UNA MIRADA CONCEPTUAL A LA BIENAL NÓMADE
Carlos Rojas Reyes
Más
acá del nomadismo deleuziano.
Leímos, anotamos, volvimos a leer;
discutimos, aprendimos, enseñamos; durante muchos meses lo llevamos en la
mochila y en los momentos libres abríamos en ese pasaje difícil que iba a
iluminarnos definitivamente arrojándonos a los brazos de la verdad. Sin embargo,
a medida que avanzamos en la lectura de Mil mesetas de Deleuze y
Guattari quedaba la impresión de que algo le pasaba al volumen que teníamos
entre manos.
Por alguna razón, en ese momento
desconocida, parecía que alguien le había añadido hojas innecesarias o, quizás,
que algunas habían sido arrancadas y la numeración trucada para que nadie se
diera cuenta. Había allí una insuficiencia, una especie de obra de teatro con
actores sobreactuando.
¡Qué lejos se siente esa experiencia!
Ahora abro nuevamente el libro y lo recomiendo como una maravillosa obra de
ficción filosófica, de construcción de un aparato conceptual difícilmente
relacionado con la realidad. Creíamos profundamente en sus enseñanzas, pero nos
cansamos de ellas y buscamos otras.
Este fue el caso de sus reflexiones sobre
los pueblos nómadas.
Ni flujos informes ni máquinas de guerra.
Repensar el nomadismo antes de Deleuze y Guattari. Mostrar sus insuficiencias,
sesgos, elecciones arbitrarias, con el fin de construir una imagen del nómada al
asalto del estado. Despegar el nomadismo de la imagen de bárbaros guerreros
arrasando con todo a su paso, para luego marcharse y solamente dejar la tierra
asolada.
Distanciarse de la errancia, la
divagación, la deriva. Huir de los flujos de las masas anónimas deambulando sin
sentido en las calles o en los espacios virtuales. Flujos fácilmente
apropiables por caudillos altisonantes que atraen a la turba con su griterío
pseudoprofético, anunciando la siguiente catástrofe, enunciando la próxima
conspiración.
Sin embargo, no renunciar al nómada.
Mantenernos firmemente en su modo de vida y en las manifestaciones dejadas
pasar rápidamente.
Ser nómada simplemente es una cuestión
distinta del paradigma convertido en lugar común. ¿Qué está más allá de las
afirmaciones ya banalizadas, sin sustancia? ¿Qué otra cosa existe aparte de
hombres huecos caminantes en espacios esquizofrénicos? ¿Cuál es la sustancia
del nómada que aún queda en su transcurrir? ¿Qué mundos dibuja el nómada?
Ahora somos beduinos: desierto, oasis,
desierto. Lejos de la imagen de la horda desestructurada, formada por una masa
informe, las sociedades nómadas están bien organizadas. Arte, música, cultura,
valores nómadas como ellos. Y sobre todo una muy precisa idea del mundo como
una sucesión de mundos a ser habitados.
Nunca
hemos sido monoteístas.
Hacemos como los tzeltales: adoptamos las
teorías, ellos las religiones, que se nos presentan.
La conversión de los tzeltales es
efectiva; no hay trucos cínicos ni eclécticos. Cada religión que adoptan la
siguen lo más fielmente posible, con sus mandamientos, liturgias,
restricciones. Esta adhesión duró un tiempo no muy largo. Luego, se mudan a
otra creencia y así sucesivamente. A lo pregunta por esta volubilidad se
responde: “Por conocer”.
Creemos profundamente en la teoría que
nos llega: la aprendemos, aplicamos, desplegamos, la entendemos y la malentendemos;
después llega otra y con el mismo entusiasmo nos entregamos a ella. Así, hemos
sido deleuzianos, deconstructivos, posmodernos, posestructuralistas,
neorrealistas, neomaterialistas, lacanianos, zizekianos.
Una vez que agotamos las teorías y que
terminamos de devorarlas, vamos a la siguiente. Siempre volvemos a nuestra
matriz original, aquella que subyace a todas las divagaciones conceptuales, a
la que nos afirma y nos sostiene firmemente en el suelo. A veces nos
preguntamos si este transcurrir incansable, muchas veces de entrada y salida de
la academia, no será simplemente una estrategia de supervivencia o quizás el
ejercicio de la fase recolectora.
Exprimimos los conceptos hasta que digan
lo que queremos que digan y luego los dejamos atrás.
