Juan Carlos Rojas Cajamarca
Carlos
Rojas Reyes
Quito – Marzo 2023
1.
Crisis
de la sociedad y del pensamiento.
Ante esta situación podría pensarse que tenemos
un conjunto de teorías, reflexiones, debates, propuestas políticas,
estrategias, a nuestro alcance y, sobre todo, de filosofías que den cuenta de
la situación y muestre los posibles caminos de salida. Sin embargo, la crisis
civilizatoria también ha tocado al mismo pensamiento, llevándolo a a su
desorientación y hacia teorizaciones que se aproximan a la descripción de los hechos
sin proveer de orientaciones efectivas para el presente y futuro de la
humanidad.
Una situación que no solo afecta al pensamiento
comprometido con mantener el orden establecido, sino que toca de manera brutal
a lo que podemos considerar como corrientes críticas, en su gran cantidad de
variantes. Podría parecer una exageración, pero realmente no lo es. En su gran
mayoría estas perspectivas, partiendo de apelar a las sensibilidades y
aperturas que una parte de la población tiene hacia las cuestiones ecológicas,
de género, anticapitalistas, desarrollan grandes teorías mal contenidas dentro
de formatos posmodernos, que se caracterizan en cuanto a su núcleo propositivo
respecto de las crisis contemporáneas por su ineficacia radical.
Esto es por la extraña combinación del máximo
de radicalidad posible en sus proposiciones con la ausencia de propuestas de salida,
aunque fueran provisionales o hipotéticas, o en otros casos, con estrategias
que no se sostienen de cara a la realidad y que muestran su ineficacia. Así que
leemos con ansiedad y expectativa unos largos tratados, libros, artículos,
ensayos, oímos entrevistas y podcast hasta el último minuto, con la esperanza
de que en algún momento se presente a la consideración de todas las estrategias
para salir de la situación; pero, la espera resulta en vano. Los señalamientos
son precarios, las respuestas inaceptables y, como suele suceder muchas veces,
arrojan al lector hacia una especie de resignación: frente a la magnitud de
la catástrofe, poco se puede hacer.
¿Qué consecuencias tiene este choque de trenes
de alta velocidad: lo radical llevado a su extremo con la inoperatividad
convertida en paradigma? ¿De qué manera los postulados extremos que se basan en
grandes aseveraciones metafísicas chocan con la ineficacia a la hora de
enfrentarse a la realidad? ¿Cómo esta barrera contra la que estrellan estas
teorías e interpretaciones de la realidad se vuelven sobre sí mismas como si
fueran uroboros? En todo caso, lo fundamental será mostrar, en cada caso, los
efectos de juntar dos extremos polarizados al máximo y que son, en último
término, contradictorios.
Ineficacia radical que la vemos con plena
claridad en los llamados pensadores de referencia, que son los más citados y a
los que recurrimos una y otra vez. Pero, también ha penetrado con fuerza en
gran parte del pensamiento latinoamericano o tercermundista, especialmente en
esa capa académica de latinos en universidad norteamericanas, como siempre, con
las excepciones que ya tendremos ocasión de exponer.
A pesar del esquematismo inevitable, a manera
de ejemplos que luego serán ampliados, es conveniente citar algunos casos
paradigmáticos de ineficacia radical, autores que son citados incansablemente y
en donde encontramos este fenómeno expresado en toda su magnitud; es decir, se
postulan a sí mismo como el máximo de radicalidad y afirman en la misma
magnitud la imposibilidad de una salida.
Comencemos por el autor que mejor ha expresado
esta ineficacia radical y que lamentablemente es una barrera difícil de
superar, sobre todo porque sus afirmaciones parecerían definitivas e
ineludibles: Martín Heidegger. Aquí encontramos el máximo de radicalidad
expresada en la reducción de todo el pensamiento occidental a un solo hecho: el
olvido del ser como culminación de la metafísica. Y frente a esta situación no
cabe otra cosa que vagar por bosques umbrosos en búsqueda de ese ser perdido al
cual finalmente nunca encontraremos. Como señala con toda lucidez Derrida, se
trata nada menos que de la clausura de la onto-teo-teleo-logía. Nos quedamos
con una presencia que atisbamos, impedidos de representarnos tanto política
como cognoscitivamente. En gran medida el pensamiento occidental sigue
habitando esta clausura; este es el caso del mismo Derrida o de Agamben a pesar
de toda su fuerza crítica. (No está demás señalar que estas apropiaciones
críticas de Heidegger no saldan cuentas con su núcleo fascista. Heidegger ante
esta pérdida del ser en realidad da un paso salvaje al creer que la superación
de ese olvido del ser se encarnaría nada menos que en el fascismo. Heidegger
caminando por las sendas perdidas se topa con el Führer).
