En la formulación de una Teoría
General de la Forma -TGF- aparecen aspectos que requieren de una
profundización, a fin de que el concepto general de Forma, con sus diferentes
derivaciones, adquiera el máximo de precisión, sobre todo pensando en las
enormes dificultades que atraviesa un acceso correcto debido al carácter
generalísimo de esta noción.
Su campo significativo es tan
vasto, su pragmática penetra en casi todos los campos de una y otra manera, la
banalización y el uso automático del término, han conducido a las dificultades
de su elucidación; incluso la vieja contraposición entre forma y contenido no
deja de estar presente, así como un sesgo que lleva a que cada vez que se plantea
una reflexión desde la forma, se la entiende como una variante de alguna
escuela o tendencia formalista.
Estas primeras aclaraciones se
sustentan en una reflexión sobre Husserl en su Lógica formal y lógica trascendental; desde luego, primero se
tratará de establecer cuáles son los principales postulados y desarrollos en esta
obra y luego confrontarlos con la TGF, a fin de permitir tanto una dilucidación
del texto de Husserl como un avance en la comprensión de la Forma. (Husserl, 2009)
Husserl parte del par
correlativo: ontología formal y apofántica formal, que siempre van juntos y en
donde cualquier movimiento en el uno, significa un desplazamiento del otro;
esto es, funcionan como correlatos, de tal manera que el uno no puede darse ni entenderse
sin el otro porque se presuponen mutuamente.
Ontología formal que Husserl
entiende como unas “objetividades inherentes a las mismas proposiciones; esta
ontología formal lleva, en su nivel supremo, el nombre de teoría de la
multiplicidad”. (Husserl, 2009, pág. 109)
Objetividades inherentes que
crean una región formal, en donde se abstrae el contenido material; o si se
prefiere, se deja de lado su apofántica, su modo de darse efectivo y queda
solamente mostrada una “dirección óntica”, una intencionalidad que señala hacia
dónde se dirige la ontología formal en su paso a la apofántica formal; esto es,
no todavía el darse efectivo sino la posibilidad del darse efectivo guiado por
la dirección óntica de la ontología formal. (Husserl, 2009, pág. 124)
Las objetividades inherentes contienen,
entonces, unas “configuraciones ontológico-formales”, de las cuales dependen
enteramente, como su intencionalidad; y como ha dicho antes, este es un espacio
de la multiplicidad, que tiene un carácter productivo, pues a partir de este se
produce el despliegue de ese campo específico de la realidad.
La cuestión fundamental radica en
preguntarse si estas consideraciones husserlianas, ubicadas enteramente en el
plano de la lógica formal y trascendental, así como en el plano cognoscitivo,
pueden trasladarse al plano ontológico, y de ser el caso, mediante qué
procedimientos, transformaciones, alteraciones, desplazamientos. Esto es, sacar
a la forma de su contexto lógico y colocarle en el espacio ontológico,
siguiendo la guía hermenéutica desarrollada por Husserl.
De ser este el caso, los
conceptos mencionados anteriormente adquirirán una nueva connotación, porque en
su desplazamiento arribarán a tener significados ontológicos. Así, la ontología
formal no se refería a la serie de características y componentes de la forma “lógica”
sino de la forma en cuanto existente, dada allí en la realidad. La ontología
formal no se opone a la ontología, sino que se convierte en su núcleo central.
En este sentido, la noción de
ontología formal no se referiría a un campo de la lógica, en donde se trata de
hallar los aspectos universales y necesarios que fundamentan los juicios y los
razonamientos, sino a la propia ontología como aquello que versa sobre lo real,
en su momento formal. La forma existe realmente y de allí que se la analiza a
través de la ontología formal.
Toda ontología debería tener, por
lo tanto, una ontología formal; esto es, el modo de darse las formas en esa
región específica de la estemos tratando. No puede existir una ontología que no
sea al mismo tiempo, ontología formal, en cuanto la forma es productora de la
realidad y, a su vez, es producida.
De la misma manera, el concepto
de intencionalidad no está referido únicamente a la colocación de un objeto que
siempre hace de correlato de un sujeto, en el sentido de que toda conciencia es
conciencia de… un determinado objeto, sino que la intencionalidad se traslada
nuevamente al plano ontológico, lo que permite decir que toda forma es
intencional; esto es, toda forma es forma de… un contenido determinado, de una
materialidad o una virtualidad, o de una realidad dada.
