en esta reconstrucción de esta realidad, se presentan una serie de conceptos y de interrelaciones dialécticas, alejadas de cualquier esquematismo hegeliano o de sus obras anteriores. Aquí la exigencia de comprender el objeto de estudio, el dinero, se superpone a cualquier otra consideración. 

En cuanto medida de valor, el dinero es la forma de manifestación necesaria de la medida de valor inmanente a las mercancías: el tiempo de trabajo.  (Marx, El Capital, 1975, pág. 115)

Y más adelante: 

La magnitud del valor de la mercancía expresa, pues, una relación necesaria e inmanente al proceso de formación de la mercancía con el tiempo necesario de trabajo. (Marx, El Capital, 1975, pág. 125)

Necesidad e inmanencia son dos términos que Marx los utilizará con frecuencia. Pero ¿qué se entiende por necesidad y qué por inmanencia? Marx no quiere introducir aspectos metafísicos en su análisis del dinero; por eso, aunque no pierdan toda su fuerza explicativa, aquí no hay una necesidad lógica y los atributos inmanentes si bien son esenciales, no son sustanciales. 

El razonamiento es otro muy distinto: dadas una serie de condiciones y fenómenos que se están operando en la realidad, se desprende necesariamente estas consecuencias. Aquí hay una necesidad real que se desprende las leyes rigen el capital. Esto es, las mercancías para su plena realización, que se da ya en campo de la circulación, para realizarse a través de la compra y la venta, tienen necesariamente que atravesar por el dinero. A su vez, este dinero contiene dentro de sí ese atributo esencial, inmanente, que le hace ser lo que es: expresión de la medida del tiempo de trabajo objetivado. 

Esta comprensión de los dos términos se puede generalizar para todos los ámbitos históricos, con la finalidad de encontrar en ellos esta dialéctica no vulgar ni esquemática, con este doble rostro que aparece en El capital: habrá necesidad histórica cuando están puestas las condiciones y dados los fenómenos, un proceso x tiene que atravesar obligatoriamente para desplegarse y realizarse. 

En cuanto a la inmanencia es indispensable separarla de cualquier consideración sustancialista; e indicar que se refiere a aquellas características y atributos que son esenciales para que una cosa sea lo que es; así, el trabajo humano objetivado y medido es lo que constituye el dinero. 

Veamos ahora la dialéctica en funcionamiento en los acápites centrales de este capítulo III. 2. Medio circulación: a). La metamorfosis de la mercancía y b). La circulación del dinero. 

Marx comienza por un señalamiento metodológico que lamentablemente no desarrolla y que, en gran medida, deja atrás las consideraciones sobre la dinámica de la contradicciones. Ya no se trata de la vieja imagen de la negación de la negación para su resolución, sino que poner en movimiento a esa realidad entrampada en contradicciones, crea la forma de su resolución provisional, aunque la contradicción permanezca: 

Vimos ya que el proceso en que se intercambian las mercancías implica relaciones contradictorias, recíprocamente excluyentes. El desarrollo de la mercancía no suprime esas contradicciones, mas engendra la forma en que pueden moverse. Es éste, en general, el método por el cual se resuelven las contradicciones reales. (Marx, El Capital, 1975, pág. 127)

Y hasta ahora esta es la historia del capitalismo: una y otra vez hundido en su crisis contradictorias, pero siempre inventado un recurso para salir adelante, por más que se sepa que la próxima crisis será más difícil de resolverse por este medio de lanzarlo hacia adelante. Así que la pregunta que tenemos que hacernos frente a las crisis del capitalismo que ahora atravesamos tienen versa sobre los movimientos que hace el capital para desarrollarse, postergando cada vez más su colapso. 

La primera clarificación que hace Marx es que en todo este proceso de metamorfosis de la mercancía lo que realmente importa es la forma y de qué manera esta cambia; porque aquí lo que se estudia en la forma social. 