En cuanto a Agamben ciertamente ha aportado de
manera considerable y profunda a la comprensión de algunos fenómenos,
especialmente de los mecanismos de funcionamiento del fascismo y de hallar la
lógica de estos en muchos fenómenos contemporáneos, como es el caso de la
prisión de Guantánamo; también es importante su esfuerzo por visibilizar de qué
manera se constituye Occidente en la confluencia del derecho romano con el
mundo cristiano ya desde la época bizantina.
Sin embargo, aquí se visibiliza la manera en
que la radicalidad de su análisis, tal como la encontramos en el Homo Sacer,
desemboca en la parálisis de la acción política, en donde se vuelve realidad la
afirmación de Bartleby: Prefiriera no… La inoperatividad sustituye a la
acción política; la noción de voluntad es anulada; el momento destituyente es
el único válido, por lo tanto, imposibilidad de instancias instituyentes,
porque todas estas contendrían ya un momento opresivo inevitable.
El gesto radical e ineficaz adquiere una
dimensión realmente heideggeriana por su magnitud y profundidad en Boaventura
de Sousa Santos: primero, la reducción de toda un área a un solo fenómeno y
luego la propuesta alternativa que sería un comienzo originario; es decir, la
epistemología occidental en su totalidad sería eurocéntrica y, por lo tanto,
estaría equivoca en su totalidad. Frente a esto, se levanta una epistemología
alternativa, denominada Epistemología del Sur, completamente contrapuesta a la
otra.
Pero, este gesto grandilocuente en realidad no
logra desarrollarse ni en el plano teórico y metodológico ni práctico. Gira sin
cesar en torno a las mismas proposiciones y no logra expresar en qué
consistiría, peor aún construir metodologías que se desprendan de esa nueva
epistemología. En el plano práctico a duras penas, en unos pocos casos, se
revive precariamente las viejas experiencias de la investigación-acción.
La propuesta de Ramón Grosfoguel es mucho más
complicada de sintetizar por la deriva de su pensamiento y por la carga
retórica que a veces impide ver las teorizaciones y elecciones políticas que
están detrás. Grosfoguel tanto en su época decolonial como en la nueva
formulación antiimperialista decolonial arrasa con todo: marxismo, feminismos,
sus antiguos colegas decoloniales, todas las variantes del deconstruccionismo o
del posestructuralismo; la totalidad del pensamiento eurocéntrico y occidental
queda borrada de un plumazo. Simplemente se la dan por superadas.
Al igual que Boaventura de Sousa sus
reflexiones terminan por ser circulares sin alcanzar a desplegar las hipótesis
que propone. En el otro extremo, asombra la palidez de las propuestas políticas
comparadas con la dimensión de la reducción a cero de la teorías imperialistas
y coloniales: se pasa de la decepción de los gobiernos populistas o
progresistas a los cuales había apoyado con igual entusiasmo, a la propuesta de
activismos locales que resisten los distintos tipos de opresión, sin la
posibilidad de formular alternativas y estrategias de largo alcance.
Por el momento, en esta parte definitoria del
análisis, es suficiente con esta aproximación esquemática; más adelante
trataremos a estos autores en detalle para mostrar la dialéctica entre
radicalismo e ineficacia. Desde luego, no estamos afirmando que todo pensamiento
radical sea ineficaz; nos estamos refiriendo a estas corrientes en específico
que pasan precisamente por ser la mejor expresión del pensamiento crítico,
aunque de hecho no lo sean.
Salir de este embrollo no se logrará haciendo
el mismo gesto de reducir todo un fenómeno a una sola variable; luego, negar la
validez de esta y finalmente proponer una alternativa igual de global. La
construcción de un pensamiento radical y eficaz seguirá con seguridad otros
derroteros; podemos referirnos a la interseccionalidad surgida de las luchas de
la negritud, como una propuesta ejemplar que hay que trabajarla, pero que
señala la dirección en la que tenemos que transitar.
2.
Ineficacia.
Si bien se ha visto, brevemente, en qué
consiste cada gesto radical en los ejemplos elegidos queda la tarea de
comprender a cabalidad lo que entenderemos por ineficacia y, a partir de aquí,
analizar la forma de actuación de cada uno de ellos. Se puede tomar como punto
de partida los desarrollos acerca de la ineficacia tal como los encontramos en
el ámbito jurídico. Esto permitirá explicitar los elementos comunes a la
ineficacia radical en sus diferentes corrientes y autores.
