Lo valioso de esta obra no está
solo en su mérito histórico dentro del pensamiento de Wittgenstein, sino en la
elaboración de ese vínculo entre las dos partes de su vida, como se suele
decir: el primer y el segundo Wittgenstein, quizás para apostar por una
hipótesis algo extraña y señalar que al final de cuentas la ruptura entre los
dos momentos ha sido sobrevalorada. Hasta se podría decir que el Tractatus solo es el caso extremo y
especial de una determinada gramática.
Con esta mirada, avanzo hacia
otro campo –hacia algunas cuestiones epistemológicas actuales- para preguntarme
en qué medida ciertas reflexiones de Wittgenstein aclararían temática
específica, especialmente en la re-construcción -¿refundación?- de una nueva
dialéctica y de una nueva estética. (Las temáticas de esta nueva dialéctica y
estética se pueden encontrar en este mismo blog.)
Además está la necesidad de
escapar a los lugares comunes, que han sido utilizados hasta el cansancio y por
lo tanto se vuelven poco explicativos, su ampliación sin límite significa su
destrucción como conceptos útiles. Me refiero a las nociones de gramática y
juego de lenguaje, entre otras.
Comencemos por alejar la
interpretación de Wittgenstein de sus dos extremos: la clausura a una suerte de
lenguaje perfecto o su reducción a un tipo de juego de lenguaje; ni metafísica
ni analítica (en cualquiera de sus variantes).
“6. …¿No es el caso que la expresión
de la comprensión sea siempre una expresión incompleta? Esto significa,
supongo, una expresión a la que hace falta algo, algo que es, no obstante,
esencialmente inexpresable, pues de
otra manera podría yo encontrar una mejor expresión para ello. Y ´esencialmente
inexpresable¨ significa que no tiene sentido hablar de una expresión más completa.”
La tentación que se viene
inmediatamente a la cabeza es interpretarla en cualquiera de las dos
direcciones señaladas: se podría decir que “inexpresable” se aproxima a que el
sentido del mundo se encuentra fuera del mundo; o bien, podríamos indagar en
qué contexto específico una frase así tendría significado.
Y que, por lo tanto, la Gramática filosófica se encuentra a
caballo entre las dos fases de su pensamiento y que expresa las dudas de su
conformación, que le llevarán hasta los textos más clásicos como Investigaciones filosóficas o Sobre la certidumbre.
Está claro, en primer lugar, que
ha dejado de lado cualquier recurso a una esfera que se encontrara fuera del
lenguaje y de allí la renuencia a buscar “una expresión más completa.” Y
tampoco se encuentra el recurso a un juego del lenguaje que permitiera resolver
esa inexpresabilidad, que llevaría a
preguntar en qué condiciones podríamos enunciar: “esencialmente inexpresable.”
Cabe, entonces, introducir una
interpretación que sea mucho más compatible con lo que está sosteniendo; esto
es, se trataría de la ruptura entre lenguaje y sentido, de tal manera que un
enunciado jamás dice completamente aquello que quiere decir; pero este resto “inexpresable”
simplemente pertenece a otro enunciado que, a su vez, deja un segmento
inexpresable. Hay una no coincidencia perfecta entre lenguaje y sentido.
Este enunciado “no coincidencia
perfecta entre lenguaje y sentido” no tiene que llevarnos a buscar ese resto de
sentido fuera del lenguaje, sino en otro segmento del lenguaje. No se trata
solamente de cambiar de juego de lenguaje para que lo inexpresable pueda ser
dicho, sino que sostener una afirmación más radical: hay entre las dos esferas
un sistema de conexiones parciales que, al mismo tiempo, están completamente
contenidos una en otra, como un todo. Desde luego, hay que insistir que todos
los enunciados finalmente son segmentos y que no es posible enunciar la
totalidad del sentido ni agotar la capacidad expresiva del lenguaje.
Wittgenstein, Ludwig, Gramática filosófica, Unam, México, 2007.
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