Por consiguiente, hemos de examinar el proceso total desde el punto de vista de la forma, y por tanto sólo el cambio de forma o la metamorfosis de las mercancías a través del cual es mediado el metabolismo social. (Marx, El Capital, 1975, pág. 129)

Podemos extender esta consideración y decir que el materialismo histórico no es sino el estudio de las formas sociales y sus metamorfosis: estas formas no son el reverso de alguna materialidad, sino son productos de abstracciones reales, por medio de las que separamos los aspectos naturales o del valor de uso provisionalmente y nos quedamos exclusivamente con la forma valor. 

Si nos atenemos tan sólo a ese aspecto material, al intercambio de mercancía por oro, perderemos de vista precisamente lo que debiéramos observar, esto es, lo que acontece con la forma. (Marx, El Capital, 1975, pág. 127)

Precisamente con este término forma encontramos una serie importante de neologismos utilizados por Marx: forma valor, forma precio, forma mercancía, entre otras, en vez de forma de precio, forma de mercancía, etc., y tiene la finalidad de poner en primer lugar en el análisis esta carácter de forma del valor, antes que entrar a la cuestión de las maneras en que las que se puede expresar este valor o esta mercancía. La indagación de Marx es, ante todo, sobre estas formas y sus metamorfosis. 

En este momento, Marx se interroga por la metamorfosis de la mercancía, que se despliega en procesos opuestos. En este movimiento vemos surgir el fenómeno de la partición de la mercancía en dos momentos opuestos: la mercancía que se vende y la mercancía que se compra. Tenemos como consecuencia la mercancía desdoblada en mercancía y dinero. 

Dicho proceso suscita un desdoblamiento de la mercancía en mercancía y dinero, una oposición externa en la que aquélla representa su opuesto  inmanente de valor de uso y valor. En esa oposición las mercancías se contraponen como valores de uso al dinero como valor de cambio. Por otra parte, ambos términos de la oposición son mercancías, y por tanto unidades de valor de uso y valor. (Marx, El Capital, 1975, pág. 128)

Marx no está utilizando la clásica contraposición dialéctica entre tesis, antítesis y síntesis, sino una dialéctica dual, por la cual una realidad se divide en dos términos opuestos, que existen en flujo interminable que va de la mercancía al dinero y del dinero a la mercancía, sin encontrar descanso. Existen en la medida en que se intercambian: 

Estas formas opuestas de las mercancías son las formas efectivas en que se mueve el proceso de su intercambio. (Marx, El Capital, 1975, pág. 128)

Por esto, el término opuesto es preferible al de antítesis. Hace rato que Marx se ha liberado de los esquemas rígidos hegelianos y da cuenta del movimiento real de la economía política que, en este caso, exige la utilización de una dialéctica dual, que solo encuentra como permanecer si se mueve, es decir, si se intercambia. 

La secuencia M-D-M en realidad está compuesta de dos metamorfosis, que implican la ruptura del proceso unitario en dos: venta y compra. Entonces, tenemos el primer polo de la dualidad que la transformación de la mercancía en dinero: 

M - D. Primera metamorfosis de la mercancía, o venta. Como lo he indicado en otro lugar, el salto que el valor mercantil da desde el cuerpo de la mercancía al del oro, es el salto mortale de la mercancía. Si fracasa, la que se verá chasqueada no será precisamente la mercancía sino su poseedor. (Marx, El Capital, 1975, pág. 129)

Una metamorfosis que, desde el inicio, se muestra como contingente, porque si bien es probable que se dé, nada garantiza la plena seguridad de intercambio, es decir, de que efectivamente la mercancía se venda. Podría suceder que no se venda. Aunque Marx no trata el tema de las crisis en este lugar, deja anunciado que este es una de sus causas. 

Lo cierto es que esta partición de la mercancía no implica que haya perdido sus atributos inmanentes, por el contrario, durante todo el proceso no deja de estar detrás, como aquello que está sufriendo esa serie de transformaciones, el trabajo humano homogéneo: 

Y. en realidad, el valor de cada vara individual de lienzo no es más que la concreción material de la misma cantidad, socialmente determinada, de trabajo humano homogéneo. (Marx, El Capital, 1975, pág. 131)

Y en el otro extremo vemos cómo se produce la segunda transformación y el aparecimiento del segundo componente de la dualidad que es la compra: D-M. 