Tomemos como punto de partida la noción de
eficacia del acto jurídico como modelo aplicable a la ineficacia radical en una
parte del pensamiento crítico. Se entiende por eficacia del acto jurídico:
A
esta producción de consecuencias jurídicas que se derivan de la naturaleza del
acto jurídico y que son las que las partes buscaron producir con su
realización, la denominamos eficacia del
acto Jurídico.
Dos aspectos se deben resaltar de esta definición: primero, todo acto
jurídico para ser tal tiene que ser eficaz, es decir, producir unos resultados,
tener unas consecuencias. Segundo, las consecuencias se refieren a aquellas que
están contenidas de manera inherente en el acto jurídico y no se alude a
cualquier tipo de efectos que podría causar; a esto se denomina efectos
propios:
Y
es tal cosa lo que ocurre de ordinario: que el acto jurídico produzca lo que se
suele denominar "sus efectos propios" o "normales", los que
han querido generar las partes al otorgarlo.
Así se delimita con claridad lo que es la eficacia de un acto jurídico
que, en el caso de la ineficacia, no niega que haya efectos, sino que no son
aquellos que vienen exigidos por los atributos del acto jurídico, sino otros
que no se le corresponden:
Ahora
bien, si en el lenguaje común ineficacia significa falta de efectos, en sentido
jurídico el término requiere ciertas precisiones ya que la ineficacia jurídica
es "la falta de los efectos que se deducen del contenido del acto, de sus
efectos típicos". Ello no impide, sin embargo, que el acto produzca otros
efectos.
De tal manera
que se entenderá por ineficacia el hecho de que el acto jurídico no produce los
efectos que le son propios y que se esperan de él. Esta situación puede deberse
al menos a dos causas: la falla interna del propio acto jurídico que por
errores estructurales se ha vuelto ineficaz, y las limitaciones externas, del
tipo que sea, que a pesar de la validez del acto jurídico impiden la
consecución de los resultados propios:
…a
veces, provendrá de fallas en la estructura constitucional del acto y se estará
en presencia de "invalidez"; otras veces, el acto será válido -no
tiene defectos en su estructura constitutiva- pero por razones ajenas a su
estructura (que es perfecta) no producirá efectos… Un acto puede ser ineficaz
porque carece de virtualidad para configurar idóneamente una determinada
relación jurídica, o porque, aun cuando ha configurado esa relación
idóneamente, ésta deja de constituir una regulación de los intereses prácticos
que determinaron a los sujetos a concluir el negocio.
Entonces, hablamos de ineficacia
estructural y de ineficacia de hecho. Cuando la ineficacia es estructural el
acto jurídico ha entrado en el campo de la nulidad, que proviene precisamente
de la imposibilidad de alcanzar los efectos propios. La distinción entre
ineficacia y nulidad será de particular importancia para el tratamiento de los
temas de este trabajo.
Si bien toda nulidad es un
subcampo de la ineficacia, no toda ineficacia es nula. Existen actos jurídicos
plenamente válidos que, por diversas razones, son ineficaces, generalmente
porque concurren otros factores externos al acto jurídico que impiden la
producción de los resultados que le son propios.
Ahora apliquemos estas consideraciones de los
actos jurídicos a las teorizaciones radicales ineficaces. En el núcleo de este
análisis ubicamos a las posiciones radicales que funcionan de manera similar a
los actos jurídicos, en la medida en que se postulan a sí mismas como
orientadas hacia ciertas transformaciones sociales, muchas veces con una
intención emancipadora respecto de la sociedad capitalista. No son posiciones
que evaden su compromiso con la realidad, sino que, por el contrario, se
construyen en base de esta.
Estas posiciones radicales contienen resultados
posibles que le son inherentes; por ejemplo, reemplazar la epistemología
occidental por las epistemologías del sur. La ineficacia debe entenderse en
estos casos como la imposibilidad de tener los efectos previstos por la teoría
propuesta. En esta situación la ineficacia se deriva de la estructura de la
teoría en cuestión. Algo falla allí dentro que hace que ese pensamiento circule
sin poder desarrollarse y, por ende, sin lograr ser eficaz, eludiendo aquello
que justamente postula como su meta.
Pero, también puede fallar por razones externas
a los postulados de su pensamiento, por determinados condicionamientos
externos; así, Grosfoguel sostiene que no es la teoría la que falla, sino es la
incoherencia de los gobiernos progresistas la que impide se logren ciertos
objetivos tales como la descolonización de los saberes o la consecuencia con una
posición antiminera.
