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sábado, 28 de diciembre de 2013

BAUDRILLARD Y EL JUEGO DE ENDER.



(Se recomienda ver la película antes de leer esta entrada, porque contiene spoilers.)
El Juego de Ender (Hood) pueden permitirnos una mejor comprensión del pensamiento de Baudrillard (J. Baudrillard, Cultura y simulacro), especialmente en lo que se refiere a la relación entre real y virtual o, si se prefiere, con la dinámica de los simulacros.
Los niños –que son unos jugadores expertos porque han vivido en el mundo de los videojuegos- son entrenados incanzablemente para la batalla contra los insectos. Como en cualquier videojuego, cada nivel es más complicado y los aspectos de la estrategia de la guerra se vuelven tortuosos.
Los últimos entrenamientos con particularmente difíciles, vívidos, sobre todo porque son derrotados una primera vez y tienen que luchar en el último y definitivo escenario. La estrategia de Ender da resultado y los niños saltan de gusto al haber ganado la simulación. Ellos se sienten preparados para ir a la guerra.
El alto mando militar, que lo ha presenciado todo, se encuentra paralizado. No aplauden, no se ríen, no celebran, apenas un aplauso leve. Hasta que bajan hasta donde están los niños que no alcanzan a entender lo que sucede.
La verdad en toda su brutalidad y transparencia se devela. No ha sido una simulación sino la guerra misma. Acaban de ganar la batalla final y los insectos alienígenas fueron completamente exterminados, el genocidio está completo. Han pasado de la simulación a la realidad sin darse cuenta, con consecuencias extremas. La tecnología tan avanzada les ha impedido diferenciar lo que estaba pasando en el videojuego de lo que sucede efectivamente allá afuera.
Más allá de los aspectos éticos y políticos que serán discutido en otro momento, lo que me interesa resaltar es ese constante flujo entre realidad y simulación, en donde en vez de haber un corte y una separación radical, se crea un continuo: los límites se tornan borrosos y es difícil saber de qué lado estamos.
Avanzando sobre Baudrillard, podemos decir que los procesos de simulación tienen consecuencias sobre la realidad, que quizás nos son invisibles y por eso difíciles de aprehenderlas, de comprenderlas adecuadamente. Cada gesto en el mundo virtual es, de algún modo y en diversos grados, un movimiento en lo real, aunque no fuera más porque allá en el simulador construimos nuestra imagen de lo real, con sus guerras, sus estrategias, con los triunfos y derrotas; e inevitablemente con elecciones políticas y éticas.
Sin embargo, también está el otro lado de este asunto. La realidad solo puede existir efectivamente si atraviesa por su simulacro y cada vez más, muchas veces se queda en mera simulación. (Por ejemplo, la gran simulación que se da en América Latina, en donde los procesos de modernización son el simulacro de la revolución imposible.)
Se torna difícil saber qué es lo que estamos viviendo: estamos en la escena final del videojuego preparándonos para la realidad, aprendiendo a manejar drones o, por el contrario, cuando se aplasta el botón, ya es la vida misma, con sus estrategias fatales en medio de la transparencia del mal.
Esta lógica perversa penetra en prácticamente todos los aspectos de la sociedad. No hay lugar a salvo. ¿Cómo distinguir aquellos que es una obra de arte de su simulacro? ¿Cuántas veces terminamos por comprender que el gesto estético de un artista se ha quedado en la simulación y que la obra no termina por darse? ¿O, mejor, que el simulacro ha reemplazado a la obra de arte, ha abolido su necesidad?
En museos, bienales, exposiciones, se mezclan en un continuo indiferenciado las obras de arte con sus simulacros. Es casi imposible decir cuál es real y cuál se ha quedado en el simulador, como si fuera la escena de un videojuego. Incluso queda la duda de si el simulacro de la obra de arte, no es mejor que la obra misma, de la cual podemos –por fin- prescindir para siempre.
El fin del arte no llega por su disolución en el todo vale o en la performatividad, sino por su completa realización virtual, por la invasión desmesurada de la simulación en el espacio de la obra de arte. (Esto no tiene que ver con la existencia de obras de arte digitales, sino con la irrealidad de muchas de ellas –reales o virtuales- que no concluyen, que se quedan en el espacio de obras en proceso, permanentemente inconclusas y especialmente asignificativas.)

martes, 17 de diciembre de 2013

BAUDRILLARD O EL REVERSO DEL CANIBALISMO.



