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domingo, 7 de diciembre de 2025

1700 AÑOS DE OCCIDENTE: EL CONCILIO DE NICEA

 


Constantino I, emperador del Imperio Bizantino, convoca en el 325 al Concilio de Nicea. A más de la visita del papa León XIV a Iznik, en donde antiguamente estaba Nicea, prácticamente no hubo celebraciones ni recordatorios. Se podría decir que para la gran opinión pública pasó desapercibido que se cumplen 1700 años de este acontecimiento.

Contrariamente a la historiografía aceptada, Occidente no comienza en el año 1, sino varios siglos después. Han sido los vencedores, que hasta ahora siguen triunfando, quienes escriben la historia y sostienen el mito del origen en ese simbólico año, que celebraría el nacimiento de Cristo.

Se pueden señalar algunos hechos significativos para mostrar la lenta consolidación y expansión del cristianismo hasta llegar a ser la religión dominante. El evangelio de Marcos probablemente se escribe en el año 70; y el último, el de Juan, a partir del 90. Digamos que en este primer siglo recién se redactan los evangelios, que serán fundamentales para la transmisión del cristianismo.

En este momento bizantino de la historia marca el verdadero comienzo de Occidente, porque se produce la fusión entre el imperio de Bizancio, conducido por Constantino I, y el cristianismo, que pasa a ser la religión oficial y que se propone arrasar con el paganismo.

El Concilio de Nicea establece, por primera vez, el dogma constitutivo, con la formulación del Credo, que tiene esa doble vertientes: primero, establecer una verdad indiscutida e indiscutible, que se basa en la revelación divina; esto es, la elección de la vía dogmática y fundamentalista que marcará al cristianismo y la exclusión de todos aquellos que no estén de acuerdo. Una exclusión que adoptará cada vez más una vía violenta.

Desde ese mismo momento, el cristianismo atraviesa por una dinámica de escisiones y la consiguiente aparición de varias religiones cristianas, cada una opuesta a la otra y hasta ahora irreconciliables, a pesar de los esfuerzos ecuménicos. El dogmatismo conduce inevitablemente a los fraccionamientos y al surgimiento de otros dogmas que se oponen a los primeros, o por la disputa de quién es el poseedor del dogma original y de la verdad revelada. Sería interminable narrar todas las guerras que se han producido por esta causa y incontables las personas que han muerto por ella.

CREDO DE NICEA.

Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros lo hombres,
y por nuestra salvación bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.
Amén.

Sin entrar en los detalles teológicos del Credo, los aspectos centrales del dogma están allí presentes: monoteísmo, la divinidad de Cristo, el dogma de la trinidad y la definición de la iglesia como la mediadora única y necesaria entre Dios y los seres humanos.

Segundo, el encuentro y, en muchos casos, la fusión entre el poder civil y el religioso, que se apoyan y sostienen mutuamente. Esta proximidad de la religión al estado ha tenido efectos nefastos a lo largo de la historia, tanto para la gente que vive sometida a este régimen como para la propia iglesia.

Más adelante se sumará el otro elemento faltante en este momento para la plena consolidación de Occidente, que es la gran codificación del derecho romano llevada a cabo por Justiniano y la elaboración de Corpus Iuris Civiles, fundamento de todo el derecho Occidental.

De tal manera que Occidente no empieza en el Año 1, sino en Bizancio, con la fusión de religión e imperio, la constitución de una vía dogmática y la plena integración del derecho romano.

Para un análisis profundo de este tema recomiendo leer a Susan Buck-Morss, Año 1.

Carlos Rojas Reyes