En el mundo de las artes y de modo especial en
las artes escénicas, estamos constantemente confrontados con tendencias
opuestas que nos desgarran; de una parte, la orientación aún persistente de
producir obras integrales, completas, cerradas, muy cercanas a los proyectos
modernos; y de otra, el empuje de la posmodernidad que, a pesar de su crisis,
sigue predominando en las esferas más contemporáneas y experimentales, en las
que se privilegia el fragmento, la disolución, la ruptura de las
significaciones, el performance sobre el texto. Parecería que estamos
condenados a elegir entre uno de los dos cuernos del dilema.
La estética de las conexiones parciales propone
un enfoque y un método que nos posibilite escapar de esta disyunción y que, por
lo tanto, no constituya un retorno nostálgico a cualquiera de las versiones
modernas ni se entregue sin límites a las formas posmodernas que muchas veces
terminan en el vacío total.
Tampoco se trata de un proceso de negociación
que arrojaría como resultado un híbrido, que tome segmentos de cada propuesta
que, paradójicamente, solo incrementarían el peso de lo posmoderno, en donde
todo vale.
Esta estética de las conexiones parciales forma
parte de las estéticas caníbales, precisamente en la medida en que se proponen
escapar del dilema entre modernidad y posmodernidad, cuestión que se siente de
modo particularmente acentuado en sociedades como de América Latina, en donde la demanda de modernidad –y
modernización- no cesa, mientras el arte ha penetrado en el laberinto
posmoderno. Este es un desencuentro que lo sentimos día a día, empantanados
entre esa modernidad imposible y la posmodernidad inútil.
Se trata en este momento de establecer el
significado de las conexiones parciales en el contexto mencionado, como una de
las alternativas que se pueden seguir, como uno de los muchos caminos de salida
que tenemos que tomar, hasta que finalmente logremos escapar de la gravedad
salvaje del capitalismo puro.
Nos encontramos frente a una transformación
ontológica; esto es, a sostener que lo real se estructura de una manera
radicalmente diferente a la que establece el canon metafísico occidental. No se
trata, por lo tanto, de redefinir unas variables específicas o de abrir espacio
a otro tipo de relaciones, sino de cambiar la imagen del mundo.
Digamos, como punto de partida, que el mundo
está formado de conexiones parciales, que estas son las únicas existentes,
desde la cuales se produce la emergencia del conjunto de fenómenos. Esto
implica una doble separación: respecto de cualquier pretendida totalidad de la
cual estas conexiones hicieran parte y alejamiento de la lógica del fragmento
que aunque no tenga un referente unitario, vaga incompleto por el universo.
Pero, ¿qué es una conexión parcial?, ¿cuál es
su modo de funcionamiento?, ¿qué implicaciones tiene para la estética?
El punto de partida de Strathern, en Parcial Connections (Altamira Press,
Oxford, 2004), radica en la imagen del
set de Cantor, en donde interesa la idea de que la descomposición de la serie
arroja elementos idénticos al punto de partida, no importa cuán profundo sea
este proceso. Más allá de esta característica fractal que señala este conjunto,
las conexiones parciales enuncian el tipo de relaciones que se establecen entre
las partes.
Conjunto de Cantor.
Conexiones que se tornan necesarias a fin de
establecer los nexos entre las partes y poder “saltar” entre cada uno de los niveles.
Desde luego, no es posible una acción a distancia a menos que tengamos un
determinado intercambio, tal como sucede en el mundo de la física en donde la
acción de las fuerzas exige un intercambio de partículas.
El mundo no físico no se trata de partículas
sino otro tipo de elementos que soportados por una interface se intercambian
permitiendo el salto y la unión entre las partes y dando lugar a esto que se llaman
las conexiones parciales:
“El set de Cantor captura mi imaginación como
un conjunto de instrucciones para crear saltos entre eventos incrementando la
percepción de un soporte que en sí mismo no se incrementa… Es un ciborg de un
pensamiento porque aplicada a fenómenos no matemáticos tiene el efecto de
mostrar cómo mezclamos nuestras metáforas desde “sus” o “nuestras
experiencias”…” (115)
Como he dicho antes, mirar de este modo el
mundo choca contra el paradigma occidental que postula que las partes tienen que
ensamblarse en una unidad que les permite existir y que les confiere sentido:
“Quizás la ansiedad concomitante Occidental
sobre los esfuerzos por los “ensamblaje” y las “uniones” de aquellos que desesperan de un mundo lleno
de partes y cortes proviene del hecho de
que en donde hay un corte se mira como destructivo, entonces la hipotética
unidad social debe aparecer como mutilada, fragmentada.” (114)
Por el contrario, aquí los cortes, los saltos
del conjunto de Cantor, son los que posibilitan la existencia de las cosas, el
aparecimiento de los significados, la polisemia del lenguaje, el trabajo de la
imagen.
