En un siguiente momento, en la Crítica
de la economía política del signo (J. Baudrillard, Crítica de la economía política del
signo), se traslada desde la
lógica de los objetos hasta la de los signos y se plantea lo que sucedería si aplicáramos
la crítica de la economía política ya no al fetichismo de la mercancía –y a los
límites que encuentra en esta-, sino a los signos, con sus significantes y
significados.
Por eso se vuelve necesario, para
Baudrillard, introducir en la economía política dos elementos adicionales al
valor de uso y al valor de cambio, que son los que introducen en esta economía
política, el orden simbólico:
“La génesis ideológica
de las necesidades postulaba cuatro lógicas diferentes del valor:
-
lógica funcional del valor de uso;
-
lógica económica del valor de cambio;
-
lógica diferencial del valor/ signo;
-
lógica del intercambio simbólico.” (J.
Baudrillard, Crítica de la economía política del signo 138)
La primera novedad
radica en que no tenemos solamente el signo, sino su dualidad: en tanto
significado, que tendrá una similitud con la función del valor de cambio y el
significado que será equiparado al valor de uso. De este modo puede
denominarlo: lógica diferencial del valor/signo. Es este valor/signo el que
queda atrapado en el momento del consumo, de realización del valor, porque
dejamos de lado el significado aquello que adquirimos para comprar y usar, y
nos quedamos con su apariencia, con su significante.
El significante se
comporta, en esta lógica diferencial del valor/signo, de manera fetichista: ya
no importa el significado, lo que se dice, la carga simbólica de los objetos y
las palabras, sino su apariencia. Las relaciones entre los signos aparecen como
meras relaciones entre los significantes y desaparecen los significados. (Se
puede ver en estos razonamientos las bases de su teoría del simulacro y de la
banalidad de la cultura contemporánea, que desarrollará en textos posteriores.)
De la misma manera
que el valor de cambio oculta el valor de uso que le subyace, el significante
no nos permite ver el significado que hay detrás de él, como producto de esta
nueva forma de fetichismo de las sociedades capitalistas:
“La extensión de la crítica de la economía política al signo y a los sistemas de signos, para mostrar cómo
la lógica de los significantes, el juego y la circulación de los significantes
se organizan totalmente como la lógica del valor de cambio y cómo la lógica del
significado se subordina tácticamente en un todo como la del valor de uso a la
del valor de cambio. Crítica del fetichismo del significante. Análisis de la
forma/signo en su relación con la forma/mercancía.” (J. Baudrillard, Crítica de la economía política del
signo 147)
Así, Baudrillard
está listo para proponer ese recorrido que lleva desde la relación entre valor
de cambio/valor de uso, a la del valor de cambio sígnico con el intercambio simbólico:
“Una segunda fase consiste en
desprender de este conjunto en movimiento de producción y reproducción, de
conversión, transgresión y de reducción de valores alguna articulación
dominante. La primera que se propone puede formularse así:
O sea: el valor/signo es el al intercambio simbólico lo que el
valor cambio (económico) es al valor de uso.” (J.
Baudrillard, Crítica de la economía política del signo 142)
Creo que este es uno de los hallazgos más importantes, porque
extiende la crítica de la economía a otros ámbitos, sin reducirlos a su
dinámica económica ni a sus leyes. El análisis se dirige a la búsqueda de las
reglas propias que normas la existencia de este nuevo fetichismo del valor de
cambio sígnico.
Este todavía es un gesto útil, más aún crucial, si se quiere
entender la vida de los objetos culturales, incluidos el arte y el diseño, además
del mundo entero de la producción del software o de los aparatos llamados
inteligentes, que requieren con urgencia de una economía política, que no se
reduzca a comprender la deriva de las mercancías en el capitalismo tardío:
“Este proceso no es otro que el de la
economía política (tradicionalmente centrado sobre la segunda relación
VCEc/VU). Esto implica analizar la primera relación en términos de economía política del signo, la cual
viene a articularse sobre la economía política de la producción y a refrendarla en el proceso de trabajo
ideológico.” (J. Baudrillard, Crítica de la economía política del signo 143)
El paso que da en este momento Baudrillard explica, en gran medida,
el curso que su teoría seguirá, incluso en sus afirmaciones más radicales,
porque no solo encuentra la posibilidad de aplicar al lógica del capital a la
del mundo simbólico –con toda la riqueza que esto implica-, sino porque también
halla el punto de desprendimiento de ese crítica de la economía política del
signo, el lugar de rebasamiento y de imposibilidad de retorno.
