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sábado, 11 de enero de 2014

EL SÍMBOLO CONVERTIDO EN MERCANCÍA. (Baudrillard)




En un siguiente momento, en la  Crítica de la economía política del signo (J. Baudrillard, Crítica de la economía política del signo), se traslada desde la lógica de los objetos hasta la de los signos y se plantea lo que sucedería si aplicáramos la crítica de la economía política ya no al fetichismo de la mercancía –y a los límites que encuentra en esta-, sino a los signos, con sus significantes y significados.
Por eso se vuelve necesario, para Baudrillard, introducir en la economía política dos elementos adicionales al valor de uso y al valor de cambio, que son los que introducen en esta economía política, el orden simbólico:
“La génesis ideológica de las necesidades postulaba cuatro lógicas diferentes del valor:
-          lógica funcional del valor de uso;
-          lógica económica del valor de cambio;
-          lógica diferencial del valor/ signo;
-          lógica del intercambio simbólico.” (J. Baudrillard, Crítica de la economía política del signo 138)

La primera novedad radica en que no tenemos solamente el signo, sino su dualidad: en tanto significado, que tendrá una similitud con la función del valor de cambio y el significado que será equiparado al valor de uso. De este modo puede denominarlo: lógica diferencial del valor/signo. Es este valor/signo el que queda atrapado en el momento del consumo, de realización del valor, porque dejamos de lado el significado aquello que adquirimos para comprar y usar, y nos quedamos con su apariencia, con su significante.

El significante se comporta, en esta lógica diferencial del valor/signo, de manera fetichista: ya no importa el significado, lo que se dice, la carga simbólica de los objetos y las palabras, sino su apariencia. Las relaciones entre los signos aparecen como meras relaciones entre los significantes y desaparecen los significados. (Se puede ver en estos razonamientos las bases de su teoría del simulacro y de la banalidad de la cultura contemporánea, que desarrollará en textos posteriores.)

De la misma manera que el valor de cambio oculta el valor de uso que le subyace, el significante no nos permite ver el significado que hay detrás de él, como producto de esta nueva forma de fetichismo de las sociedades capitalistas:

“La extensión de la crítica de la economía política al signo  y a los sistemas de signos, para mostrar cómo la lógica de los significantes, el juego y la circulación de los significantes se organizan totalmente como la lógica del valor de cambio y cómo la lógica del significado se subordina tácticamente en un todo como la del valor de uso a la del valor de cambio. Crítica del fetichismo del significante. Análisis de la forma/signo en su relación con la forma/mercancía.” (J. Baudrillard, Crítica de la economía política del signo 147)
Así, Baudrillard está listo para proponer ese recorrido que lleva desde la relación entre valor de cambio/valor de uso, a la del valor de cambio sígnico con el  intercambio simbólico:

“Una segunda fase consiste en desprender de este conjunto en movimiento de producción y reproducción, de conversión, transgresión y de reducción de valores alguna articulación dominante. La primera que se propone puede formularse así:
O sea: el valor/signo es el al intercambio simbólico lo que el valor cambio (económico) es al valor de uso.” (J. Baudrillard, Crítica de la economía política del signo 142)
Creo que este es uno de los hallazgos más importantes, porque extiende la crítica de la economía a otros ámbitos, sin reducirlos a su dinámica económica ni a sus leyes. El análisis se dirige a la búsqueda de las reglas propias que normas la existencia de este nuevo fetichismo del valor de cambio sígnico.
Este todavía es un gesto útil, más aún crucial, si se quiere entender la vida de los objetos culturales, incluidos el arte y el diseño, además del mundo entero de la producción del software o de los aparatos llamados inteligentes, que requieren con urgencia de una economía política, que no se reduzca a comprender la deriva de las mercancías en el capitalismo tardío: 
“Este proceso no es otro que el de la economía política (tradicionalmente centrado sobre la segunda relación VCEc/VU). Esto implica analizar la primera relación en términos de economía política del signo, la cual viene a articularse sobre la economía política de la producción y a refrendarla en el proceso de trabajo ideológico.” (J. Baudrillard, Crítica de la economía política del signo 143)
El paso que da en este momento Baudrillard explica, en gran medida, el curso que su teoría seguirá, incluso en sus afirmaciones más radicales, porque no solo encuentra la posibilidad de aplicar al lógica del capital a la del mundo simbólico –con toda la riqueza que esto implica-, sino porque también halla el punto de desprendimiento de ese crítica de la economía política del signo, el lugar de rebasamiento y de imposibilidad de retorno.
En la equiparación de los campos mencionados, la correspondencia se rompe por la vía del intercambio simbólico, que despedaza el esquema y que viaja fuera del valor; más aún, se convierte en aquello que se opone al valor, que su definición no puede venir dada en términos de valor: “Estando saturada la relación homológica, el intercambio simbólico se encuentra por ello como expulsado del campo del valor (o campo de la economía política general), lo que corresponde a la alternativa radical que lo define (la transgresión del valor).” (J. Baudrillard, Crítica de la economía política del signo 145)
Por un lado, se separa de la crítica marxista y por otro, se aleja cada vez más del capital; quiero decir, que su separación de la crítica de la economía política lejos de significar una vuelta al capitalismo, le lleva a otro tipo de radicalidad, que proviene del anarquismo, de ciertas tesis situacionistas, hasta de posiciones gnósticas.
Si se sostiene que Baudrillard es un buen ejemplo del reverso del pensamiento caníbal se debe precisamente a este tipo de razonamiento, porque su teoría lleva al extremo la crítica del capitalismo, de la sociedad occidental, de las nuevas tecnologías de la información y comunicación, mostrando a veces de manera absurda, lo aspectos más irracionales de la sociedad en la que vivimos. Su frase famosa es de lo más ilustrativa: “Ya que el mundo adopta un curso delirante, debemos adoptar sobre él un punto de vista delirante.” (J. Baudrillard, La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos.)

