La comprensión de los problemas de la representación
transitan desde la posmodernidad a la “época ciborg”, nos llevan directamente
al corazón de la representación virtual, que escapa a la lógica de la
disolución de las narraciones, de los discursos, de la abolición de los
sujetos, para reintroducir todos estos ámbitos con mucha más fuerza, aunque
desplazándolos radicalmente.
Estaríamos ante un cambio tan profundo aquel
separa la modernidad de la aparición de la ciencia contemporánea, que marca la
crisis -¿definitiva?- de las representaciones posmodernas para dar paso a las
representaciones ciborg. Esta sería una nueva gran discontinuidad en la
historia de los saberes y los discursos.
Mostraré algunas de las líneas de fractura de
los modos de representación previos, a fin de permitir la emergencia de nuevas
tematizaciones y horizontes de sentido antes no existentes y que ahora se
colocan ante nosotros en un nivel tal evidencia, que parecería que no requieren
de una reflexión que los sustente.
Evidencia que proviene de la veloz integración
de las nuevas tecnologías en prácticamente todos los aspectos de la vida
cotidiana, en la constitución de los sujetos y las subjetividades, en la
formación de nuevas subalternidades, que hacen que la distinción entre
artificial y natural se haya perdido. Nada hay tan natural como lo artificial
en el mundo de hoy. Por el contrario, la naturaleza es la que tiene que ser
defendida, la que debe conquistar un espacio propio, frente a la maquinósfera
en la que estamos sumergidos. (Desde luego, esto no significa un regreso
romántico a la naturaleza, sino la necesidad de establecer con claridad el
doble vínculo entre natural y artificial.)
Dos autores servirán para realizar el recorrido
propuesto: Kant y Husserl, paradigmáticos a la hora de definir distintos modos
de representación, que se ubicaron cada uno en el sitio de una gran
discontinuidad.
En el caso de Kant, diríamos que aquello que se
tiene que re-conceptualizar es la forma de la sensibilidad externa e interna;
esto es, el espacio y el tiempo. Primero, mantener el presupuesto de que son
formas, Y luego, mostrar la ruptura de esa forma en dos segmentos, que no están
presentes en la Crítica de la Razón Pura.
Al inicio el espacio-tiempo exterior a la
sensibilidad, pero que le da forma inicial, que determina el régimen de la
sensibilidad que la hará posible. Y después, la forma de sensibilidad en el
sentido kantiano clásico.
El esquema kantiano tendría que modificarse,
incluso terminológicamente: habría una forma de la sensibilidad externa al
sujeto y otra forma de la sensibilidad interna al sujeto, en un proceso de
constante negociación. Cada una estaría constituida por su propio
espacio-tiempo. Un espacio-tiempo exterior al sujeto, que existe allá afuera,
dado de antemano en el universo, con sus propias leyes y que luego atrapado en
un determinado régimen de la sensibilidad –que depende enteramente de la lógica
social y económica-. Un espacio-tiempo interior al sujeto, que se forma en ese
régimen pero que estructura su propio modo de indexación, su particular manera
de existir.
Hasta aquí solo la mitad de la cuestión, porque
habría que añadir el papel de la imaginación –y del orden imaginario- en la
transacción entre las formas de la sensibilidad. Y un aspecto crucial, sin el
cual no estaríamos en la gran discontinuidad ciborg-: ese espacio de la representación
es primordial aunque no exclusivamente, virtual.
En términos de Nusselder, lo que vincula los
ámbitos de la sensibilidad externa e interna es una interface, entendida como
máquina automática –hardware y software- y como orden simbólico social y
subjetivo. Aquí es donde se producen el conjunto de representaciones virtuales.
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