En la equiparación de los campos mencionados, la correspondencia se
rompe por la vía del intercambio simbólico, que despedaza el esquema y que
viaja fuera del valor; más aún, se convierte en aquello que se opone al valor,
que su definición no puede venir dada en términos de valor: “Estando saturada
la relación homológica, el intercambio simbólico se encuentra por ello como
expulsado del campo del valor (o campo de la economía política general), lo que
corresponde a la alternativa radical que lo define (la transgresión del
valor).” (J. Baudrillard, Crítica de la economía política del signo 145)
Por un lado, se separa de la
crítica marxista y por otro, se aleja cada vez más del capital; quiero decir,
que su separación de la crítica de la economía política lejos de significar una
vuelta al capitalismo, le lleva a otro tipo de radicalidad, que proviene del
anarquismo, de ciertas tesis situacionistas, hasta de posiciones gnósticas.
Si
se sostiene que Baudrillard es un buen ejemplo del reverso del pensamiento
caníbal se debe precisamente a este tipo de razonamiento, porque su teoría
lleva al extremo la crítica del capitalismo, de la sociedad occidental, de las
nuevas tecnologías de la información y comunicación, mostrando a veces de
manera absurda, lo aspectos más irracionales de la sociedad en la que vivimos.
Su frase famosa es de lo más ilustrativa: “Ya que el mundo adopta un
curso delirante, debemos adoptar sobre él un punto de vista delirante.” (J. Baudrillard, La
transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos.)
Finalmente es el delirio de
Occidente lo que hace síntoma en Baudrillard, que no alcanza decir lo que
quiere decir, que tiene trabada la enunciación. Y este cierre de la posibilidad
de decir proviene de la quiebra de las significaciones en el valor de cambio
sígnico y de la desaparición del horizonte de sentido de un mundo alternativo
al actual, que no se quede en algún tipo de formulación utópica sino que
prefigure la sociedad que vendrá. Baudrillard se queda flotando en el límite,
en el borde del agujero negro, en el limbo que se resiste a desaparecer.
La dirección que sigue el
razonamiento de Baudrillard pone las bases para su teoría general de la
cultura, que se asienta sobre esa implosión de la esfera de la economía
política, de la cual escapa el intercambio simbólico. Este movimiento provoca
que cuando existen dos términos que se toman como correlatos y su interrelación
se rompe, cada uno de ellos sale disparado en la dirección contraria.
También es el caso de Antonio
Negri, en el que se pueden ver los
efectos de esa ruptura con la economía política, que servía de base para una
mejor comprensión de la política y para postular estrategias revolucionarias
que tuvieran que ver con el combate a la coerción y de igual manera con el
desarrollo de una hegemonía alternativa. Esta articulación está bien
desarrollada en textos como Marx más allá
de Marx. (Negri) En cambio, en sus
escritos últimos ya se expresa ese distanciamiento de la economía política, en
sus componentes técnicos, para afincarse en referencias vagas y la introducción
sobredimensionada de nociones como intelecto general, trabajo inmaterial, que
llevan a sus últimas consecuencias el espontaneismo típico de las vías
autonomistas, como se transparenta en Imperio
o en Multitud. (Negri, Antonio y Hardt, Michael) (Negri,
Antonio y Hardt, Michael)
Con esto quiero resaltar que las
implicaciones de este corte con la economía política tiene consecuencias
teóricas, pero que sus efectos políticos son igualmente relevantes,
especialmente para esas masas que intentan hablar por sí mismas, esas mayorías
silenciosas, o para esas multitudes que acabarían con el capitalismo por el
solo hecho de su presencia virtual en las redes.
Ciertamente cabe otra posibilidad
que en este momento y lugar me limitaré a señalar. La propuesta de Baudrillard
comienza por extender la crítica de la economía política al signo; el siguiente
paso muestra cómo el intercambio simbólico rompe con la economía política, con
cualquier referencia al valor.
Una formulación alternativa
sostendría que el esquema de Baudrillard que propone que el valor de cambio
sígnico es al intercambio simbólico, lo que el valor de cambio económico es al
valor de uso, diría que la relación entre valor de cambio sígnico y el
intercambio sígnico no funcionan cómo,
sino que el capitalismo tardío ha invadido ese espacio subsumiéndolo formal y
realmente.
La globalización del capital
tiene que ver con la invasión de todos los lugares y de todos los sistemas de
producción que quedan supeditados a la valorización del valor. Ahora bien, se
tienen que extraer el conjunto de consecuencias de esta afirmación: los signos
y los intercambios simbólicos funcionan cómo
mercancías no por un efecto comparativo sino porque efectivamente se han
convertido en mercancías.
Bibliografía.
Baudrillard, Jean. Crítica de la economía política
del signo. Buenos Aires: FCE, 1972.
—. La transparencia del mal. Ensayo sobre los
fenómenos extremos. s.f.
Negri, Antonio. Marx más allá de Marx. Madrid:
Akal, 2001.
Negri, Antonio y Hardt, Michael. Imperio.
Barcelona: Paidós Ibérica, 2002.
—. Multitud. Madrid: Debate, 2004.
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