La primera metamorfosis de una mercancía, su transformación en dinero a partir de la forma mercantil es siempre, a la vez, una segunda metamorfosis, contrapuesta, de otra mercancía, su transformación inversa en mercancía a partir de la forma dineraria. (Marx, El Capital, 1975, pág. 134)

Se coloca en el centro del proceso económico al dinero, como la mercancía absolutamente enajenable: 

D - M. Metamorfosis segunda, o final, de la mercancía: compra. Por ser la figura enajenada de todas las demás mercancías o el producto de su enajenación general, el dinero es la mercancía absolutamente enajenable. Lee al revés todos los precios y de ese modo se refleja en todos los cuerpos de las mercancías, que son así el material que se sacrifica para que el dinero llegue a ser mercancía. (Marx, El Capital, 1975, pág. 134)

Estas dos metamorfosis de la mercancía conducen a la aparición de una dialéctica dual, mediante la cual un fenómeno dado, en este caso la mercancía, se parte en dos procesos opuestos que, sin embargo, dependen enteramente uno del otro para poder continuar existiendo; por eso, se les caracteriza como contrapuestos y complementarios, a lo que hay que añadir que se mantiene subyacente el trabajo humano objetivado. 

Ahora bien, si examinamos la metamorfosis global de una mercancía, por ejemplo, del lienzo, comprobaremos ante todo que se compone de dos movimientos contrapuestos y que se complementan recíprocamente, M - D y D - M. Estas dos mutaciones contrapuestas de la mercancía se llevan a cabo en dos procesos sociales opuestos a cargo del poseedor de mercancías, y se reflejan en dos papeles económicos asumidos por el mismo, también contrapuestos. (Marx, El Capital, 1975, pág. 135)

En la medida en que estamos tratando con formas sociales en sus metamorfosis, esta proceso de ruptura dual de la mercancía conduce al aparecimiento de personajes en la sociedad, que son el comprador y el vendedor: y que, desde luego, puede intercambiar sus roles cuando quieran; además del paso de los “productores privados independientes” a un “sistema de dependencia multilateral y propio de cosas”. (Marx, El Capital, 1975, pág. 131)

Se coloca la base de una teoría de los sujetos sociales y luego, concretamente, de las clases sociales que se funda con precisión en estos movimientos transformacionales de la realidad. (Negri hace una preciosa dilucidación del surgimiento de los sujetos y subjetividades en los Grundrisse; lastimosamente, no llevó a cabo esta tarea con El capital, lo que hubiera arrojado resultados sorprendentes. Esta es una tarea que está por hacerse (Negri, 2001)). 

Este movimiento dual de la mercancía conforma un ciclo: “forma de la mercancía, despojamiento de la forma mercancía, retorno de la misma…”, que terminan por constituir la esfera de la circulación mercantil (Marx, El Capital, 1975, pág. 136). Pero, el surgimiento de esta esfera altera radicalmente el funcionamiento de la sociedad, que rompe el intercambio directo entre mercancía y mercancía.

A continuación, encontramos uno de los párrafos más densos, en el que se despliega la dialéctica tensándola al máximo para lograr una descripción adecuada del fenómeno de la circulación de las mercancías. Veámoslo en detalle: 

La circulación derriba las barreras temporales, locales e individuales opuestas al intercambio de productos, y lo hace precisamente porque escinde, en la oposición de venta y compra, la identidad directa existente aquí entre enajenar el producto del trabajo propio y adquirir el producto del trabajo ajeno. El hecho de que los procesos que se contraponen autónomamente configuren una unidad interna, significa asimismo que su unidad interna se mueve por antítesis externas . Si la autonomización externa de aspectos que en lo interno no son autónomos, y no lo son porque se complementan uno a otro, se prolonga hasta cierto punto, la unidad interna se abre paso violentamente, se impone por medio de una crisis. La antítesis inmanente a la mercancía -valor de uso y valor, trabajo privado que a la vez tiene que presentarse como trabajo directamente social, trabajo específico y concreto que al mismo tiempo cuenta únicamente como general y abstracto, personificación de la cosa y cosificación de las personas-, esa contradicción inmanente, adopta sus formas más evolucionadas de movimiento en las contraposiciones de la metamorfosis mercantil. Estas formas entrañan la posibilidad, pero únicamente la posibilidad, de las crisis. Para que dicha posibilidad se desarrolle, convirtiéndose en realidad, se requiere todo un conjunto de condiciones que aún no existen, en modo alguno, en el plano de la circulación simple de mercancías. (Marx, El Capital, 1975, págs. 138-139)