Insistimos en que la ineficacia del radicalismo
en cuestión no significa que no sea eficaz; así se quiere decir que estas
teorizaciones tienen una multitud de efectos sobre la realidad, pero no
aquellos que le son propios o inherentes a sus postulados; así, son largamente
utilizados de manera retórica para conferir a tesis, artículos científicos,
ensayos, en parte del campo del pensamiento radical.
En el análisis de corrientes y autores este
enfoque se tomará en cuenta para distinguir entre los efectos esperados y
contenidos en la teoría, y los resultados que no le son inherentes de manera
explícita, pero que de todas maneras se producen.
La aplicación del concepto de nulidad de los
actos jurídicos como producto de su ineficacia necesita de un desplazamiento
para ser utilizada en la ineficacia radical. La nulidad, o invalidez jurídica,
se transforma en invalidez epistemológica y epistémica y, consecuentemente, en
un cuestionamiento de su valor de verdad.
La pregunta que tiene que hacerse a las
teorizaciones radicales ineficaces retorna desde la ineficacia hacia la propia
teoría interrogándose por su validez y veracidad: ¿son conocimientos
científicos?, y en caso de serlo, ¿qué valor de verdad tienen? Ciertamente que
todo esto suele resolverse en términos de grados de validez y de verdad, y
difícilmente en una negación completa de las teorías en cuestión. Se evita, de
este modo, repetir el gesto radical que reduce a nada todo el conocimiento
eurocéntrico y occidental.
En otros términos, establecer la ineficacia de
un pensamiento no puede dejar ileso a este desde la perspectiva de su capacidad
de entender adecuadamente la realidad. La obtención de resultados que no son
propios de los postulados de la teoría regresa sobre esta cuestionando su
validez, alterando en algún grado su valor de verdad. Por ejemplo, la adhesión
al fascismo por parte de Heidegger altera, y esto habría que aclararlo con
precisión, el valor de verdad de los postulados de su obra.
Esto no significa que hay una relación lineal,
de causa a efecto, entre ineficacia y validez y valor de verdad; quiere decir
que se debe mostrar sus vínculos, la dialéctica que los ata en cada caso de
manera muy específica. Con otra terminología se alude a la insuficiencia de
considerar a la praxis como el criterio de validez y verdad, aunque esta forma
parte de dicho criterio sin agotarlo, sin ser exhaustivo.
Toda falla en la praxis obliga a reconsiderar
la teoría para explicar por qué ha sido ineficaz y en qué medida esta
ineficacia proviene de errores inherentes a la teoría y en que partes se debe a
circunstancias externas que han impedido su realización. Lo más frecuente suele
ser una combinación de los dos factores en diversos grados.
3.
Trece
proposiciones.
La acumulación de distintos tipos de crisis nos
lleva a afirmar que estamos en el largo inicio de otra época. Las respuestas
formuladas para otros tiempos ya no son válidas, si es que alguna vez lo
fueron. Estamos ante la situación paradójica de tener frente a nosotros
teorizaciones, incluso aquellas con claras intenciones políticas liberadoras,
que se muestran como insuficientes o inadecuadas para resolver los grandes
desafíos de la humanidad. Y, al mismo tiempo, no tener todavía teorías y
estrategias alternativas, que ahora son esbozos de unos conceptos emancipadores
por venir y en los que tenemos que apoyarnos de manera decidida.
Por esto, no queda otra opción que comenzar por
señalar aquello que consideramos inadmisible, porque no tiene ni la capacidad
explicativa ni una perspectiva estratégica orientada de la acción urgente que
se tiene que llevar a cabo. Tenemos que decir: no más de lo mismo y
tratar de salir de un pensamiento que ha llegado a un callejón sin salida y que
insistentemente repite los mismos presupuestos metafísicos, variando únicamente
el matiz, los detalles. O, en otros términos, qué presupuestos tenemos que
cuestionar a fin de poder avanzar.
Estas proposiciones no son una especie de
origen absoluto; tienen en algunos casos una larga tradición y en otros,
desarrollos aunque sea iniciales que indican un camino para transitar en la
búsqueda de salir del entrampamiento actual de la ineficacia radical, sus
teorizaciones y la ausencia de propuestas para el futuro. De hecho, en cada
caso, ya encontramos alguna corriente o autor que intenta desprenderse de la
pesada carga de la posmodernidad y avanzar hacia nuevos enfoques o
redefiniciones de propuestas clásicas que requieren ser repensadas.
3. 1. La
contraposición entre presencia y representación.
