Desde el mismo momento en que se
menciona “la educación estética”, esta colapsa en la educación artística,
porque tanto la educación como el arte dependen de un mismo régimen, que los
coloca como ámbitos separados que deberían entrar en un particular tipo de
relación. Se tendría que elaborar algún tipo de didáctica que aproxime a los
espectadores al hecho artístico –y por ende estético-
Se trata, en este caso, de ir más
allá, de desbordar este paradigma y de colocarnos de entrada en otro lugar. La
educación estética como educación artística ha estallado doblemente: primero,
porque el hecho educativo como tal está cuestionado –Freire, Lewis- y porque la
estética ha escapado de la esfera artística.
Como Michaud señala, la belleza
ya no es la meta que la obra de arte tiene que alcanzar. La belleza la
encontramos en el diseño, en la moda, en la tecnología y tiene que ver más como
las estrategias de la publicidad antes que con los artistas.
Aunque merece una detenida
discusión, creo que hay dar un paso atrás del gesto moderno y quedarse en el
balbuceo kantiano; esto es, la estética tiene que ver con la sensibilidad.
Ciertamente, se produce un desliz que inaugura la modernidad, que lleva
directamente a entender la estética como referida a la belleza y por lo tanto,
al arte. De allí en adelante se tratará de ver cómo los distintos regímenes
estéticos –en este sentido reducido- la interpretan y lo transforman sin
salirse de su matriz.
La posmodernidad altera
radicalmente esta relación, en la medida en que aísla el gesto estético del
momento artístico; más aún, la dirección que toma es la opuesta: la negación de
la belleza como tarea misma del arte y el privilegio de la acción sobre la
poética.
Desplazo el punto de partida
hacia Spivak: la educación estética es la educación de la sensibilidad y de la
imaginación, que es la única que podría aproximarnos al subalterno, aunque
nunca lo alcancemos porque es un “objeto” imposible.
Digamos que la estética tiene que
ver con la sensibilidad y con la imaginación, porque las dos no pueden ir
separadas, se implican mutuamente. No hay sensibilidad sin el orden imaginario;
y el orden imaginario tiene que ver directamente con la sensibilidad.
Pero, ¿qué es la sensibilidad? La
respuesta no es ni simple ni fácil, porque si bien se puede afirmar que es
aquello que penetra por los sentidos, este es solo su inicio y no agota el
fenómeno de lo sensible. Precisamente es en este momento en donde entra a jugar
su papel la imaginación.
El otro gran campo que hay que incluir
en este primer acercamiento es la política. Ranciére habla de políticas
estéticas y de la educación estética, que conduce a un espectador emancipado.
La educación de la sensibilidad y de la imaginación, tanto para Ranciére como
para Spivak, son directamente una cuestión política.
Los términos sobre los cuales hay
que reflexionar son: estética, educación, sensibilidad, imaginación, política.
Cada uno nos llevará a determinadas consecuencias que se relacionan con los
temas de la emancipación, del otro en su sentido más radical, del oprimido, del
obrero.
Quizás se hace necesario una
ampliación de la noción de régimen de la sensibilidad, de tal manera que
incluya todos estos componentes. (Otro concepto candidato podría ser: campo
estético.)
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