El pensamiento caníbal implica el
nihilismo, como uno de los aspectos de los cuales no puede prescindir y que le
es inherente. Por eso, nihilismo caníbal termina por ser redundante. La palabra
nihilismo resuena en nuestros oídos de muchas maneras, trae consigo muchas
cargas semánticas y debates de muchos siglos.
Sin entrar en estos, es preciso
delimitar con claridad a qué se refiere este nihilismo que emerge del
pensamiento caníbal, especialmente en aquellos aspectos que le diferencian de
la tradición y, sobre todo, de las posiciones nietzschianas.
En primer lugar, hay que alejarse
de los debates metafísicos en torno al nihilismo. No se trata del ser, que en
su máxima abstracción sería igual a la nada; menos aún, un camino para superar
el conjunto de la filosofía occidental.
El nihilismo caníbal es
histórico: los valores y las formas de vida correspondientes de las que la
humanidad se ha dotado han sido incapaces de resolver sus problemas cruciales;
por ahora, ningún principio, sistema, afirmación, ideología, religión, ciencia
o lo que fuere, ha demostrado que esté en capacidad de encontrar una vía de
salida que detenga a la humanidad de su auto-destrucción. Por el contrario,
cada idea que surge, cada teoría y práctica que se propone y se aplica, o bien
conduce al efecto opuesto de lo que se propone o termina por ser marginal a los
problemas planetarios. Y, como vemos a cada paso, no tardan en convertirse en
ideologías que alimentan máquinas de matar, que reintroducen el fascismo.
En segundo lugar, si bien comparte
con el nihilismo la negación de los valores judeo-cristianos, no convierte al
nihilismo en un momento que es superado por otra cosa; por ejemplo, la voluntad
de poder, la vida, la afirmación de otros valores distintos de los negados.
Tampoco eleva el nihilismo a un estatuto que lo convierta a él mismo en una
entidad metafísica, en un “valor negativo” igualmente fundamentalista.
Con todo lo importante que puedan
ser esas posiciones, el nihilismo caníbal está lejos de ser un momento
necesario para evolucionar, crecer, mejorar o acceder a la verdad. No es un
lugar de paso amargo y terrible, que luego nos arroja a una playa paradisíaca
o, simplemente, al crudo ejercicio del poder sobre los demás.
El nihilismo caníbal es un lugar
en donde se permanece, en donde es preciso quedarse, que carece de una puerta
de salida que afirma otros valores y que los coloca como la verdad a creerse, a
seguirse con algún tipo de fe. Y si uno se aleja provisionalmente de él, se
tiene que volver.
Por esto, se considera que tiene
la estructura del doble vínculo: adopción de unos valores por cuales se lucha
en la sociedad y negación de estos para evitar que se conviertan en fundamentalismo,
para mostrar su caducidad. Adoptar unos valores que tarde o temprano tienen que
ser desechados, a los nos aproximamos con un “esencialismo estratégico”, pero
que al final día, lo cuestionamos desde esa perspectiva nihilista.
Y esta actitud se torna
indispensable porque vivimos en un mundo en donde cualquier idea, creencia,
práctica, se transforma rápidamente en un principio o valor absoluto, que
siempre va más lejos que lo que propone. Esto sucede incluso en aquellos casos
en donde esos valores que se predican sean justos:
democracia, ecología, paz, animalismo. Basta mencionar los crímenes
monstruosos que se han dado a nombre de la democracia o de cualquier dios.
No se trata de negar la validez
de esas batallas, sino de tener frente a ellas una actitud nihilista, porque
solo eso impedirá que se conviertan en feroces ideologías que terminen con
todos los demás. Más aún, si alguno de esos grupos accediera al poder, lo más
probable es que terminaran en feroces dictaduras.
Este nihilismo caníbal muestra las
limitaciones esenciales, estructurales, de cualquier valor, en una doble
dimensión: las que provienen de fuera, en la medida en que ningún está en la
capacidad de representar al conjunto de la humanidad, en la gigantesca
diversidad de sus manifestaciones, reivindicaciones, desafíos. La defensa del
valor, insisto por más justo que pretenda ser, deja fuera otros valores
igualmente justos.
Las limitaciones que se le son
inherentes y que terminan por manifestarse desde su mismo inicio; como señala
Fredric Jameson, no solo existe aquello que se opone, que se confronta, que
contradice un fenómeno, como parte del momento negativo de la dialéctica, sino
que existe esa otra negatividad al interior de cualquier realidad o valor, que
proviene de dentro, que le es constitutiva y que le llevará a su destrucción.
Nihilismo caníbal que, además, se
extiende al orden planetario, que cuestiona las formas de vida no solo de
Occidente sino de Oriente, del norte y del sur, de los movimientos
emancipatorios sea cuales fueran estos. Insisto en que no trata de renunciar a
las luchas emancipatorias contra toda forma de poder, sino de sacar a la luz lo
intrínsecamente negativo que contienen y que una vez llegado al poder, han
tomado la conducción del proceso, convirtiéndose en lo opuesto.
Esta es una posición histórica y
no de principios. Hasta ahora ningún valor llevado a la práctica ha logrado
resolver los problemas de la humanidad; por el contrario, se han demostrado
como máquinas de matar.
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