El interminable juego, con claros orígenes y
fundamentos teológicos cristianos, entre presencia y representación ha sido
ganado por la primera en detrimento de la segunda. De la crisis de la
representación moderna e ilustrada se pasó, por un desliz nada inocente, a la
negación del gesto moderno y luego a la abolición de toda representación.
Situación paradójica en un mundo en el que los
modos de representación proliferan de la mano de los medios y plataformas
digitales, y en el que sus otras expresiones también viven un estallido sin
límites, como es la política y la teatralidad. Desde luego, los nexos entre
estos modos quedan ocultos bajo la apelación constante a una presencia que se
torna inalcanzable.
Frente a esta situación solo cabe reafirmar la
necesidad urgente de reflexionar sobre el triple modo de representación que
estructura el conjunto de nuestra existencia: cognoscitiva, política y
dramática, analizando la intrincada red tejida entre estos tres componentes.
Efectivamente cualquier acceso a una presencia, como puede ser la del cuerpo,
los afectos o ciertos órdenes simbólicos, únicamente puede lograrse con la
plena intervención de las representaciones.
Ante el conjunto de dualidades que irán
apareciendo y cuya resolución hasta ahora no ha sido posible, una estrategia de
doble vínculo se constituye en buen punto de partida: no renunciar a ninguno de
los dos polos, oscilar constantemente entre ellos, indagar por los
procedimientos de paso entre uno y otro, cuestionar a cada uno desde la
perspectiva del otro.
3. 2. La
imposibilidad de las reducciones absolutistas.
Partiendo de la matriz heideggeriana se
repiten, en diversas versiones, esta doble lógica secuencial: se reduce toda
una realidad a un solo fenómeno y, a partir de esta negación, se postula un
nuevo origen que es simultáneamente fundamento. Negación de toda la metafísica
occidental al llamado “olvido del ser” e instauración de la búsqueda del ser
como destino de Occidente.
Movimiento conceptual que se encuentra de igual
manera en el posestructuralismo a través de las grandes afirmaciones: todo es
flujo y devenir, la clausura de la onto-teo-teleo-logía, el acontecimiento como
el principio explicativo de la historia, entre tantos otros ejemplos. Más
recientemente, las corrientes denominadas decoloniales realizan el mismo gesto:
todo lo que proviene de Europa tiene que ser negado por su “eurocentrismo” y
frente a esto se inaugura precisamente el pensamiento decolonial, que sería el
único modo originario de pensar y que se pretende como completamente
incompatible, epistemológica y epistémicamente, con el saber y la ciencia
occidentales.
Estas reducciones absolutas no son posibles ni
viables y conducen a encerramientos sectarios, a aislamientos que más bien
impiden delinear teorías y estrategias para un mejor futuro de la humanidad.
Por el contrario, tenemos que apropiarnos y aprovechar todas las teorías
críticas con sus distintos componentes y allí dar los debates necesarios para
elegir un camino a seguir, evitando un eclecticismo que es igualmente
paralizante.
En este ítem se puede elegir a la
interseccionalidad como la base sobre la cual levantar el resto de los debates.
Si bien esta todavía se presenta como una sumatoria de perspectivas que
colapsan en luchas concretas nos muestran la irrenunciabilidad de las batallas
imprescindibles en torno a género, clase, raza y los derechos de la naturaleza.
De igual manera, el establecimiento de las
conexiones parciales que cruzan todo este campo de enfrentamientos entre las
formas de dominación y las resistencias múltiples será indispensable de tener
en cuenta a cada paso.
3. Hacia
una nueva formulación de la humanidad.
Si la humanidad entera está en peligro por las
crisis ecológica, económica, sanitaria, de sentido y futuro, como consecuencia del
capitalismo y su modo de vida. Fenómenos como el de la guerra de Ucrania nos
afecta directamente tanto en lo económico como en la percepción que tenemos del
mundo. Aunque sea una cosa tan repetida: vivimos en un sistema-mundo cada vez
más interrelacionado. Esto no significa negar los acontecimientos nacionales o
locales que tienen su autonomía relativa, sino considerar en cada momento el
doble vínculo que une lo universal con lo local. Por lo tanto, ya no se puede
pensar globalmente y actuar localmente. La exigencia de la acción global y
local es nuestro desafío. Las respuestas puramente locales y sectoriales, por
más justas que sean, son insuficientes.
Es indispensable volver a pensar la humanidad
como tal, más allá o más acá de los posthumanismos; y construir teorías
suficientemente potentes para dar cuenta de los fenómenos universales en los
que estamos sumergidos. ¿Hará falta un nuevo humanismo? ¿Habrá que extender el
concepto de humanidad de tal manera que incluya a todos los seres vivos y a
todas las representaciones simbólicas, incluidas las traídas por los mundos
virtuales?