El pensamiento caníbal tiene entre sus ejes fundamentales, la comprensión de la lógica interna de la cultura dominante, necesitamos conocer sus mecanismos inherentes de funcionamiento, la calidad de sus abstracciones, las tendencias invasivas que no dejan lugar a salvo.
Este entendimiento debe incluir la visualización de los límites, fallas, fracturas del pensamiento occidental. Más aún aproximarse a aquellas posiciones que ponen en jaque los mecanismos de producción y reproducción de los conocimientos y los valores occidentales, desgarrando la densa trama del poder.
En este contexto, los debates propuestos por Jean Baudrillard nos resultarán útiles, no tanto por aquello que propone, sugiere o dice, sino porque es un síntoma exquisito de la quiebra de la razón occidental.
Si el pensamiento caníbal intenta reconstruir la lógica cultural del capitalismo tardío, las teorías de Baudrillard muestren en su máximo esplendor y con toda la ironía, las contradicciones, irracionalidades de la razón occidental, además de abrirse a otras tradiciones del saber, como las gnósticas y maniqueas, que están detrás de la razón posmoderna, aunque oculta en los planos subterráneos.
Por eso, se ha elegido este enfoque que toma a Baudrillard como el reverso del pensamiento caníbal. Sin embargo, hay que introducir un giro en su pensamiento, tal como insistía Husserl, en el sentido de que la crisis no era de la ciencia o el conocimiento en general sino la crisis es de la ciencia europea.
De este modo, podemos leer a Baudrillard como una descripción, muchas veces extrema, de lo que efectivamente pasa en esta época en Occidente y que conduce a su vaciamiento, que nos permite ver el agujero negro de la acumulación capitalista que lo devora toda, incluso aquellas ganancias que vinieron dadas por la democracia y por el estado de bienestar.
Se podría decir que los simulacros y las estrategias fatales le pertenecen a la civilización occidental y a su crisis. Sin embargo, estos elementos no están distribuidos de manera uniforme en el mundo, ahora bajo el signo de la globalización y la profunda crisis sistémica que vivimos.
En América Latina en donde la realidad es tan brutal, por la pobreza, desempleo, marginalidad, inseguridad junto a la ansiedad de modernidad, la relación entre lo real y su doble tiene que ser redefinida. ¿Cómo se expresan estos vínculos problemáticos entre la promesa de futuro y la fatalidad del destino que nos impone el capitalismo tardío vistos desde América Latina?

jueves, 28 de noviembre de 2013

¿QUÉ SON LAS ESTÉTICAS CANÍBALES?