En las conexiones parciales estéticas las
imágenes son imágenes de imágenes. Cada nivel en el conjunto de Cantor remite,
tanto hacia arriba como hacia abajo, a otra imagen; y el nexo, la interface es
imagen e imaginaria. Una imagen se vincula con otra por medio de un tropo, de
un desliz, de un salto, de algún tipo de desplazamiento; solo de este modo
queda abierta a la riqueza de un conjunto de referencias e interpretaciones:
“La percepción explicitada por estas
prácticas excede las convenciones antropológicas de que las imágenes están
abiertas a múltiples interpretaciones, reuniendo diferentes tropos. La
percepción es que más bien las imágenes contienen otras imágenes… Cada una
presenta una muy específica configuración de elemento, pero cada una extiende
sobre la otra su efecto… Consecuentemente, una imagen explicitada desde otra se
desplaza de la misma manera que un cuerpo puede ser abierto para revelar otros cuerpos
que contiene… Un acto de ruptura conecta lo que está separado…” (11)
Sin el salto, sin el tropo, las imágenes
pertenecerían a un todo finalmente cerrado, que terminaría por tener un solo
significado válido, una única relación correcta. El conjunto de Cantor de las
conexiones parciales se convierte en un ciborg, no en el sentido de unir
máquina y organismo, sino de juntar imágenes incomparables pero compatibles
que, precisamente, por ser incomparables se abre el campo de posibilidades de
su compatibilidad y la creación de espacios de significación prácticamente
infinitos, aunque en cada caso pertenezcan a un campo relativamente definido de
expresiones y representaciones. La no coincidencia plena, la imposibilidad de
una relación funcional de una a una, hace que las imágenes, “extiendan” su
acción más allá de la inmediatez de sus referentes o de sus significantes.
“Los saltos parecen darnos algo para
ampliar: espacios para nuestros aparatos prostéticos. Ausencia de experticia,
las características de un pariente, un espíritu vislumbrado explicita su
imaginación mientras que también explicita la percepción de que todas las
imágenes se apropian de imágenes. Un sentido de exceso o insuficiencia,
entonces, de la falta de proporción, de conexiones que siendo parciales
sugieren que podemos extender la percepción de ellas mismas.” (115)
Se llega aquí a una idea clave: “la imagen es
un ciborg”. Para entender esta afirmación debemos llevar la noción de ciborg
más allá de su uso corriente y de su origen. Ciborg en el sentido de entidades
que viven como unidades autónomas, autosuficientes, con sus propias reglas;
pero que en un momento dado entran en composición con otras entidades
igualmente autónomas, en donde ninguna se disuelve, ni pierde sus características,
sino que cada una aporta aspectos que a la otra le faltan o le son extraños,
exteriores. Solo por medio de la composición –en esa formación de mundos
composibles- ese ciborg resultante puede hacer, decir, expresar, cosas que de
otra manera no podría. Amplía el mundo y el sentido del mundo:
“La imagen es un ciborg, una entidad
que es no ni cuerpo ni máquina… Un ciborg no es cuerpo ni máquina en la medida
en que los principios sobre los que sus diferentes partes trabajan no forman un
sistema único. Sus partes no son ni proporcionadas ni desproporcionadas una con
otra. Sus conexiones internas comprenden e integran un circuito, pero no una
unidad singular. Esta es la manera cómo la imagen en Haraway funciona: es una
imagen total pero no una imagen de un todo. Por eso junta lo imaginario con lo
real. La imagen es tanto una entidad, un ciborg conectado con otros en un mundo
imaginario de ciborgs, y de su contexto o puntos de referencia, que es, la
conexión de circunstancias en el mundo de hoy que hacen útil pensarlo.” (36)
Si bien las conexiones parciales del orden
imaginario entran a formar parte de algún “todo”, este siempre es provisional e
incompleto. No es posible una totalización completa, sino la formación de
conjuntos más amplios, que siguen siendo imágenes de imágenes unidas por
interfaces/tropos que, a su vez, forman el núcleo de la imaginación. La pretensión
de una totalidad permanentes, la tentación de que sea completa, conduce a que
dicha totalidad concreta se convierta en una totalidad opresiva, dando lugar al
aparecimiento de las diversas formas de totalitarismos, que proliferan en el
mundo actual.
Una vez dada una conexión parcial, puede
deshacerse, romper los nexos, escaparse del tropo en la que está inmersa y
desplazarse hacia otro espacio; de allí, la capacidad que tenemos de “re-usar,
re-trabajar” las imágenes una vez y otra vez, indefinidamente:
“El fundamento ya está aquí. Re-trabajar
estas preocupaciones no produce simplemente unas series de variaciones o
versiones. En la medida en que una herramienta amplía la capacidad del usuario,
re-usar es también una fresca realización de una capacidad dada para usar la
herramienta del todo, así hablamos de la cultura como algo que siempre está
inventándose. Para una persona, tales imaginarios son posibilitantes, como
extensiones prostéticas. La persona no solo es dibujada en otro contexto, el
espectador o consumidor de otros mundos, sino que se le posibilita actuar.” (116)
Una conclusión de todo esto sería: “Uno
atestigua cómo las imágenes crean imágenes… la gente usa las imágenes como
extensiones de otras imágenes. Cualquier número de significados son posibles.” (81)
Es un apasionante tema las conexión parcial, pero con la explicación del conjunto de Cantor, la imagen va tomando sentido de multiplicidad de multiplicidades, y por ello, lo imaginario es el núcleo de las imágenes que se nos presenta al mundo de los mundos, el autor Strathern da un salto para la comprensión en las artes escénicas, y a la vez, su aplicación en la realidad!!
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