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miércoles, 29 de mayo de 2024

ACHARD DE SAINT VICTOR, DE UNITATE DEI ET PLURALITATE CREATURARUM. SEGUNDA PARTE.

 

Traducción capítulos 1 al 4: Carlos Rojas Reyes  

(Presses Universitaires de Caen. Caen. 2013)

 Nota sobre la traducción: se ha traducido el texto a partir de la versión inglesa de Hugh Feiss, confrontándola con el original en latín y la traducción en francés. Se conservan en lo posible el estilo de Achard de Saint Víctor. El análisis sobre la noción de forma en estos cuatro capítulos se puede revisar en: https://esteticascanibales.blogspot.com/2024/05/el-concepto-de-forma-en-achard-de-saint.html)

 

 

PRIMER CAPÍTULO

 

Las formas intelectuales o ejemplares de las cosas, sobre las que hemos hablado, que se dice que existen en Dios solo a través del intelecto, son de una sustancia muy diferente e inferior que el intelecto por el que se dice que existen. De hecho, ese entendimiento es Dios mismo; pero las formas de las cosas, como queda demostrado anteriormente, son las mismas allá en el entendimiento y entre nosotros en acto. Por tanto, lo que dice el evangelista no puede entenderse como existente solo intelectualmente en la Palabra de Dios por estas y según estas formas de las cosas, porque lo hecho era vida en Él. Porque para que nadie intente llevar su sentido a otra cosa, determina que la vida es la vida allá, relacionándola con esta vida: y la vida era la luz de los hombres. Es para que nadie se explique de otra manera, llamando luz a la Palabra de Dios aquí hecha, solo porque somos iluminados por el entendimiento de las cosas, especialmente cuando las entendemos tal como están allá, por eso continúa más detenidamente sobre esa luz, diciendo que brilla en las tinieblas, y sin embargo no ser presa de las tinieblas, nombrándola: la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Luego, haciendo relación no con el término de luz o palabra misma, sino con el intelecto del Hijo, que es a la vez Verbo y luz, añade la misma luz, es decir, del Hijo: él estaba en el mundo y el mundo fue hecho a través de él; y finalmente, en la misma designación de luz, repite el nombre del Verbo mismo: y el Verbo, hablando, se hizo carne, o sea, el Verbo que él predijo: En el principio era el Verbo y el Verbo estaba con Dios, y Dios era la Palabra. O precisamente no se dice que lo que ha sido hecho existe, sino según alguna forma de ello. Por lo tanto, es necesario que cada cosa encuentre allá la forma superior a las formas antes mencionadas, que no solo está allá inmutablemente, sino que según su propia sustancia ­es completamente inmutable, y por eso al contrario sea inteligible allá porque ella está allá, de tal manera que es la causa de lo dicho: aquello que fue hecho, en él era vida.

 

SEGUNDO CAPÍTULO

 

Y ciertamente las cosas que están aquí y por eso se dice que están allá, porque se entienden, tal como son ahora en sí mismas, tales han estado allá desde la eternidad; Porque otros fueron vistos allá desde la eternidad, como está demostrado, aunque no así por la eternidad misma del entendimiento. Allá, pues, desde la eternidad fueron hechos intelectualmente antes de ser hechos en sí mismos, según lo que también dice el profeta de Dios: lo seres que deben ser, he aquí que fueron hechos. Por lo tanto, tomó desde la eternidad, según el profeta, una decisión que iba a tomar más tarde en el tiempo, pero luego en el intelecto, más tarde en la acción. Pero no se puede afirmar absolutamente que Dios haya hecho algo desde la eternidad. Porque debe entenderse el modo de hacer que es para el acto, no el que es para el intelecto. Pero con la determinación del modo, se puede decir que por sí mismo, no como lo que son los cielos en el intelecto de Dios, o todas las cosas consigo desde la eternidad, o hicieron lo que debía hacerse, o lo que estaba por hacerse, después de qué y después de lo cual se dice realmente que las cosas se hacen. Porque si se hicieran de esa manera, ¿podría entonces decirse que se hicieron inmediatamente o que se hicieron? Pero estas dos maneras de hacer se pueden nombrar, como se ha dicho, de cualquier cosa que allá se hacía. Lo vemos: la Escritura al decir: Dios dijo, así sea, ha querido mencionar este advenir de las cosas, que no son solo después del Verbo, sino también en el Verbo. Es después de sí que ha dicho eso, no en el tiempo, sino en toda la eternidad. Y no dijo esto hasta que en su Verbo ya estaba hecho lo que dijo que pasó. Para él decir es hacer, pero para él siempre, es decir, eternamente, fue hecho.