Uno de los efectos del capitalismo es el de revolucionar las sociedades; y, este caso, la aparición generalizada de venta y compra de las mercancías, destroza las dinámica locales y temporales, dando paso a la expansión sin límite del capital. Con la aparición de este fenómeno, el mundo entero cambia. 

Luego, tenemos la contradicción entre la unidad interna de los dos momentos que, aunque opuestos, son obligatoriamente complementarios, funcionando a través de ciclos que se suceden una y otra vez, y las contraposiciones externas, incluso rupturas del ciclo que impiden que se produzca la venta y la compra. Aquí, es la unidad interna la que finalmente se impone y disciplina a la esfera de la circulación, a través de crisis en la que “la unidad interna se abre paso violentamente”. 

Sin embargo, Marx insiste en que estas crisis aparecen aquí únicamente como posibles; su efectivización dependerá de muchos otros factores, de un “conjunto de condiciones que aún no existen…”. 

Finalmente, la tematización de lo que luego se desarrollará ampliamente en el capítulo sobre el fetichismo de la mercancía: “la personificación de la cosa y la cosificación de las personas”. Las cosas, en este caso las mercancías, adoptan rostros plenamente reconocibles como el de comprador y vendedor; mientras sus relaciones solo son posibles a través de las cosas que intercambian. Y, por supuesto, la posibilidad de análisis de los procesos de constitución de los sujetos sociales en las sociedades capitalistas, junto con las subjetividades correspondientes. 

En el acápite b) El curso del dinero, Marx introduce la variable tiempo que es fundamental en el proceso de circulación; es decir, la velocidad en la que se repiten los ciclos, además de las magnitudes de las mercancías y el dinero involucrados en estos. Es la manera cómo logran mantenerse o no en el tiempo lo que determina el éxito o no de la compra y venta de las mercancías. La circulación finalmente se mide por la velocidad del movimiento del dinero para atravesar las distintas fases: 

Las fases opuestas, complementarias entre sí, a través de las cuales discurre ese proceso, no pueden estar espacialmente yuxtapuestas, sino sucederse unas a otras en el tiempo. Las fracciones de tiempo constituyen la medida que se aplica a la duración del proceso, o, en otras palabras, el número de los recorridos de las mismas piezas dinerarias en un tiempo dado mide la velocidad del curso dinerario. (Marx, El Capital, 1975, pág. 146)

La resolución provisional de las oposiciones entre la unidad interna y las contraposiciones externas se da a través de la velocidad en la que se realicen los ciclos de compra-venta, poniendo en movimiento toda la economía capitalista; digamos que el capital depende enteramente de la velocidad de estos intercambios: 

Así como en el curso del dinero, en general, únicamente se manifiesta el proceso de circulación de las mercancías -vale decir, el ciclo de éstas a través de metamorfosis contrapuestas-, en la velocidad del curso del dinero se manifiesta la velocidad de su cambio de forma, la concatenación incesante de las series metamórficas, la premura del metabolismo, la velocidad con que las mercancías desaparecen de la esfera circulatoria y su sustitución, igualmente rápida, por otras mercancías. 