Finalmente es el delirio de Occidente lo que hace síntoma en Baudrillard, que no alcanza decir lo que quiere decir, que tiene trabada la enunciación. Y este cierre de la posibilidad de decir proviene de la quiebra de las significaciones en el valor de cambio sígnico y de la desaparición del horizonte de sentido de un mundo alternativo al actual, que no se quede en algún tipo de formulación utópica sino que prefigure la sociedad que vendrá. Baudrillard se queda flotando en el límite, en el borde del agujero negro, en el limbo que se resiste a desaparecer.
La dirección que sigue el razonamiento de Baudrillard pone las bases para su teoría general de la cultura, que se asienta sobre esa implosión de la esfera de la economía política, de la cual escapa el intercambio simbólico. Este movimiento provoca que cuando existen dos términos que se toman como correlatos y su interrelación se rompe, cada uno de ellos sale disparado en la dirección contraria.
También es el caso de Antonio Negri,  en el que se pueden ver los efectos de esa ruptura con la economía política, que servía de base para una mejor comprensión de la política y para postular estrategias revolucionarias que tuvieran que ver con el combate a la coerción y de igual manera con el desarrollo de una hegemonía alternativa. Esta articulación está bien desarrollada en textos como Marx más allá de Marx. (Negri) En cambio, en sus escritos últimos ya se expresa ese distanciamiento de la economía política, en sus componentes técnicos, para afincarse en referencias vagas y la introducción sobredimensionada de nociones como intelecto general, trabajo inmaterial, que llevan a sus últimas consecuencias el espontaneismo típico de las vías autonomistas, como se transparenta en Imperio o en Multitud. (Negri, Antonio y Hardt, Michael) (Negri, Antonio y Hardt, Michael)
Con esto quiero resaltar que las implicaciones de este corte con la economía política tiene consecuencias teóricas, pero que sus efectos políticos son igualmente relevantes, especialmente para esas masas que intentan hablar por sí mismas, esas mayorías silenciosas, o para esas multitudes que acabarían con el capitalismo por el solo hecho de su presencia virtual en las redes.
Ciertamente cabe otra posibilidad que en este momento y lugar me limitaré a señalar. La propuesta de Baudrillard comienza por extender la crítica de la economía política al signo; el siguiente paso muestra cómo el intercambio simbólico rompe con la economía política, con cualquier referencia al valor.
Una formulación alternativa sostendría que el esquema de Baudrillard que propone que el valor de cambio sígnico es al intercambio simbólico, lo que el valor de cambio económico es al valor de uso, diría que la relación entre valor de cambio sígnico y el intercambio sígnico no funcionan cómo, sino que el capitalismo tardío ha invadido ese espacio subsumiéndolo formal y realmente.
La globalización del capital tiene que ver con la invasión de todos los lugares y de todos los sistemas de producción que quedan supeditados a la valorización del valor. Ahora bien, se tienen que extraer el conjunto de consecuencias de esta afirmación: los signos y los intercambios simbólicos funcionan cómo mercancías no por un efecto comparativo sino porque efectivamente se han convertido en mercancías.
Bibliografía.
Baudrillard, Jean. Crítica de la economía política del signo. Buenos Aires: FCE, 1972.
—. La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos. s.f.
Negri, Antonio. Marx más allá de Marx. Madrid: Akal, 2001.
Negri, Antonio y Hardt, Michael. Imperio. Barcelona: Paidós Ibérica, 2002.
—. Multitud. Madrid: Debate, 2004.

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