Más aún, ejercemos echamos sobre las
teorías una cierta sonrisa, un dejo de ironía. Marcamos una distancia. Jamás
nos entregamos completamente a los conceptos y a las elucubraciones. Por
ejemplo, este es el caso de la lectura que hicimos de Heidegger. ¿Desde dónde
sería lo correcto aproximarse a su metafísica? ¿Cómo evitar caer en la trampa
de la pseudoprofundidad? ¿De qué modo evitar que el caminar por las sendas
perdidas en el bosque no se convierta en un encuentro con el fascismo como fue
la experiencia de Heidegger?
Acudimos a Hanna Arendt, profunda
conocedora del alma heideggeriana y dejarnos guiar por su frase definitoria de
su pensamiento y persona: “Cuando puede, miente; y lo hace a menudo…” Entonces
al leerlo, cabe cuestionarse si no se trata de un engaño, de algún tipo de
artificio muy bien elaborado, de una red que nos captura con mucha facilidad.
En cada momento me pregunté: ¿Estará mintiendo una vez más?
Por estos motivos, es preciso adoptar una
hipótesis bárbara sobre toda clase de religiones y fundamentalismos y decir
parafraseando a Latour: Nunca hemos sido monoteístas. Ciertamente no se
trata de Moisés interpretando el supuesto monoteísmo egipcio y haciéndolo suyo,
articulándolo a través de la ley. Se trata de Moisés como padre de la horda
que, según sugiere Oseas, habría sido asesinado por ellos.
Este dios cristiano se muestra inquieto.
Mira dentro de sí mismo y ve que en su interior habitan otros dioses que le
miran de manera burlona. Multiplicado en la trinidad comienza un juego
interminable de perseguir la imposible unidad. La multiplicidad originaria
habita dentro de lo divino: en el principio fuimos tres. Los teólogos encontraron
el lugar perfecto para toda clase de disquisiciones: un solo dios, tres
personas; las personas son fruto de la emanación; una sola substancia, tres
modos de ser de la substancia. Hay tanto alegría en sus reflexiones. Pueden
darse el gusto de elucubrar sin límite.
Los dioses nómadas viajan dentro de su
propia divinidad: el padre se vuelve hijo, el hijo regresa al padre y para
poder ejecutar este retorno, atraviesa por otro dios llamado espíritu santo. En
un círculo incesante de este uroboro divino. ¿Cómo salir del solipsismo de la
substancia divina? ¿Qué hacer para romper el círculo de las personas divinas?
El hijo, el más nómada de los tres,
siente una terrible ansiedad de otras sensaciones. Miran allá abajo esas
creaturas que se revuelcan en sus pasiones, se aman, se matan, se traicionan y
hasta se atreven a teorizar, es decir, a llevar como los teóforos a los dioses
especulativos de un lado para otro. Pero, él no puede ni pensar ni sentir nada
de esto. Es inmutable y ya sabe todo desde la eternidad.
Entonces, en una muestra de audacia se
despoja de su vestidura divina y se convierte en humano. Se dice que conservaba
las dos sustancias dentro de sí. Es decir, la encarnación tenía truco, no era
completa. Vaga por un tiempo entre los humanos. Les deja pensar en la
salvación, cuando saben que con la muerte todo termina para los humanos. Y
luego de este paso por el desierto de la realidad humana regresa de la mano del
espíritu santo a contar su historia al padre. El padre envidioso se limita a
hacer una mueca de desprecio.
De fondo está la imposibilidad de un solo
dios verdadero y, consecuentemente, solo se puede tener una fe en estos dioses
que saltan de uno a otro por toda la eternidad y que, ocasionalmente, caen como
meteoritos aniquiladores sobre la humanidad.
Tenemos que repetir: Nunca fuimos
monoteístas.
Cito el texto nómada de Liz Quiroga:
Esta cosa extraña, el pensamiento en su traducción metafrásica esta
cosa extraña el pensamiento que se me aparece en las entrañas cuando pienso
no digo qué raro y cuando pienso que pienso me digo qué raro claro que resulta
caro como una gracia gostosa abundosa que me hubiera dado ¡saqué seis! repita
de nuevo ¿hacia dónde me muevo cuando pienso? mastico el pienso ¿me vuelvo
bovino? rebobino estaba sentado en la banca del parque y entonces pensé que
pensé equivocación qué extraño solo era una leve punzada su recuerdo me cose
punteorzando al viento
Por
un nomadismo ontológico.
Como en la trinidad, de la cual somos
hechos a su imagen y semejanza, llevamos incrustada en nuestra alma individual
y colectiva el nomadismo ontológico. Está lejos de ser una opción que puede
tomarse o desecharse. A lo mucho podemos ocultarla o aplacarla detrás de una
sólida capa de cemento banal y cotidiano.