1.       El multinaturalismo y sus implicaciones.
En sentido estricto el pensamiento caníbal toma su punto de partida del multinaturalismo perspectivista, que es su nombre más apropiado. Una clara comprensión de este punto nos permitirá tanto sacar a la luz sus elementos claves así como desprender de ellos las implicaciones para el desarrollo de unas estéticas caníbales.
Viveiros de Castro parte de señalar la inversión radical que significa el multinaturalismo respecto del paradigma predominante en Occidente, que sostiene que hay una sola naturaleza y una multiciplidad de espíritus (o almas) que precisamente perciben ese mundo de distintas maneras.
El perspectivismo desde la mirada Occidental está directamente relacionado con  el relativismo, en donde hay una sola realidad objetiva y lo que cambia son los puntos de vista de los diversos sujetos, que se apropian de un modo o de otro de la naturaleza o de la realidad que está allí afuera, independiente del sujeto.
Mientras que el multinaturalismo perspectivista pan-amazónico se asienta sobre la concepción de que todas las almas o espíritus perciben de modo análogo o similar y tienen frente a sí múltiples naturalezas. Aquí el perspectivismo deja de ser epistemológico y relativista, para convertirse en ontológico.
La condición común a los hombres y a los animales no es la animalidad, sino la humanidad. La gran división mítica muestra no tanto la cultura alejándose de la naturaleza como a la naturaleza alejándose de la cultura.” (Viveiros de Castro 50)
La cuestión no es solo la reconstrucción de esta contraposición desde una mirada externa o neutral, sino en qué medida el multinaturalismo perspectivista altera radicalmente nuestro modo de pensar, la manera de aproximarnos a la estética, la “apropiación” de otros estéticas como las ancestrales, tanto en el arte como el diseño y que llevarían a modificar de fondo el modo cómo comprendemos tanto el arte como el diseño.
El multinaturalismo no solo afirma esa diversidad de la naturaleza, esa variabilidad, las innumerables formas de existencia que encontramos a cada paso, sino que va más mucho más allá, porque es también es un perspectivismo. Mas, ¿qué significa esto sobre todo si tenemos en cuenta que hemos dicho que este perspectivismo tiene un carácter ontológico?
Este entendimiento agente –como prefería llamarle sobre alma o espíritu-, si bien se caracteriza por la unidad, no se apropia de la naturaleza de la misma manera. Los cuerpos –de cualquier tipo que sean- son tales en la medida en que devoran un segmento de lo real a su modo; y este modo hace que sean lo que son.
Perspectiva ontológica significa devenir real adoptando una forma de existencia; esto es, entrando en una particular negociación con el ámbito en donde inicia sus existencia, el tipo de indexación que le corresponde y sin el cual simplemente no podría existir. Quizás podría utilizarse el término de Whitehead de prehensión y aprehensión.
Cada cosa prehende el mundo a su manera; esto es un hecho real, efectivo y no tiene relación con algún aspecto cognoscitivo. Este aspecto vendrá después y la perspectiva epistemológica tendrá que derivarse de la perspectiva ontológica.
Ahora bien, esta prehensión de las cosas sobre las otras cosas, es lo que hace que el universo sea como es, que tengamos esta realidad y no otra, con todas sus variantes o posibilidades. La prehensión es, por lo tanto, constitutiva de lo real, es la forma en que el mundo viene a la existencia, desde las partículas atómicas hasta los seres humanos. Y esto es lo que sería el multinaturalismo perspectivista.
Lo que se está sosteniendo aquí –más allá de la formulación de Viveiros de Castro- es que la teoría pan-amazónica se ajustaría mejor a la realidad que el paradigma occidental que sostiene que hay una sola naturaleza y una multiplicidad de intelectos.
Esto tiene consecuencias gigantescas para el humanismo tal como lo conocemos, porque significa su inversión radical. El concepto de humanidad se extiende por lo menos a todo la esfera de lo viviente, porque  “Lo que el perspectivismo afirma, en definitiva, no es tanto la idea de los animales son “en el fondo” parecidos a los humanos, sino la idea de que, en cuanto humanos, “en el fondo” son otra cosa, son diferentes de ellos mismos.” (Viveiros de Castro 50)
No se trata de que haya una humanidad, tal como sostiene el humanismo occidental, sino que hay una diversidad de humanidades: la humanidad jaguar, la humanidad bosque, la humanidad kichwa y es a su interior en donde se produce la diferenciación entre lo humano y lo no-humano:
