La Forma estética
es una máquina abstracta.
La justificación de esta frase exige un largo
recorrido que nos conduzca desde la Forma hasta la máquina abstracta, que nos
permita desarrollar esta concepción más allá de su uso metafórico. La Forma
entendida como aquello que introduce una distinción y que a partir de esta
produce fenómenos de indexación, de emergencia de disposiciones y dispositivos,
de ensamblajes, de esquematismos trascendentales y que finalmente desembocan en
estas unidades operacionales que las denominamos máquinas abstractas, como
modos de existencia de los aparatos y regímenes estéticos.
Así que se tendrá que dilucidar no solamente
aquello que constituye una máquina –y sobre todo a la luz de lo que son estas
en la actualidad con los avances tecnológicos que hemos sufrido-, sino una
noción precisa de la abstracción, como proceso tanto real como cognoscitivo. Únicamente
entonces nos colocaríamos frente a las máquinas estéticas.
En la base de esta discusión tenemos dos
realidades que le dan forma al mundo en el que vivimos ahora: el mundo digital
gobernado por máquinas “inteligentes”, en ese particular encuentro de hardware
y software; y el capitalismo tardío que se realiza como capitalismo desnudo,
puro, guiado precisamente por el predominio pleno de las abstracciones reales.
Las dos realidades que permean todos los
ámbitos de la existencia planetaria, deberán servirnos de modelo para las otras
esferas, sin reduccionismos fáciles y tomando en cuenta, de manera constante,
los desvíos, los deslices, las traslaciones, los equívocos, que se provocan en
los procesos de modelización. Ningún esquematismo fácil es posible en este
plano, ninguna resolución evidente; por el contrario, se tendrá que delinear
con mucha claridad las reglas de pasaje de un plano a otro, las ritualidades,
las secuencias, las rupturas, las escisiones con las que tendremos que lidiar a
cada paso.
Por otra parte, ¿cómo pensar las máquinas sin
una comprensión cabal de las que nos rodean y que se han convertido en prótesis
y que nos han vuelto ciborgs? ¿Cómo dejar de lado las computadoras, los teléfonos
inteligentes, las tablets, las máquinas lógicas y las virtuales? Y comprender,
además, el modo en que el software nos obliga a apropiarnos del mundo de una
determinada manera.
La primera hipótesis central es que estas
máquinas abstractas modelan la realidad en la que vivimos y que penetran como
tales en las esferas artísticas y del diseño, no solo como instrumentos
tecnológicos sino como perspectivas arrojadas sobre la humanidad entera.
La segunda hipótesis, igualmente importante,
consiste en que estas máquinas estéticas son abstractas. Y este término
proviene no tanto de su referente obvio: la oposición entre concreto y
abstracto en el conocimiento; sino que se origina en el capitalismo tardío, que
es el otro gran modelador de este mundo globalizado. La separación de los
trabajadores respecto de los productos, la brutal escisión entre valor de uso y
valor de cambio, el trabajo abstracto como criterio de valoración de todo
trabajo, están detrás del conjunto de abstracciones, reales o gnoseológicas.
Con estas dos hipótesis deberíamos estar en
capacidad de modelar la Forma estética, a través de las máquinas estéticas,
insistiendo en que detrás de estas subyace la abstracción del capitalismo puro –que
se expresará en los regímenes de la sensibilidad- y lo ciborg entendido como la
confluencia de elementos incomparables pero plenamente compatibles –que proviene
del mundo digital-
A continuación un primer acercamiento
bibliográfico a esta temática.
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