Ahora veamos los resultados que
arroja el texto de Husserl leído en modo ontológico. Si miramos hacia los
diferentes niveles de la reducción, con la epojé incluida, previamente a su
dilucidación lógica trascendental, tenemos que buscar en la realidad y no solo
en la esfera de la lógica, en dónde y cómo estos fenómenos de la epojé, de la
puesta entre paréntesis, inauguran nuevos campos de lo real. Por ejemplo, se
muestra plenamente en los procesos de abstracción real que dan surgimiento a la
forma valor o al dinero, tal como mostró Marx en El Capital o como se puede ver en la manera cómo actúa efectivamente
cada software.
Esas trascendencias de las que
habla Husserl son, en primer lugar, fenómenos que se dan, que se constituyen y,
como él lo muestra bien, una vez dadas se convierten en “guías
transcendentales, en modos en los que se conforma la realidad. El análisis
lógica trascendental solo es posible en la medida en que unas “una reducciones”,
una puesta entre paréntesis, unas abstracciones se han producido efectivamente:
“Sin duda,
solo el descubrimiento de la reducción fenomenológica-trascendental, con su
epojé universal respecto de todos los datos mundanos, respecto de todas las
trascendencias que aparezcan con pretensión de ser “en-sí”, puso en franquicia
la esfera concreta del ser trascendental y abrió camino a los problemas
constitutivos, particularmente a los problemas para los cuales las trascendencias “entre paréntesis” deben
fungir como “guías trascendentales”. (Husserl, 2009, págs. 332-333)
Los procesos descritos
rigurosamente por Husserl, especialmente la conformación de una esfera en un
campo marcado por la introducción de una forma y la apertura a un conjunto de
posibilidades y de un entero mundo posible, tiene que ver con el modo de darse
de todas las cosas, incluido el fenómeno específico de la constitución de la
subjetividad trascendental.
El sujeto trascendental no se
deriva de una epojé fenomenológica y trascendental que mostraría el núcleo que
lo hace ser tal, como correlato de una objetividad en su intencionalidad, sino
que se desprende de la forma que ha creado un campo marcado, en donde estas u
otras subjetividades se tornan posibles y luego, efectivas:
“Una ontología formal de un mundo posible, en
cuanto mundo constituido por la subjetividad trascendental, es un factor dependiente de “otra ontología formal” que se refiere a
todo ente con cualquier sentido, al
ente como subjetividad trascendental y a todo lo que en ella se constituye.” (Husserl, 2009, pág. 335)
Sin embargo, no significa que
tengamos que desechar las dilucidaciones de Husserl, sino que mostrar a qué
debería referirse efectivamente; es decir, que aquellos procesos de reducción,
de epojé y las relaciones que se exponen en la lógica trascendental se dan, pero
no solo en la esfera lógica sino en el campo de lo real. Así, se historiza
plenamente la lógica trascendental, tal como se ha mostrado en otro lugar[1].
Entonces, hay que preguntarse por
el modo de constitución de lo real, que incluye una ontología formal y el modo en
que se vuelve efectivo a través de su apofántica, de su manera de volcarse
sobre la realidad siguiendo las determinaciones y el conjunto de posibilidades
abiertas por la forma
“Pero cómo
poner esto en práctica: cómo realizar sobre una base absoluta, la idea más
general de una lógica formal como ontología formal y como apofántica formal;
cómo constituir, en el marco de la ciencia universal absoluta y última, la
fenomenología trascendental como un estrato que necesariamente forma parte de
dicha ciencia…” (Husserl, 2009, pág. 333)
Luego, de manera derivada a este
primer proceso, se da paso a la cuestión de cómo se da la forma, en sus
estructuras generales y también en sus modos de darse generales, dentro de un
campo marcado por una forma determinada. Esto es lo que debería entenderse por
fenomenología trascendental.
Interesa sobremanera preservar la
relación entre la ontología formal y la apofántica formal, porque nos envía a
la cuestión de cómo la forma parte de su ontología formal, de la introducción
de una distinción que abre un mundo posible y la apofántica formal como la
sucesión de concreciones posibles de esa forma en ese mundo posible. Más adelante,
tendremos ya una apofántica, un volcarse de ese par ontología formal/apofántica
formal en una realidad efectiva o virtual.
La forma tiene ansiedad de
expresión, en cuanto existe únicamente como desdoblado con su par correlativo apofántico;
no son dos aspectos que puedan ser separados, sino que oscilan constantemente
de un extremo a otro. La forma establece el modo de existencia, la apofansis es
la existencia misma en el conjunto de sus determinaciones, de sus condiciones,
incluso de sus procesos azarosos.
Husserl, E. (2009). Lógica formal y lógica
trascendental. México: UNAM.