El interés central de estas
lecturas sobre Rancière versan sobre el concepto de régimen
estético, para mostrar tanto lo que tomo de este como los desplazamientos que
se provocan, a fin de dar cuenta de los fenómenos que nos interesan. Comienzo
por su libro Aisthesis, Scènes du régime esthétique de l'art. (Rancière)
Entender el
arte, en Occidente, para Rancière, tiene que ver con la afirmación de que el arte desde la modernidad ha entrado
en un régimen estético que determina su lógica; esto es, su modo de existencia
como aquello separado y contrapuesto a lo ordinario y a lo cotidiano:
“Estas metamorfosis no son fantasías
individuales sino la lógica de este régimen de percepción, de afección y de
pensamiento que propongo llamar régimen estético del arte.” (Rancière 12)
“Este libro trata en catorce escenas de un
solo sujeto. Esta está dado por el mismo título: Aisthesis. Estética es el nombre de la categoría que, después de
dos siglos, designa en Occidente el tejido sensible y la forma de
inteligibilidad de aquello que llamamos arte.” (Rancière 9)
Concebir
estéticamente el arte llevó a que la sensibilidad se configure de forma
radicalmente distinta de la mímesis y que las experiencias posibles cambiaran
complemente de registro. Nuevas experiencias se volvieron posibles y otras
dejaron de serlo, por estos cambios:
“Tales conceptos dependen ellos mismos de
una mutación de las formas de experiencia sensible, de maneras percibir y de ser afectado. Ellos formulan un
modo de inteligibilidad de sus reconfiguraciones de la experiencia.” (Rancière 9)
Mímesis y aisthesis
dejan nombrar estructuras inherentes al arte, direcciones que unos artistas o
críticos pudieran tomar y se convierten en grandes periodizaciones del arte; o,
más estrictamente, en el surgimiento del arte como esfera separada, aunque Rancière se inclina a sostener
que el arte tiene un comienzo absoluto con su determinación estética.
“Sin duda mimesis y aisthesis toman
aquí otro sentido, porque ellas no designan categorías internas al arte sino
regímenes de identificación del arte.” (Rancière 11)
Todo esto
pertenece al ámbito sociológico, que es en donde debe estar la estética, porque
se trata del conjunto de condiciones sociales de la producción y circulación
del arte, reguladas por su régimen. A partir de allí, las personas percibimos e
interpretamos esta percepción siguiendo la lógica que está impuesta, que no es
otra que la ya señalada: el arte como esfera separada del mundo ordinario.
La crítica, la
filosofía del arte, las reflexiones, los debates, entran a ser parte de esta
serie de regulaciones de lo sensible, porque estas las orientan, las dirigen,
las someten con igual fuerza a su lógica:
“El término Aisthesis designa el modo de experiencia según el cual, después de
dos siglos, nosotros percibimos las cosas más diversas por sus técnicas de
producción y su destinación como perteneciendo al mundo común del arte. No se
trata de la “recepción” de las obras de arte. Es la acción del tejido de
la experiencia sensible en el seno en
que son producidas. Son las condiciones bastante materiales –los lugares de realización
y de exposición, de formas de circulación y de reproducción-, pero también de
modos de percepción y de regímenes de emoción, de categorías que los
identifican, de esquemas de pensamiento que les clasifican e interpretan.” (Rancière
10)
No entró a
discutir aquí la validez de la contraposición entre los regímenes miméticos y
los estéticos en la historia del arte. Me interesa resaltar el concepto de régimen
que, para mí, está bastante cerca de Foucault.
Se desprende
del texto de Rancière
que un régimen en una lógica; esto es, un conjunto de reglas para un mundo dado.
Lógica que es ante todo social, porque se refiere a su modo de existencia
efectivo, en sus diferentes ámbitos: cómo se produce y se reproduce, cómo
circula y cómo se distribuye. El régimen contiene la economía política de ese
mundo.
Mas, como insistirá Foucault, un
régimen es productivo: nos dice qué podemos sentir, qué podemos pensar, qué
formas de existencia son aceptables y cuáles no; e incluye, las
interpretaciones filosóficas, científicas, de las opiniones y las ideologías.
Ahora se trata de volver sobre el
“régimen estético” del arte. Aquí se introduce un desplazamiento significativo,
porque encontramos que en Rancière, estética y arte quedan pegados el uno al
otro, como correlatos. La crisis del régimen estético del arte, lleva al arte
en una determinada dirección, llamada posmodernidad.
Sin embargo, no se hace la
pregunta sobre el destino de la estética. Michaud, entre otros, ha mostrado cómo
la estética al desprenderse del arte, se traslada a otras esferas: el diseño,
la publicidad, la moda, los videojuegos, los mundos virtuales.
El régimen estético al liberarse
del arte, muestra su rostro escondido: la sensibilidad y la imaginación; porque
con igual fuerza estos dos fenómenos se deslizan alejándose del arte
posmoderno, que entra en su fase de banalidad, de simulacro de sí mismo.
La propuesta nuclear en esta
reflexión es que el régimen estético ahora es el régimen estético de la
sensibilidad y de la imaginación de nuestra época. La producción capitalista ha
entrado de lleno en su momento estético al igual que la producción cultural,
mientras el arte vira el rostro y prefiere mirarse en el espejo. La banalidad
del arte es su momento narcisista: solo alcanza mirarse a sí mismo y está
encantado con lo que ve. No encuentra otra alternativa que suicidarse.
Curiosamente, fragmentos de arte
escapan al régimen estético del arte y a su crisis; y comienzan a manifestarse
precisamente en esas otras esferas: el anime, el manga, los videojuegos, el
arte locativo de la realidad aumentada.
Bibliografía.
Rancière, Jacques. Aisthesis. Scènes du régime
esthétique de l'art. Paris: Gallilée, 2011.
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