3. 4. Reintroducir
la teleología en nuestras consideraciones.
Uno de los aspectos más atacado por la
posmodernidad es el tema de la teleología: no habría más finalidad, porque
implicaría un determinismo inaceptable y conduciría a escatologías de diverso
tipo. Pero, como lo estamos viendo en los presupuestos analizados, se traslada
rápidamente de la crítica, seguramente justa, a las teleologías deterministas
que obligan a que la historia siga un curso obligatorio, a la negación de toda
teleología. De la crucial crítica de la noción moderna de progreso se desprende
la clausura de toda teleología.
Ahora, mucho más que en cualquier otro momento
de la humanidad, es indispensable saber hacia dónde vamos, proponernos metas
grandes y de largo alcance, insistiendo todo el tiempo en que no hay finales ya
decididos y que el futuro de la humanidad está abierto dependiendo de lo que
hagamos todos.
Retomar las cuestiones de la teleología lleva
directamente a dos cuestiones adicionales: el sentido y el pensamiento
estratégico; es decir, pensar en términos de finalidad abierta no determinista
trae consigo el otorgamiento de un sentido colectivo e individual a la
existencia, aunque no esté dado de antemano y no siempre podamos definirlo con
claridad.
Por otra parte, exige la elaboración de un
pensamiento estratégico, al que tenemos que liberar de su secuestro por parte
una lógica administrativa o de los negocios capitalistas y construirlo como
aquellos caminos que tenemos que recorrer para llegar a las metas propuestas en
una perspectiva emancipadora.
La teleología resultante no será impuesta desde
fuera por cualquier procedimiento trascendental a la realidad, sino que
emergerá de un plano inmanente y será considerada como una autoteleología; es
decir, como una meta de largo alcance que nos dotamos a través de acuerdos
colectivos.
3. 5. Exigencia
de una racionalidad.
En un mundo en donde sentimos la avalancha de
la irracionalidad y de las perspectivas conspiradoras la exigencia de una
racionalidad suficiente, coherente, adecuada, está puesta en primer lugar. Esto
significa defender la racionalidad contra los ataques innumerables; lo que
implica mostrar los límites de la razón capitalista precisamente para llevar a
su plena realización, en vez de retroceder a formas oscurantistas.
Aquí surge la cuestión de la ciencia: en primer
lugar, valorar los hallazgos científicos como una guía de comprensión y manejo
del mundo; y desde este punto de partida cuestionar los límites impuestos a la
razón científica que provienen del capitalismo, que impone sobre ella la lógica
de la ganancia, provocando las distorsiones a las que vemos que está sometida.
¿Qué racionalidad debemos defender?, ¿a partir
de qué saberes y conocimientos hay que construirla?, ¿qué permanece cómo válido
y qué es caduco en la razón científica predominante?, ¿cómo pueden dialogar
diversas racionalidades provenientes de distintas formas de vida?, ¿de qué modo
la razón puede conducir al afecto?
3. 6. Las
dos direcciones de la tecnología.
Achacamos a la tecnología los males que sufren
nuestras sociedades. Sin embargo, las tecnologías no son por ellas mismas
buenas o malas, salvo contadas excepciones. Las tecnologías pueden ser
instrumentos de opresión o de liberación. Generalmente provocan efectos
contradictorios: con las redes sociales todos pueden escribir y hablar, aunque
como vemos se convierte fácilmente en el lugar de la banalidad, de la
conspiración y de la proliferación de información carente de todo sustento
válido.
La tecnología puesta al servicio del capital y
de la ganancia arroja resultados destructivos sobre la sociedad y la
naturaleza. Pero, cualquier proyecto liberador no podrá darse sin el desarrollo
y uso de tecnologías suficientemente potentes y capaces de mostrarnos una
salida hacia adelante. Además, las tecnologías que tenemos frente a nosotros
llegaron para quedarse. La cuestión ahora es cómo usarlas correctamente, cómo
ponerlas a trabajar para la resolución de los problemas de la humanidad; por
ejemplo, cómo hacer que sirvan para fortalecer procesos verdaderamente
democráticos.
Ahora mismo estamos expuestos al estallido de
la inteligencia artificial. Esta se vuelve una amenaza efectiva contra los
puestos de trabajo y puede provocar una ola de desempleo. Ahora la cuestión es
cómo ponerla bajo el mando de otra lógica: permitir que todos tengan trabajo
con menos horas laborales y salarios dignos, apoyándonos precisamente en
entregar a la inteligencia artificial las tareas repetitivas y rutinarias.