Nos desdoblamos. No cabe otra opción.
Tomamos una parte de nosotros mismos y la colocamos allí afuera. Contemplamos
esa nueva substancia como una entidad ajena, separada, opuesta a los seres
humanos. Somos mirados por una inteligencia artificial cada día más poderosa.
Esa parte nómada expulsada del inconsciente colectivo regresa sobre nosotros
aniquilándonos, reduciéndonos.
Ya no son únicamente los fantasmas de la
cosificación del espíritu enredado en el consumo desenfrenado. Es la
esquizofrenia de esta otra parte que somos nosotros mismos de otro modo y la
imposibilidad de reconocernos en ella.
Existencias reales, vidas virtuales. Y
una oleada de metaflujos que pasan de un mundo a otro creando zonas de
indeterminación e indecisión. Muchas veces quedamos atrapados en esos espacios
intermedios sin poder regresar a lo real, sin alcanzar a existir ni real ni virtualmente.
Ser nómada no implica huir de esta
condición ahora inevitable. Quiere decir convertirse profundamente a la
virtualidad como única posibilidad de ser reales. Pensar a través de la
inteligencia artificial. Hacer arte mediado por ella. Dejar que ella sea la que
diga la primera palabra y sobre ella, organizar nuestra creatividad, discurso,
voluntad.
El
operador trans* del nomadismo.
En el núcleo del nomadismo habita de
manera inherente el operador trans* que atraviesa y configura el conjunto de
los espacios del mundo de la vida, aunque se haya originado como su caso más
relevante en el transgénero. Así establecemos que lo trans* en el nomadismo
provoca la entrada en funcionamiento de una serie de procedimientos:
prefijación, prefijo re-, procedimiento de corte, refracción, metaplasma y
ondulaciones.
Prefijación:
El primer elemento que atraviesa
enteramente este campo es el carácter de prefijo que tiene trans*; esto es, se
antepone a un morfema para modificarlo, lo que significa que siempre que lo
trans* toma contacto con cualquier fenómeno lo modifica, en este caso,
sustancialmente. Desde luego no se está hablando exclusivamente del prefijo
trans-; aquí se trata de este otro trans* que se refiere al estallido del orden
clasificatorio del género y a la aparición de otros fenómenos. Precisamente
queremos saber cuáles son las consecuencias de esta prefijación trans* sobre
una esfera determinada.
Re- de repetición:
Este prefijo especifica el modo de
existencia de lo trans* en el sentido en que indica aquellos procesos que
tienen que ver con repetición, intensificación, resistencia o rechazo. Digamos
que, en este caso concreto, cuando pensamos re- como formando parte de lo
trans*, estamos introduciendo en un fenómeno dado procesos y estructuraciones
que tienen que ver con su duplicación, pero que va ligada a la intensificación
negativa o positiva de los hechos y los discursos. Lo trans* repite e
intensifica; esto es, una repetición ligada a trans-formaciones de diverso
tipo, porque lo que nunca es idéntica a sí misma, sino que es metonímica:
implica un desplazamiento intensificador en una dirección dada.
Procedimientos de
corte:
Lo trans* es un corte real o simbólico.
Un corte en la carne para producir transformaciones, una cirugía que te lleva a
otro terreno, a otro espacio clasificatorio; un corte simbólico, como el que se
produce en la ingesta de un cóctel químico, que lleva por unas horas o por un
tiempo más o menos definido hacia ese otro campo al que se retorna después.
Implica una escisión dolorosa en el sujeto y en la subjetividad, una invasión
de un sitio desconocido, un penetrar en lugar que ha estado prohibido.
La adopción de una ontología, una forma
de vida, y una epistemología trans* presupone este corte simbólico que
incorpora el trabajo de lo negativo, que corta y se corta y que no deja nada
indemne. Por esto, en el corte se involucra por entero el plano sensorial,
sensible e imaginativo, y quedan particularmente afectados lo visual y lo
háptico, que forman un modo de vida:
Lo que hay que decir no es el sistema
sensorial está visual y hápticamente encarnado; más bien su verdadero ser es un
aparato visual-háptico-sensorial.
Cortar también significa abrir un mundo
frente a nosotros: “El corte es una posibilidad” de apertura hacia otras
regiones, que materializan nuevos fenómenos, que permite que lo nuevo llegue a
ser a través de una serie de mutaciones.
Refracción:
Lo trans* es la crítica de los procesos
habituales de la representación y del reflejo especular. Esto no significa que
haya desaparecido la representación; permanece allí, pero sometida a la
refracción. Se podría decir que la representación, en su triple nivel: político,
cognoscitivo y dramático, al llegar a lo trans* cambia de dirección y de
velocidad, se distorsiona y se ve obligada a transportar otras significaciones
que antes no estaban incluidas. También aquí funciona la metonimia.