Aquí en el tiempo medido, calculado, cronometrado, está el núcleo de la cuestión, por la que pueden mantenerse estas tanto la contraposición como la complementariedad; solo existen en la medida en que se mueven. El éxito se mide por el incremento en la velocidad del intercambio; el estancamiento se produce cuando el ritmo se este movimiento se torna lento o se paraliza, triunfando la autonomía y el antagonismo de las fases: 

En la velocidad del curso dinerario, pues, se manifiesta la unidad fluida de las fases contrapuestas y complementarias: transformación de la figura de uso en figura de valor y reconversión de ésta en aquélla, o unidad de los dos procesos de la compra y la venta. A la inversa, en la reducción de la velocidad del curso dinerario se pone de manifiesto el hecho de que esos procesos se disocian, se vuelven autónomos y antagónicos, el hecho del estancamiento del cambio de formas, y, por consiguiente, del metabolismo. (Marx, El Capital, 1975, pág. 147)

A partir de este despliegue de la epistemología dialéctica de Marx en el Capítulo III, El dinero o la circulación de las mercancías, de El capital, es posible discutir sus principales hallazgos, desprendiéndolos de la referencia directa a su objeto de estudio que es, en este caso, el dinero, a fin de delinear sus principales características y aquello que nos enseña de cara a una interpretación crítica de la realidad. 

Lo primero que se tiene que decir es que Marx no regresa a aquellas afirmaciones metodológicas de textos anteriores, especialmente de los Grundrisse (Marx, Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política, 1971), que no sirven como punto de partida. Tampoco utiliza algún segmento de La ciencia de la lógica Hegel, tal como lo hizo en los dos primeros capítulos. Con los presupuestos colocados en su análisis de la mercancía, a través de la forma valor de uso y de la forma valor, tiene el terreno para explorar libremente la conformación de la esfera de la circulación y mostrar allí, sometiéndose a las exigencias del objeto de estudio, cuál es la dialéctica apropiada para su comprensión. 

Como punto de partida, establezcamos que se trata de una dialéctica de la dualidad, teniendo el cuidado de precisar que no se refiere a una dualidad cualquiera ya previamente dada, sino a un fenómeno unitario que se parte en dos de manera necesaria e inmanente. En este caso, el intercambio de la mercancía por mercancía que se desdobla en Mercancía – Dinero y Dinero – Mercancía. 

Como resultado tenemos dos fenómenos contrapuestos que, dada su unidad interna, son complementarios. Remarquemos: la complementariedad proviene de que son dos manifestaciones o expresiones de un mismo fenómeno, cuyo núcleo no es otro que el trabajo humano objetivado. Es decir, la venta existe en la medida en que se da la compra y viceversa. 

Este tipo de dualidad exige que sus polos se den bajo la forma de contraposición y complementariedad, a lo largo de su desarrollo. La tensión necesaria entre los dos polos, sin que se reduzca a alguna de ellos, es lo que garantiza su existencia y persistencia a través del tiempo. 

La unidad originaria sufre una doble metamorfosis: una primera transformación, que es el paso de M-M a M-D, y el hecho crucial de que este paso es por sí mismo contingente; nada garantiza que se dé; pero si no se realiza, el proceso fracasa. Una segunda transformación que va de M-M a D-M, que pone al dinero en primer plano, como motor de la economía. 

Una dualidad producto de metamorfosis o transformaciones que tiene que ser especificada para cada fenómeno de este tipo, bajo las preguntas: ¿qué serie de cambios llevaron al surgimiento de la dualidad?, ¿cuáles son las alteraciones que se producen en la sociedad debido a estos proceso? 

En este momento, es necesario introducir la perspectiva temporal, porque estos fenómenos no se dan de manera simultánea, sino en una sucesión. De aquí que, la dualidad adquirirá una temporalidad determinada, un modo de atravesar el tiempo y terminar por caracterizarlo, por ejemplo, como el tiempo de circulación: el incesante paso de M a D y de D a M.  

Dos características se presentan en cuanto al tiempo de la dialéctica dual: la aparición de ciclos que se forman en el ir y venir desde el un polo al otro, cambiando de sustancia en cada paso; la mercancía que se vuelve dinero; el dinero que se convierte en mercancía; el valor de uso vuelto valor; el valor regresando al valor de uso. Ciclos que pueden tener distinto tipo de extensiones, de corte y de largo duración, así como diferentes maneras de manifestarse. 

Y la posibilidad de la crisis de la dualidad, que se produce cuando alguno de los elementos de la dualidad tiende a desaparecer y traba al otro, porque es su complementario; en este caso, esa unidad de la que provienen se pone en primer plano y somete a los momentos, la mayoría de las veces destructivamente, para rehacerlos con otros contenidos; es decir, rehaciendo la esfera de la circulación con nuevas mercancías y dinero. 