 

Un artesano y también un hombre no hace nada con su obra que no haya hecho primero con su palabra interior. Y a menudo se le ocurría hacer algo que no solo no había hecho antes, sino que ni siquiera había pensado en hacerlo. Incluso cuando se le ocurre, no lo hace inmediatamente consigo mismo, porque tal vez aún no sabe cómo hacerlo. Pero no así con Dios, para quien ni la voluntad puede ser nueva, ni ningún conocimiento puede faltar. Por lo cual también con él deben hacerse eternamente y sin principio todas las cosas que con nosotros se han hecho en sus propios tiempos, según nuestra propia manera, o más bien a nosotros, como pudieron, más aún, como pudimos sentirlos, realmente propuestos y expuestos tal como fueron hechos intelectualmente en otros lugares. Pero juzgamos la manera de hacer las cosas más según lo que sabemos mejor, y a él aplicamos nuestras expresiones, cuando simplemente se dice lo que se debe hacer. De donde no se sigue que se diga: desde la eternidad hizo todas las cosas de la primera manera, [lo cual] por tanto se puede decir que fue hecho desde la eternidad; así como si alguien ya hubiera hecho un arca en su corazón, no la ha hecho simplemente por eso. Pero el verso o la letra se dice hecho por alguien que ya lo ha hecho consigo mismo, según <lo cual> el método intelectual de hacer de Dios habla en Isaías: Los que eran antes, dice, he aquí que han llegado, y en otros lugares: un nuevo cielo, y una nueva tierra, él diseña así un modo nuevo de ser en nosotros, nuevo no según la realidad, sino según su solo aparecer, pero no son en absoluto nuevos, puesto que Dios dijo que ellos son en su presencia. Pero si alguien pregunta si están allá por creación, ¿es más cierto por la mera generación del Hijo, por la cual también están aquí?, creados y hechos de la nada y completamente formados intelectualmente, según lo cual también parece haber sido dijo: El que permanece para la eternidad creó todas las cosas al mismo tiempo, y de parte del Señor por medio del profeta: Yo lo formé desde la antigüedad, y ahora lo he traído. Pero no está suficientemente claro si todas las cosas que Dios puede hacer, aunque nunca se hagan, de esta manera pueden decirse que han sido hechas por Dios, o si solo aquellas cosas que él estaba yendo a hacer, tampoco se puede afirmar rápidamente. Porque no sucede que la Escritura asigne este modo de hacer a otros, excepto a aquellos que han sido creados o van a er hechos por Dios. Ahora bien, que estas cosas no solo son hechas con Dios, sino también creadas y formadas, se atestigua claramente en no pocos lugares, como se demostró en parte. Es necesario, pues, que hayan sido hechos y formados allá según alguna forma y modelo que esté por encima de ellos y de la naturaleza en primer lugar, no solo como son aquí, sino también como son allá, como sugiere la razón: de lo contrario Él mismo se habría formado allá, y sería necesario tener otro modelo, y no podría ser el primer modelo; pero nada podría ser formado ni aquí ni allá por Dios que no fuera formado según la razón, ni según ninguna otra que, según lo eterno y divino, es decir, según la misma sabiduría de Dios, por la cual también hizo todas las cosas antes de que fueran hechas en sí mismas por ella; de donde le dijo el salmista: Tú hiciste todas las cosas con Sabiduría, y ciertamente no según otro sino <según> el mismo; pero la Sabiduría no fue hecha ni formada; por lo tanto, ella es la primera, el modelo de todas las cosas, y la primera forma en que está la eterna formación intelectual de las cosas, que en realidad proviene de sí mismo en las cosas mismas hechas temporalmente y, por tanto, también aquí se hace temporal.

 

 

TERCER CAPÍTULO.

 

 