Metaplasma:
Lo trans* es un metaplasma; este término
tomado de la biología hace referencia a la transformación de los tejidos que
forman otro tipo de células especializándose, como es el caso de los tejidos
embrionarios y que producen otros órganos y que, incluso, puede malignizarse
produciendo una metaplasia. Lo trans* como material formativo no hace
referencia únicamente a su plasticidad, sino a una plasticidad que va más allá
y que crea otras formas que se han desprendido de este fenómeno original. El
mismo paso de los términos de lo trans* a otros campos se torna posible en la
medida en que lo trans* tiene este carácter de metaplasma. Quizás se podría
llamar: hiperplasticidad.
Cito el texto nómada de Liz Quiroga:
Was heisst denken? pensar es un denim percudido
en un tambor
el látigo percutía sobre la piel y la piel
le respondía: más más más
¿se puede pensar cualquier cosa? Pienso cualquier cosa hilvan
a hilvan silban las palabras en mis circovoluciones ¿te gustó mi voltereta? si
especialmente las que tienen cascabeles crótala qhuerida ovovivípara diamante
del este cualesquiera cosas son prensadas y me preguntas cuál es
quiera quién es quiero delirio martagón con su aroma liliáceo penenne
bulboso róseo purpúreo pensaltivo Heliogábalo abandonado a los goces grosellas
de la carne en su búsqueda del pájaro azul
Ruido.
Stefano Harney nos recuerda que el camino
del éxodo de Moisés pasa por Etiopía. Desde allí, de manera imperceptible, la
tez del profeta se va oscureciendo. Será el sol del desierto, se dicen los
miembros de la tribu. Otros aprovechan para insinuar que es el inicio del castigo
divino por haberlos sacado de Egipto, en donde se vivía tan bien.
Cuando sube al Monte Sinaí, Moisés ya es
un hombre negro. El dios de siempre no lo reconoce y se esconde en su zarza
ardiente. Moisés se lanza a las brazas sin importarle quemarse. Aterriza en el
suelo. Allí no hay fuego. Queda, nada más, la ceniza de los dioses ausentes. No
puede regresar con las manos vacías. La multitud sediente de sangre está lista
para lincharle, un destino que perseguirá a los negros por muchos siglos.
Graba fervorosamente los mandamientos en
la piedra. Siente que dios le dicta. Él hubiera puesto otros. Pero ¿quién puede
adivinar los designios divinos? Oye muchas voces en su interior. ¿Se habrá
equivocado con el monoteísmo? Un pulular de tábanos le atormenta. Hasta la voz
aguda de Yocasta se oye a lo lejos. Mas esa es otra historia.
Desciende Moisés, ciertamente todavía no
de la mano de Faulkner. Se limpia la ceniza sagrada de la túnica. Abajo asoman
las tiendas. La masa al verlo bajar se arremolina. ¿Habrá encontrado la tierra
prometida, aquella que mana leche y miel?
Las Tablas de la Ley pesan demasiado.
Moisés tropieza y da varias volteretas. En cada una de ellas sufre una
transformación. Primero, se convierte en KRS-One, profeta del rap y el hip hop.
Aprovecha los instantes de suspensión en el aire y cambia los mandamientos. La
tercera persona de la trinidad se convierte en el Espíritu del Hip Hop.
He aquí una muestra:
Yo
soy el DJ que ofrece justicia, mientras que corto, mezclo y scratcheo con la
vida.
Arrenpetíos,
dios está más cercan de ti que tu nariz.
Este Evangelio es un
desinfectante fuere, que se vierte sobre nuestros trapos (ropa de moda), las
escobas (los bailes), los ambientadores (los micrófonos) … Durante la limpieza,
hacemos nuestra propia música con nuestros propios cuerpos.
Y en la siguiente maroma, el rostro se
KRS-One en una metamorfosis ovideana se convierte en John Cage. Las Tablas de
la Ley descienden raudas y cuando la multitud alcanza a verlas también ellas se
han transformado. Ahora son una miríada de discos de vinilo. Las Variaciones se
suceden una a otras. El ruido se vuelve música.
Y la música regresa incesante al rudio.
