En la construcción de una estética caníbal se
vuelve necesario introducir este término: sin-estética, para dar cuenta de una
serie de nuevos procesos que caen dentro de esta denominación y, sobre todo,
para enunciar un tipo de producción y de productos que caerían dentro del campo
de esta estética mencionada.
Las sinestesias son fenómenos conocidos y
etiquetados como distorsiones de la percepción, en las que asociamos diversos
sentidos: un color rojo sabroso, un olor azul profundo. Ciertamente que la
concepción de sentidos completamente aislados unos de otros ahora se pone en
cuestión, aunque los vínculos entre las sensaciones no estén bien estudiados.
También nos alejamos de las ideas románticas de la obra total, que fundiría en
una sola experiencia los sentidos colapsando en una obra que las integra en una
unidad determinada.
Sin-estesias –escrito de este modo para
diferenciarlo tanto de las sinestesias como de la estética romántica- que
expresa la producción de estéticas que si bien implican a varios sentidos, no
colapsan en un solo objeto o en una unidad, sino que funcionan como principio
de proliferación (Deleuze) de cúmulos de sensaciones novedosas.
Sin embargo, hace falta introducir el concepto
de estética que se propone desde las estéticas
caníbales: rebasamiento del plano del arte o de su referencia a la belleza, la
ampliación del campo de la estética a otros campos como el diseño –y por tanto,
la relación entre economía política y estética- y, de manera especial- la
inclusión de la sensibilidad y la imaginación. Estética: sensación,
sensibilidad, imaginación.
De este modo, sin-estesias sería el conjunto de
fenómenos estéticos que se originan en una nueva experiencia, que si bien se
originan en un mismo punto, inmediatamente se abren en abanico, convirtiéndose
en condiciones de posibilidad de otras sensaciones, sensibilidades e
imaginarios.
Sin-estesias que funcionan como sintetizadores:
máquinas que llevan a otro nivel la producción musical y que se alejaron de
cualquier idea de música total. Desde aquí ya es posible conectar las
sin-estesias con los procesos de síntesis e inclusive re-pensar la nueva
dialéctica. (Esa idea es de Nicolás Rojas: comunicación personal.)
Toda síntesis tendría una existencia puntual
porque instantánea y simultáneamente se especificaría de un modo determinado
–indexación trascendental (Badiou, Gell)-, y comenzaría a proliferar:
multiciplicidad de particular moviéndose con velocidades y direcciones
distintas. La síntesis sería el origen de la variedad interminable del mundo
que en vez de resolver las cosas en una unidad, las volcaría provocaría la
emergencia de formas de vida no conocidas antes. La síntesis es síntesis de lo
diverso.
Sería bueno alejarse del debate entre proceso y
realidad, relación y objeto, proceso y estructura, que es una dicotomía que
debería ser tratada más bien como un doble vínculo: cuando se está en el
objeto, estamos obligados a mirar los procesos de llevaron a su conformación; y
cuando nos centramos en los procesos, hay que finalmente conocer en qué se
concretizan. Detrás de cada proceso yace una ansiedad de objetualización; y los
objetos exigen a cada paso ser transformados.
Termino con una cita de Anna Munster, quien ha
servido de guía para estas reflexiones: “La red de señales en esa sin-esética
genera una multiplicidad de códigos entrelazados, funcionando
diagramáticamente, multiplicando y generando relaciones entre modalidades y,
transversalmente, entre las tecnologías y las máquinas abstractas: la máquina
cibernética, las máquinas estética del romanticismo, modernismo, digitalismo… y
la formación de nuevas formaciones maquínicas...” (Munster,
2013, pág. 3628) [1]
Munster, A. (2013). An aesthesis of networks.
Conjuntive experience in art and technology. Cambridge, Ma.: MIT Press.
[1] Desde luego no se refiere a
páginas, sino a posiciones en la edición digital del Kindle de Amazon, que es
la versión que uso de este libro.
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