En esta primera y principal forma de las cosas, si no hubiera distinción alguna, ni siquiera se distinguirían formalmente ni aquí ni allá. Así, según esa misma forma, todas serían diferentes, de modo que dos formas serían necesariamente una y la misma. Porque ¿quién hizo la misma imagen de un caballo y un asno según sus formas? ¿Quién prestará atención a un patrón que es exactamente el mismo, ya sea dentro o fuera, cuando quiere formar una casa y un plato, un abrigo y una gorra? Y de hecho Agustín afirma en varios lugares que el modelo y forma primera de las cosas se encuentran en Dios, como dijo en su libro De la Trinidad, para que podamos poner un ejemplo de muchos, donde dice: “Por lo tanto, en esa verdad eterna, de la que fueron hechas todas las cosas temporales, contemplamos por la mirada de la mente la forma según la cual somos y según la cual hacemos cualquier cosa por la razón verdadera y recta, ya sea en nosotros mismos o en los cuerpos". Que esto no puede ser otra cosa que la verdad misma, en la que la forma de cada cosa es distinta de la forma de las otras cosas, lo deja claro en su libro Sobre las ochenta y tres cuestiones, donde dice que, puesto que Dios no hace nada sino de acuerdo con la razón, "es absurdo" creer que hizo al hombre y al asno de acuerdo exactamente con la misma razón. Con esto quería mostrar que pretendía que las razones de las cosas que son distintas entre sí no sean menos distintas entre sí. Para probar su distinción, añadiremos ejemplos que, aunque muchos a su manera, son solo algunos de los muchos disponibles. Puesto que aquí no se dice que las cosas estén allá sino a causa de sus formas y razones, que están eternamente allá, de ninguna manera puede decirse que sean distintas allá si [las razones] por cuya sola razón se dice que están allá son completamente indistintas allá. Puesto que allá se entienden solo por estas razones, no podrían ser vistos allá como distintos en absoluto si no tuvieran alguna distinción. Además, puesto que una forma de este tipo, es decir, la razón formal de cualquier cosa es su verdad, si esta forma única de todas las cosas fuera una sin ninguna distinción, la verdad de todas las cosas sería de la misma manera una, y no distinta de ningún punto de vista. Pero si esto fuera así, y si nadie pudiera ver la verdad de nada en la contemplación de Dios sin reconocer, igualmente y por ese mismo hecho, la verdad de cualquier otra cosa, no se podría conocer la verdad de una cosa sin conocer simultáneamente la verdad de todas. Allá nadie entendería nada acerca de la verdad de las cosas que otro no entendiera, y lo que era completamente indistinguible no podría entrar en ninguna participación, y no estaría claro cómo alguien podría verlo a través de sí mismo y en sí mismo, a menos que lo viera de la misma manera que Dios. Estaría viendo algo acerca de la verdad, o en la verdad, de cosas que no cualquiera podría ver de alguna manera allá. De la misma manera que hemos buscado las distinciones anteriores sobre las cosas que allá se entienden, así también es necesario distinguir las distintas razones de las cosas en las que allá se entienden. Allá, además, no solo los géneros y todas las especies de cosas existen necesariamente bajo sus razones, sino también los individuos, no solo enteros, sino también en partes, aunque éstos sean infinitos en cada cosa y en todo lo que es sustancial y accidental, y en los accidentes tanto las cantidades como las cualidades, y universalmente todas estas cosas, y todo esto no solo en las cosas que existen, sino de la misma manera en todas las cosas que podrían ser hechas por Dios. Y, ciertamente, hay razones distintas, no solo de las criaturas y de las naturalezas, sino también de las virtudes y bienaventuranzas, y en estas cosas no solo [la razón] de las que confiere a las criaturas, sino también todas las que, por muchas que sea, puede conferir, ya sea a las que ya ha hecho, o a las nuevas que, aunque aún no se han hecho, todavía podía crear. Ahora bien, las virtudes de las criaturas, que los santos reciben por gracia, son ciertas formas de participación en las virtudes primeras y supremas, que están todas, total, simultáneamente y siempre, en Dios. Todas estas son sustancialmente una sola virtud, que no es otra que Dios mismo. Del mismo modo, las beatitudes de las criaturas no son más que ciertos derivados de la bienaventuranza suprema que está en Dios y es Dios. Ambas [virtudes y bienaventuranzas] no son otra cosa que conexiones de la criatura racional con su Creador, de la imagen con la Unidad; también parecen ser ciertas imágenes de esa conexión suprema que existe entre las personas de la Trinidad. Aunque parece haber un número determinado de éstos en las criaturas, en las razones eternas exceden a todo número; y allá, como se ha dicho, se encuentran no solo las que han sido conferidas a las criaturas, sino también las que pueden ser concedidas por su omnipotente Creador a ellas o a otros. Por esta razón, si no hubiera nada en las virtudes y en la bienaventuranza de Dios que no pudiera ser extendido hacia abajo por él para la participación de la criatura racional, entonces, por decirlo así, habría procedido enteramente en infinitas formas de participación de este género, no en acto, sino en intelecto. De este modo, la infinitud de esas virtudes y de esa bienaventuranza correspondería de alguna manera a su inmensidad, de modo que estaría allá en él sin fin y en ellas sin número, y no habría nada en su unidad que no estuviera completamente aquí en una distinción variada y múltiple, de hecho, infinita. Esto podría hacer posible comprender la naturaleza peculiar del Espíritu Santo, si las cosas son realmente así. Él es la conexión del Padre y el Hijo, procediendo eternamente de ellos, y es costumbre en las Escrituras referirle las distribuciones de gracias y dones, así como las gracias y dones mismos. Estas no son otra cosa que las formas de participación en las cosas antes mencionadas, y ciertas conexiones espirituales del Creador y su imagen creada en las razones eternas, procediendo de alguna manera de acuerdo con ellas, y fuera de ellas y transfundidas en criaturas en el acto mismo desde el tiempo, o con el tiempo, como lo establecen desde la eternidad por esas razones. Allá se distribuyen intelectualmente a las criaturas, y se confieren a los santos por providencia o predestinación, según la cual "también ellos fueron elegidos en Cristo antes la fundación del mundo'. Allá "Dios sabe" sin empezar "quiénes son suyos" y quiénes son suyos, o quién es de Dios. Allá "el reino preparado" para ellos no es solo "desde el origen del mundo' sino incluso antes del origen del mundo. Allá también el mismo hombre llevado a la unidad de persona por la Palabra de Dios y la verdad suprema tuvo esa gloria con el Padre antes de la Palabra de Dios. El mundo comenzó por el cual pidió ser glorificado por el Padre en el momento de la resurrección. Allá, si no en los demás a través de infinitas formas de participación, sí en sí mismo según la plenitud general, toda la deidad procedió desde la eternidad, de modo que desde ese momento en adelante habitó en él, por una procesión eterna, "toda la plenitud de la divinidad" intelectualmente, que después, en la plenitud de los tiempos, comenzó a morar en él por procesión temporal "corporalmente". Allá también el Santo de los Santos fue elegido desde la eternidad; así los santos fueron escogidos allá desde la eternidad en Cristo, y así también el Lugar Santísimo fue escogido allá desde la eternidad, 'predestinado' en Dios mismo 'el Hijo de Dios con la potencia'. No se puede decir que nadie haya sido elegido o predestinado desde la eternidad simplemente por la razón formal de haber sido elegido, por así decirlo, a menos que también exista una causal, a menos que tal vez sea conveniente repetir aquí lo que se consideró anteriormente, es decir, no se concede que algo se haga allá, a menos que se haga en otra parte de las criaturas, es decir,  solo aquello que tiene allá no solo una forma o un modo por el cual, sino también una causa a causa de la cual se cumplirá. Por lo tanto, el Profeta no dice que Dios hizo lo que podía hacer, sino las cosas que se van a hacer, es decir, lo que se va a hacer.