Podría servir para llevar la creatividad a un nivel superior tomando como punto
de partida lo que se produce de manera automática y artificial.
La tecnología es un campo de batalla en la
participamos día a día y en el que se juegan en gran parte el destino de la humanidad.
7. El
lugar de los afectos.
Es común oponer los afectos y sentimientos a la
razón; incluso en algunos corrientes de pensamiento se llega a sostener, por
ejemplo, que tanto la cultura ancestral como el “ser latinoamericano” serían
ante todo emoción opuesta a la racionalidad occidental: así se habla de
“corazonar” o de un “sentipensar”. Aunque se de un reconocimiento del valor de
los afectos, esta contraposición es insostenible.
Los afectos por sí solos no son buenos o malos
automáticamente. Como vemos en algunos fenómenos políticos de ultraderecha se
apela a los sentimientos más bajos de las masas, se apela a los comportamientos
impulsivos e irracionales. De allí, que los afectos deban ser guiados por la
razón, por la reflexión y las representaciones.
Esto no desmerece de ninguna manera la importancia de los afectos, solo se trata de impedir que a nombre de ellos se deje penetrar a las corrientes más retrógradas de la extrema derecha. Además, no hay sentimientos que carezcan de alguna forma de representación y, más aún, de una expresión en el lenguaje.
8. La verdad de los cuerpos.
Decepcionados de la mente, hartos de una razón
que no nos lleva a ninguna parte, inconformes con una ciencia al servicio del
capital, se recurre con frecuencia a los cuerpos. Estos serían los poseedores
de una verdad inmediata e incontrovertible sobre la cual pudiéramos apoyar
nuestras vidas enteras. Reconciliarnos con nuestro cuerpo sería la nueva forma
de redención. Estas posiciones invierten el dualismo mente-cuerpo tan típico de
la modernidad y la tradición judeocristiana, ahora en favor del cuerpo.
Pero, los cuerpos carecen de una verdad que nos
otorguen gratuitamente. Entonces hace falta volver a la unidad de mente y
cuerpo, aunque la ciencia no haya podido dilucidar el modo en que el espíritu
emerge de la carne y la neurociencia esté lejos de explicar lo que es la
consciencia.
Ciertamente que, como ha mostrado Foucault, el
cuerpo es un lugar en donde el poder se ejerce. Sin embargo, su liberación solo
podrá darse a través de la emancipación de la mente. No puede haber un cuerpo
libre en una mente alienada. Así, conviene regresar a las representaciones y
tecnologías del cuerpo a fin de resistir a la máquina de dominación
comprendiendo la manera en qué funcionan.
Finalmente ¿qué cosa es un cuerpo?, ¿qué es un
cuerpo humano constituido por sus órganos y necesidades vitales, además de
sensaciones y percepciones?, ¿cómo juntar mente y cuerpo?, ¿cómo escapar a la
tecnología capitalista de los cuerpos?, ¿en qué medida vamos aceleradamente
hacia cuerpos artificiales llenos de distintos tipos de prótesis y
transformaciones biotecnológicas?
3 9. Confrontar
ontologías y epistemologías.
Hay una polémica abierta en torno a ontologías
y epistemologías; esto es, a la manera en la que están conformados los mundos y
su respectivo conocimiento. Proliferan estas perspectivas cada una con su
pretensión de verdad. Por esto, introducimos algunas exigencias que permitan un
primer nivel de orientación en estos campos.
Las diversas ontologías deben ser confrontadas
entre sí, en cuanto no pueden ser verdaderas al mismo tiempo. Al afirmar que el
mundo es de una determinada manera con su particular modo de existencia, de
hecho, está negando a otros modos de existencia. Un análisis minucioso de cada
ontología es una tarea por emprender, comprendiendo que dicho estudio se hará
ineludiblemente desde un punto de vista.
Las epistemologías se desprenden de las
ontologías y este nexo requiere de su explicitación. Por su parte, las
epistemologías, al igual que las ontologías, no pueden ser verdaderas al mismo
tiempo. Algunas de ellas deben estar equivocadas en su comprensión del mundo,
en la manera en que percibe la producción del conocimiento tanto en su validez
como en su verdad.
Por otra parte, dada las interrelaciones
profundas entre las ciencias, no puede haber una crítica unilateral de las
ciencias sociales y las humanidades, dejando de lado a las ciencias naturales.
