Lacan repite a Hegel, pero lo hace
con una mínima diferencia: “Este nos lleva de regreso a la relación entre repetición
y la diferencia mínima: la diferencia mínima es la que emerge en la pura repetición.”
(Vol. 1, 494)
Nos interesa tanto el modo cómo
Lacan repite a Hegel y el modo en que allí se produce esa pequeña diferencia. Y
esta se enuncia ante todo por la imposibilidad de Hegel de pensar la diferencia
como tal, fuera del marco identitario de lo actual.
La diferencia está lejos de implicar
el surgimiento de lo nuevo. Bien cabe la posibilidad de que el cambio
introducido tenga como finalidad la de que todo igual, como pasa en la
política: “Ciertas cosas deben cambiar para que todo quede igual.” Por el
contrario solo cuando se presenta esa mínima diferencia, casi imperceptible,
diremos que las cosas efectivamente cambian.
Lo que separa Hegel de Marx. Según
Zizek, se ubica en la distinción entre superación y repetición: “…lo que el
pensamiento post-hegeliano nos trajo es la noción de una repetición mecánica no
acumulativa.” (Vol. 1, 497) Una máquina que es no es otra cosa que el espíritu
penetrando en la vida, lo artificial en lo natural.
La máquina del inconsciente que
penetra en la conciencia, la sinrazón que penetra en la razón, la falta de
conocimiento en el conocimiento: “…Freud descubre razón en el corazón de la
sinrazón.” (Vol. 1, 498) Desde luego, también en Hegel al inicio la conciencia
no se da cuenta de que es conciencia, atraviesa por un período de inconciencia
de cual tiene que recuperarse.
Sin embargo, “el inconsciente
hegeliano es formal; es la forma de enunciación invisible en el contenido
enunciado… El inconsciente hegeliano es el inconsciente de la auto-conciencia,
su propia y necesaria no-transparencia, la necesaria orientación de su forma…
en el contenido que confronta. El inconsciente es la forma universal de un
contenido particular…” (Vol. 1, 498)
El inconsciente hegeliano es el
momento de olvido de sí misma de la conciencia, que existe de modo provisional
hasta que la marcha histórica y sistemática de la propia conciencia le lleve a
encontrarse plenamente consigo misma y ese inconsciente desaparezca. Así, la
conciencia desgraciada del cristianismo es una conciencia escindida en dos, que
no se da cuenta que al fin de cuentas es una sola.
Mientras tanto que desde la
perspectiva del inconsciente freudiano tenemos una “negación que falla”, que no
está destinado a ser superado, un inconsciente que jamás podrá ser reducido a
conciencia sin más y que, sin embargo, es lo que dicha conciencia, lo que hace
posible que haya conciencia.
La imposibilidad de esta
resolución de la repetición en superación tiene profundas consecuencias
epistemológicas. Por ejemplo, en el campo dela política que “no puede ser
totalizado, ´no hay relaciones de clase´, no hay meta-lenguaje en el cual se
pueda describir ´objetivamente´ la totalidad del campo social, cada una de esas
descripciones es parcial.” (Vol. 1, 502-503)
Si regresamos la mirada a Lukács, diríamos que
la conciencia de clase siempre es virtual, siempre es una conciencia imputada:
aquella que la clase obrera y las clases subalternas deberían tener en un
momento dado. Ningún partido político, ningún líder, ningún sector social, está
en capacidad de representarse la totalidad del campo político, o, lo que es
igual, de actualizar completamente esa conciencia virtual.
Habrá una permanente disputa por
saber qué partido se aproxima más a la conciencia imputada tanto desde el punto
de vista programático como de su acción. Se produce, entonces, la negación radical
del partido único. Un conjunto de organizaciones políticas compite por la
conciencia imputada, por el modo en que el capitalismo y la emancipación deben
ser representadas en un momento dado de la historia.
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