“Ni animismo –que afirmaría una semejanza sustancial o analógica entre animales y humanos, ni totemismo- que afirmaría una semejanza formal u homológica entre diferencias intrahumanas y diferencias intra-animales- el perspectivismo afirma una diferencia intensiva que lleva la diferencia humano/no-humano al interior de cada existente. (Viveiros de Castro 51)
Estos conjuntos humanos cuestionan a la humanidad definida en términos abstractos, en un universalismo abstracto y formal, tal como Marx ya lo había criticado en sus escritos iniciales. Así, “La humanidad de fondo hace problemática la humanidad de forma, o de figura.” (Viveiros de Castro 52)
Lo que el perspectivismo amazónico sostiene es que lo que separa a esas humanidades es que son incompatibles, que cada una se apropia del mundo a su manera y al hacerlo, permite la emergencia de un determinado mundo, de una realidad específica antes inexistente: “Hay que tomar toda las precauciones para mantener las perspectivas separadas entre ellas, porque son incompatibles.” (Viveiros de Castro 53)
Y más adelante: “Basta considerar lo que dicen los etnógrafos para percibir que lo que ocurre es exactamente lo contrario: todos los seres ven (“representan”) el mundo de la misma manera: lo que cambia es el mundo que ven.” (Viveiros de Castro 53)
Por otra parte, el carácter de sujeto lejos de quedar reducido a un entelequia cartesiana, narcisista, que solo se define a partir de sí misma, coloca en el centro de su definición la modalidad de agente, la capacidad de tomar segmentos de la realidad y conferirles otra forma, que desemboca en una nueva forma de vida:  
“El relativismo cultural, o multicuturalismo, supone una diversidad de representaciones subjetivas y parciales, incidentes sobre una naturaleza externa, una y total, indiferente a la representación. Los amerindios proponen lo contrario: por un lado, una unidad representativa puramente pronominal: es humano todo el que ocupe la posición de sujeto cosmológico: todo existente puede ser pensado como pensante (existe, luego piensa), es decir como “activado” o “agentado” por un punto de vista; por otro lado, una diversidad radical real u objetivo. El perspectivismo es un multinaturalismo, porque es una perspectiva no una representación.” (Viveiros de Castro 55)
Aunque el peso de la historia y el uso de las palabras nos lleven en una dirección cognoscitiva, hay que insistir en que el término “perspectiva” –como se ha resaltado varias veces- es en primer lugar ontológico y no representacional. No se trata de preguntarse como el jaguar se representa el bosque, sino cómo interviene sobre realidad alterándola, introduciendo otros componentes, otros recorridos, cambiando el modo de vida de otras especies. Y esto es igualmente válido para los diferentes grupos sociales: “Una perspectiva no es una representación, porque las representaciones son propiedades del espíritu, mientras que el punto de vista está en el cuerpo... la diferencia entonces debe ser dada por la especificidad de los cuerpos.” (Viveiros de Castro 55)
En esta redefinición de la humanidad que conduce a las humanidades en el marco del multinaturalismo perspectivista, el cuerpo también cambia de lugar, porque es el que permite la “individuación”, la particularización, de todo lo existente. Ese entendimiento agente colectivo se convierte en esta especie, en este grupo, en esta etnia, en esta especie, exclusivamente por el cuerpo:
“Lo que aquí llamamos “cuerpo”, entonces, no es una fisiología distintiva o una anatomía característica; es un conjunto de maneras y de modos de ser que constituyen el habitus, un ethos, un ethograma… el perspectivismo es un manierismo corporal.” (Viveiros de Castro 55)
Son los cuerpos los que hacen la diferencia –literalmente-, mientras que los entendimientos comprenden el mundo de modo análogo, similar: “Así la posesión de almas similares implica la posesión de conceptos análogos por parte de todos los existentes.” (Viveiros de Castro 56) Entonces en vez de tener una proliferación de epistemologías volcándose sobre paradigmas excluyentes en su comprensión del mundo, lo que cambiaría son las realidades que percibimos, que se nos presenta como epistemologías distintas aunque no lo son.
“En otras palabras, el perspectivismo supone una epistemología constante y ontologías variables: las mismas representaciones, otros objetos; sentido único, referencias múltiples.” (Viveiros de Castro 57)
Porque la naturaleza implica diversidad, variación, constante emergencia de lo nuevo, de lo distinto, que se agrupa en grandes conjuntos marcados por la multiplicidad que, por otra parte, se corresponde de mejor manera con la imagen que la física contemporánea arroja del mundo: “…la bella diferencia cultural. O por el contrario, tomar la multiplicidad en la cultura, la cultura en cuanto multiplicidad.” (Viveiros de Castro 58)