John Cage desorientado ante la masa que
chilla. Graba cada uno los sonidos. Luego escribirá 4´33´´ en su homenaje,
De pronto una almeja subió
directamente hasta la
superficie, se quedó allí' un
momento, luego descendió lentamente,
como una hoja, inclinándose de un lado, luego
de otro, y al llegar al fondo desencadenó
un movimiento análogo, de tal manera que una almeja tras otra
repetían sus movimientos, a veces varias al mismo tiempo, a veces
muchas, a veces ninguna,
produciendo una danza que nos tenía
arrobados. (Haciendo todo lo que nosotros necesitábamos
hacer).
(Cage, Del lunes en un
año).
La
única posibilidad de bienal de arte es ser nómada.
Aquí estamos en la Bienal Nómade.
Esta bienal expresa el nomadismo de una
doble manera: muestra la esencia nómada de toda bienal y se estructura sobre
los metaflujos.
Toda bienal es una combinación extraña de
persistencia y cambio. No deja de haber un núcleo permanente, una persistencia
de la memoria diferenciadora entre las distintas bienales. Pero, cada edición
es un desplazamiento hacia tierras inhóspitas, desconocidas. Territorios, al
menos en principio, novedosos en donde se esperan obras de arte que rompen los
límites y proponen experiencias hasta ahora inexistentes. (Desde luego, hay
bienales que simplemente le dan la espalda a su esencia).
Por otra parte, la Bienal Nómade expresa con
nitidez este carácter nómada del alma contemporánea: nos trasladamos de un
territorio a otro. En cada lugar al que llegamos armamos las tiendas,
desplegamos nuestra forma de vida, instalamos nuestro modo de ver el mundo,
levantamos estructuras efímeras.
Ante la destrucción como modelo de vida
el proyecto nómada toma posición:
Es por ello por lo que nosotros como proyecto nómade; volvemos a preguntarnos
en la actualidad que ha significado estos miles de años de civilización:
contaminación, guerras, ojivas nucleares, discriminación, capitalismo
depredador, radicalización tanto de la pobreza como de las riquezas,
afloramientos de nacionalismos, xenofobias y odios a todo tipo de diferencia,
etc. etc. (Hernán Pacurucu, Proyecto Nómade)
Y frente a este panorama desolador el nuevo nómada se
muestra como el bárbaro civilizador, el inuit entrando a Harvard, el wayú en la
Javeriana de Bogotá, para inaugurar el nuevo gesto civilizatorio:
Nosotros en un giro antropológico pensamos
que la salida posible a este tipo de “nueva barbarie” o “barbarie
civilizatoria” podría ser un retorno a un posible neo-nomadismo… (Hernán
Pacurucu, Proyecto Nómade)
Todo esto nos lleva directamente a preguntarnos si detrás
de las almas múltiples que conviven no siempre pacíficamente dentro de Hernán
Pacurucu yace un tzeltal con su espíritu nómada. Así los vemos ocupar distintos
territorios, desplazarse sin tener en cuenta los límites entre espacios y gente
de la más diversa.
En cada uno de los lugares Hernán Pacurucu ejecuta con
precisión su tarea de elaborar un site specific conceptual que toma
forma en la Bienal Nómade. Y cuando el evento ha concluido, sin rastros de
nostalgia o melancolía, se desplaza al siguiente lugar en donde levanta su
carpa y organiza a la tribu correspondiente.
Allí ejerce plenamente su tarea histórica:
Hernán Pacurucu, BC - Bárbaro Civilizador.
Cito el texto nómada de Liz Quiroga:
las amargas lágrimas de Ludwig von Genstein intenta decir
una oración “el tiempo está muy bonito hoy” ahora piensa el pensamiento de esta
oración, puro, sin oración elevemos una plagaría por Ludwig plaga de
mangostas salidas del mar profiriendo el altabox dada dada solamente hoy
21 horas 21 minutos día 21 año 21 siglo 21, el pensamiento lame con la lengua
impura, las edulcoradas lágrimas de Laura von Álvaro ahora trenza el
tensamiento peco contra el décimo tercer mandamiento, intenta decir intento
decir morir en el intento estoy indentando aplaste el tab tres veces el
pensamiento no nos parece misterioso sino menesteroso
¿considera su obra hamorística? ¡oh, sí, claro, por
supuesto! ho.ci.co.cla.ro ella era mi
madre yo su acerico, no podemos vernos ir de aquí para allá ¿se
extraería un ojo para verse verse? ¿qué di.versión aparecería? yo veo que me
voy tú ves que te vas ¿consideral su obra nebulosa?, la primera aguja en el
fondo del oído la segunda en la glotis, lo siento no podemos vernos ¿y
vernos vernos? tampoco pido una cita en qué formato, el rasgamiento menesteroso
de la fuente el anuncio previó el nacimiento te reciben de golpe con una
palabra te talabran a fuerza de morfenfermas te declinan