Paradójicamente, también sabemos que en
el momento efectivo del diseño se cuela por todas partes los aspectos
artísticos del diseño; especialmente en un momento en donde el triunfo de la
estética y de la estetización del mundo viene de la mano de los procesos de
consumo, especialmente ligados a las nuevas tecnologías, a los entornos
hipermodernos.
(Estetización del mundo que no deja de
encubrir una realidad que cada vez es más fea. Como ejemplo, podemos referirnos
a las condiciones esclavistas de producción de las grandes marcas, con gente
trabajando más de 12 horas diarias, sin derechos básicos.)
Para revertir la situación de la ruptura
entre arte y tecnología, hay que comenzar por “…considerar al arte como un
componente de la tecnología.” (162) Porque aquello que tomamos como hermoso ha
sido producido como tal, de manera plenamente intencional: “hermosamente hecho
o hecho hermoso… pero sus características como objetos fabricados, como
productos de técnicas.” (163)
No se puede separar el momento
tecnológico del artístico, porque la valoración del diseño proviene en una enorme
medida de su contenido estético; y por otra parte, la tecnología es realmente
eficaz, socialmente eficaz, a través de los niveles artísticos, muchas veces
por encima de su función, que subyace como un residuo que no se puede eliminar.
Esto también significa que tenemos que
mirar al arte como una tecnología, contenida dentro de otras, poco explicitada,
pero igualmente eficaz, cuya finalidad es producir objetos hermosos. Hay una
tecnología estética: cómo producir objetos bellos. En último término de eso se
trata del diseño.
Una vez hechos bellos de acuerdo a una
cierta tecnología penetran en el tejido social para encantarlo, se convierten
en el imaginario vuelto real que nos rodea y simultáneamente, en el instrumento
de percepción del mundo.
A través de los objetos del diseño en su
forma bella encantamos el mundo y percibimos el mundo como encantado, que se
naturaliza inmediatamente:
“Como un sistema técnico, el arte está
orientado hacia la producción de consecuencias sociales que se derivan de la producción
de esos objetos. El poder de los objetos de arte se desprende de los procesos
tecnológicos que ellos objetivamente encarnan: la tecnología del encantamiento
está fundada en el encantamiento de la tecnología. El encantamiento de la
tecnología es el poder que los procesos técnicos tienen de lanzar sobre
nosotros un hechizo de tal manera que vemos el mundo en su forma encantada.”
(163)
Citas tomadas de: Gell Alfred, The art of anthropology, Berg, London,
2006.
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