Este fenómeno tomado en su conjunto, la dualidad entera en su procesualidad, es el gran productor de sujetos sociales: las personas emergen de la trama de las metamorfosis, que adquieren dimensiones personales definidas. Así, de pronto tenemos aquellas personas que denominamos vendedores y compradores; y, por lo tanto, las subjetivaciones correspondientes, como puede ser la adquisición de determinada ideología o el predominio del fetichismo de la ideología. Aquí, más que en cualquier otra parte, debería buscarse la hermenéutica del sujeto. 

A manera de síntesis, desde la perspectiva de la epistemología dialéctica, se puede establecer que los elementos fundamentales a tomarse en cuenta para el tratamiento de unidades que se parten en dos (o más partes), provocando la emergencia permanente de dualidades que no se resuelven en una tercer polo que las subsuma, son:

Cuadro 1. Dialéctica de la dualidad. 

Forma Análisis de las formas sociales, por sobre los contenidos materiales del tipo de que fueran. En este caso, en último término lo que se saca a la luz es la dialéctica del trabajo humano objetivado bajo el modo de producción capitalista.

Inmanencia Determinación del elemento inmanente que provee a la dualidad de su unidad subyacente; es decir, de una esencia que funciona como tal sin la necesidad de convertirla en una substancia.

Necesidad Se trata de una especificación del concepto de necesidad, porque no es una necesidad de tipo lógico, sino histórica; esto es, dada esta forma y estos atributos inmanentes, en estos contexto preciso, necesariamente se producen estos fenómenos. Dada la mercancía tal como se ha caracterizado, necesariamente el ciclo M-D-M se rompe en M-D y D-M, que están separados en el tiempo y el espacio.

Transformaciones Conjunto de metamorfosis que sufre la unidad y cada uno de los elementos de su partición, que caracterizan la esfera que como consecuencias se forma; en este caso, la esfera de la circulación de las mercancías. 


Oposiciones: contraposición y complementariedad Los elementos de la dualidad se contraponen, existen en la medida de sus diferencias; y son procesos distintos con sus propias características y dinámicas. Pero, se complementan, en el sentido de formar pares correlativos, en donde el uno implica la existencia del otro; además, el destino de cada uno depende directamente del destino del otro; su suerte está entrelazada como las partículas atómicas, sin importar cuán distantes se encuentren. 


Temporalidades y ciclos las transformaciones de la dualidad se dan en el tiempo, pero lo hacen de una manera concreta, a una velocidad determinada; además, ese tiempo se convierte en una temporalidad, como es la formación de ciclos.

Subjetivaciones La dialéctica de la dualidad es una potente máquina formadora de sujetos sociales, antes inexistentes y que pueblan los espacios sociales con su existencia. Su relación con las cosas, las mercancías, muestran esa doble dinámica: las cosas se ponen máscaras humanas; las personas no encuentran la manera de relacionarse directamente, sino mediados por las cosas.  




 

Bibliografía

Bellofiore Riccardo and Nicola Taylor (eds.). (2004). The constitution of capital. Essays on volumen I of Marx´s Capital. London: Palgrave.

Hegel. (2011). La Ciencia de la Lógica (Vol. 2). (F. Duque, Trad.) Madrid: Abada Editores/ Uam Ediciones.

Marx, K. (1872 (1987)). Das Kapital . Berlin: Dietz Verlag Berlin.

Marx, K. (1971). Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política. México: Siglo XXI.

Marx, K. (1975). El Capital (Vol. Tomo I/Vol.I). (P. Scaron, Trad.) México: Siglo XXI.

Marx, K. (2011). Opere Complete. Il capitale. Napoli: La Cittá del Sole.

Marx, K. (2024). Capital (Vol. I). (P. Reitter, Trad.) Princeton: Princeton University Press.

Negri, A. (2001). Marx más allá de Marx. Madrid: Akal.

Strathern, M. (2004). Partial conections. Oxford: Altamira Press.



lunes, 30 de septiembre de 2024

DIALÉCTICA. CURSO GENERAL.

