A partir del texto de Agamben, vamos
aproximarnos al concepto de signatura. En este primer momento, me quedaré en
los aspectos lingüísticos sin ir más allá; esto es, más adelante habrá que preguntarse
si las signaturas son fenómenos del lenguaje o de la misma realidad.
Hay palabras y enunciados, significantes y
significados, semiología y hermenéutica. Estamos acostumbrados a pensar –seguramente
por la ya vieja tradición lingüística- en la relación entre significados y
significantes, entre el plano semiótico y el plano semántico; y lo hacemos
estableciendo una especie de vínculo directo, que no requiere de otra mediación.
Adherimos a los signos unos significados, que ciertamente dependen de su uso y
tienen cierto grado de variabilidad y de ambigüedad; además, de ser arbitrarios
y convencionales. Nada más.
La cuestión que abre la signatura se dirige a
cuestionarse este presupuesto. Se trata de interrogarnos por aquello que
produce el vínculo, que permite que ese significante sea leído de esta manera,
en este contexto, en estas circunstancias. Aquí el tema está referido a la
eficacia del signo y no solo a su significado.
Las signaturas son aquellos elementos que nos
permiten pasar de la semiología a la hermenéutica: “Semiología y hermenéutica,
de todos modos, no coinciden perfectamente a través de la semejanza; resta,
entre ellas, una distancia, en la cual se produce el saber…” (Agamben 82)
Se ubican en esa distancia y tienen la misión de convertirse en un puente entre las dos. Sin este paso, sin
este elemento que salva el hiato, el acto comunicativo no se produciría: “Los
signos no hablan si las signaturas no los hacen hablar. Pero esto quiere decir
que la teoría de la significación lingüística debe ser integrada a una teoría
de las signaturas. La teoría de la enunciación, que Benveniste desarrolla en
ese mismo período, puede considerarse el intento de construir un puente sobre
ese hiato, de hacer pensable el pasaje entre lo semiótica y lo semántica.” (Agamben
82)
Entonces, una signatura se ubica del lado de
la existencia, tiene un aspecto ontológico, que lleva de la mano al
significante para que pueda encontrarse con el significado, que cierra la
brecha entre semiología y hermenéutica; y que posibilita, en último término,
que podamos hablar.
Y solo lo hacemos cuando restablecemos el
nexo entre palabras y cosas: “Significa, en una palabra, buscar en todo evento
la signatura que lo cualifica y especifica, y en toda signatura, el evento y el
signo que la soporta y condiciona. Es decir, aún más, en las palabras de
Foucault, «mostrar que hablar es hacer algo, y no simplemente expresar un
pensamiento» (Foucault 1969: 272).” (Agamben 106)
Esta línea de razonamiento tendrá contactos evidentes con: los
planteamientos de Deleuze y Guattari sobre el lenguaje, las reflexiones sobre
los actos del lenguaje y la pragmática, la performatividad del lenguaje, las
estrategias deconstructivas. Y, lo que es más importante, con la ontología
general y con la del ser social.
Agamben, Giogio. Signatura rerum. Sobre el método. .
Barcelona: Anagrama, 2010.
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