Este tipo de posiciones es, en realidad, frecuente. Por ejemplo, en el caso de
Boaventura de Sousa Santos hay una referencia exclusiva a las ciencias sociales
y a lo que él denomina “epistemicidio” de otras formas de conocimiento por
fuera del pensamiento occidental y eurocéntrico; pero, se constata un silencio
abrumador sobre las ciencias naturales y la tecnología.
10. Destitución
e institución.
La crítica del poder, la política y los
partidos políticos, justa en la mayoría de los casos, lleva a este núcleo
conceptual paradigmático y que es asumido como un postulado incuestionable: la
destitución y el espontaneísmo son los modos en los que escapamos de la lógica
de la dominación y el poder. Lo único que podemos hacer es paralizar, en los
sitios en donde sea posible, la máquina del poder, sobre todo del estado.
Cualquier movimiento que quiera instituir, producir niveles políticos u
organizativos, terminaría por caer en la trampa del poder.
Frente a esto, nuestro punto de partida es la
exigencia de la formulación de formas de institución, en donde se incluya tanto
la cuestión de la organización como de los partidos políticos que, por otra
parte, no han dejado de ser el eje de la democracia y los instrumentos
privilegiados de dominación.
La idea de una intervención social con intención liberadora sin instituciones ni organización desgraciadamente coincide con el modelo de los populismos y las corrientes de extrema derecha: hiperlíder con una supermasa. El elogio del espontaneísmo y de los movimientos sociales libres y fluidos ha sido una de las mejores expresiones de la ineficacia radical.
11. En defensa de la verdad.
La posmodernidad nos arrojó de lleno a la
posverdad como una de las necesarias consecuencias de sus presupuestos,
especialmente el descrédito del conocimiento científico y la relatividad de
todo saber, a más de su fragmentación. Así desembocamos en la era de la
posverdad que coloca ante nosotros la tarea indispensable y urgente de reintroducir
la cuestión de la verdad. Y todo esto acompañado del fundamentalismo que invade
prácticamente todos los campos de la vida social.
Entonces ¿cómo regresar a la cuestión de la
verdad?, ¿desde qué lugar teórico y práctico retomar estos debates necesarios?,
¿de qué modo enfrentar la oleada de irracionalismo que se apoya en la negación
de la verdad?, ¿cómo evitar los dilemas a los que somos conducidos con tanta
frecuencia en este tema?
Aunque no se esté completamente de acuerdo con
los planteamientos de Ferraris muestra con mucha agudeza el camino a seguir y
los posibles recorridos para superar la posverdad y evitar, al menos
provisionalmente, los principales obstáculos que se presentan en la persecución
de la verdad.
3 12. Activar
el operador trans*.
Con la finalidad de cuestionar los diversos
órdenes establecidos y la persistencia de los modelos de dominación y opresión activamos
el operador trans*. Si bien la noción de trans proviene de los debates y
experiencias de lo transgénero en su oposición a la visión reductiva de la heterosexualidad,
la desprendemos de su referencia inmediata y la generalizamos como un operador
con capacidad de actuar en ámbitos alejados de su origen.
Hace falta repensar la ontología de lo trans*,
ya que esta, si bien tiene como consecuencia un ordenamiento clasificatorio, su
fundamento está en otra parte: determina los modos de ser de los entes. Así que
la pregunta enteramente ontológica surge: ¿cuál es el modo de ser o existir de
lo trans*? Y creo que aquí hay que introducir la forma trans*, en el sentido de
que como forma es al mismo tiempo formada y formante, producida y productora, y
que aquello que es su núcleo radica en que su ser está en permanente oscilación
entre el proceso y la estructura, entre la fluidez y la regularidad, entre
disrupción e irrupción, destitución e institución, devenir y plano de
consistencia
3 13. Crítica
de la economía política.
Como ha ido apareciendo en estos puntos de
partida para una reflexión eficaz que nos permita enfrentar las crisis de la humanidad,
una constante de la cual no podemos prescindir es el capitalismo, ahora
convertido en el único sistema dominante y hegemónico a nivel mundial, luego de
la derrota de los socialismos realmente existentes.
Un enfoque anticapitalismo atraviesa todas
afirmaciones provisionales propuestas como marcas de inicio, abiertas en
múltiples direcciones, que habrá que recorrer. En todo caso, sin un
posicionamiento claro respecto del capital y sus alternativas difícilmente se
escapará del radicalismo ineficaz.
Esto implica el desarrollo de una economía
política y la comprensión de que sin una perspectiva de clase no será posible
salir de las crisis que enfrentamos como humanidad. Es decir, sin tomar en
cuenta al trabajo y a los trabajadores para cualquier estrategia de
emancipación.
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