 

 

CAPÍTULO 4.

 

Las distinciones precedentes de las razones, aunque uno puede notarlas y hacer uso de ellas para las distinciones de las cosas de las que son las razones, así como "las cosas invisibles de Dios se ven, siendo inteligida a través de las cosas que han sido hechas, sin embargo, no fluyen de las distinciones de las cosas, sino que, como las cosas fluyen de las razones, así también las distinciones de las cosas fluyen de las distinciones de las razones. Por lo tanto, es necesario que las razones sean distintas y que tengan en sí mismas la fuente de las distinciones. Del origen de esa distinción hablaremos en lo que sigue. ¿Qué es, pues, cuáles son, pues, cuáles son las propiedades según las cuales existe, y no simplemente las correlaciones que la razón de las cosas tiene con las cosas mismas? ¿Se dice que son sus razones, o cómo procede la distinción de la razón desde su origen? Esto, como se verá en esta obra, parece no sólo difícil, sino incluso inefable. Además, según las distinciones de las razones y de las cosas, hay también en ellas intelecciones distintas, por lo que también ellos, considerados en relación con las cosas de las que son y las razones de las que proceden, se prueban infinitos. Sin embargo, todos ellos son una intelección del entendimiento de Dios, así como las razones de acuerdo con las cuales todos son es la única razón de Dios. La comprensión de cualquier cosa es una especie de conexión entre el entendimiento y la cosa entendida. Dios entiende las razones de todas las cosas y las verdades eternas, por las cuales y en las que se dice que realmente entiende, y verdaderamente entiende, todas las cosas, de modo que las contempla no "a través de un espejo y en un enigma", no en imágenes y sombras, sino en sus mismas verdades, o más bien en sus mismas verdades, que no son otra cosa que el que entiende. Por lo tanto, ve las cosas no solo verdaderamente, sino inmediatamente, no a través de otro que no sea él mismo, no en otro fuera de sí mismo. La visión de Dios es una cierta conexión entre Dios mismo y la verdad de los azulejos tal como se ven, como se ha dicho. De acuerdo con esto, como se verá más adelante, así como las razones de las cosas y las verdades pertenecen al Hijo, así también las intelecciones de ellas pueden ser referidas a la consideración del Espíritu Santo; así como la distinción pertenece al Hijo, así la conexión pertenece al Espíritu Santo, como se ha mostrado y aún se mostrará. Puesto que el entendimiento conecta de algún modo la cosa entendida con el entendimiento único, no puede haber nunca menos conexiones de este tipo que las distinciones de razones o verdades que se entienden allí, según las cuales y de las cuales también, como se ha dicho, se distinguen allá las intelecciones. Así, sus distinciones solo se refieren a las razones y verdades de las cosas que allá se entienden distintamente.

 

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