 DIALÉCTICA CURSO GENERAL: 

LINK al curso y a los materiales propios.


Tomamos como punto de partida la definición que Marx hace, en El Capital, de la dialéctica: 

“... porque en la intelección positiva de lo existente incluye también, al propio tiempo, la inteligencia de su negación, de su necesaria ruina; porque concibe toda forma desarrollada en el fluir de su movimiento, y por tanto sin perder de vista su lado perecedero; porque nada le hace retroceder y es, por esencia, crítica y revolucionaria”. (Karl Marx, El capital, 20)

Esta propuesta de dialéctica de orientación marxista ha sido elaborada rastreando en aquellos textos en donde se encuentra funcionando a plenitud y que se alejan de las versiones dogmáticas y esquemáticas que todavía se encuentran en este ámbito. Así nos preguntamos en dónde en el mundo se encuentra la dialéctica que, como en el juego de Carmen Sandiego, cada vez que pensamos encontrarla, se ha desplazado a un nuevo lugar.

Se realizan tres recorridos para la formulación de la dialéctica: las obras claves de Marx y Engels, desde El capital hasta La Guerra Civil en Francia, incluyendo una revisión de las propuestas de Engels; luego, acudimos a las formulaciones políticas que llevaron la teoría marxista a un nuevo nivel mucho más avanzado, como son las Tesis de Abril de Lenin, y el Programa de Transición y la Revolución permanente de Trotsky. 

Luego, revisamos los principales debates históricos y contemporáneos, especialmente los de este siglo, para establecer las visiones privilegiadas sobre la dialéctica que se ubican claramente en el desarrollo de una dialéctica de la doble negatividad. Procedemos a incluir aquellas teorizaciones que, aunque no se denominen de este modo, contienen una poderosa mirada dialéctica, como son las conceptualizaciones del doble vínculo o del operador trans*, entre otras.

Finalmente proponemos un esquema general que recoja los hallazgos de este recorrido que va desde Marx hasta el presente y que debe entenderse como una primera formulación que requerirá de un largo trabajo colectivo. 

CONTENIDO

1       Introducción. 4

2       Primera parte: La dialéctica en Marx y Engels. 4

2.1        El doble objeto de la economía política. 5

2.2        Los tres principios modelizados a partir de la lingüística: 5

2.3        La dialéctica de la forma. 6

2.4        La dialéctica de las abstracciones. 6

2.5        Sistemas y fenómenos. 7

2.6        Formas, modelos y leyes tendenciales. 7

2.7        Subsunción. 7

2.8        La producción de la subjetividad en El capital. 7

2.9        ¿Qué queda de la Dialéctica de la naturaleza de Engels?. 8

3       Segunda parte. La dialéctica en la política revolucionaria. 8

3.1        La dialéctica en los escritos políticos de Marx: La guerra civil en Francia. 8

3.2        Los debates políticos en su momento revolucionario: 9

3.2.1         Lenin y las Tesis de Abril. 9

3.2.2         Programa de transición. 9

3.2.3         Revolución permanente. 9

4       Tercera parte. Los debates históricos y contemporáneos. 10

4.1        Los debates históricos. 10

4.1.1         Lukács. 10

4.1.2         Althusser. 10

4.1.3         Badiou: lógica y ontología dialécticas. 10

4.2        Los debates contemporáneos. 11

4.2.1         Dialéctica negativa. 11

4.2.2         Negatividad relacional en Jameson: 11

4.2.3         Dialéctica de la presencia y la ausencia. 12

4.2.4         Forma y contenido en Zizek. 12

5       Cuarta parte. Aportes desde otros campos. 12

5.1        Conexiones parciales. 12

5.2        Doble vínculo. 13

5.3        Conocimiento distribuido. 13

5.4        La dialéctica de la interseccionalidad: inherencia y agregación. 14

5.5        Real y virtual. 14

5.6        Metodología feminista: conocimiento situado. 15

5.7        El operador trans*. 15

5.8        Dialéctica de la forma. 15

6       Quinta parte. ¿Qué es la dialéctica?. 17