Pequeños refugios: completo.
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martes, 14 de julio de 2015
martes, 7 de julio de 2015
DEL DRAMA A LA TRAGEDIA BARROCA
Ya es un lugar común señalar el
carácter dramático del barroco, su teatralidad como estrategia para transmitir
su forma de vida; aspecto que se profundiza en el barroco latinoamericano, en
donde alcanza la dimensión de un espectáculo estético al servicio de la
conversión y salvación de los fieles.
Como continuación y profundización
de esta perspectiva, hay que llevar ese drama barroco hacia su expresión como
tragedia que, con seguridad, proviene de varios aspectos. En primer lugar de la
imposibilidad de “vivir lo invivible”.
Este invivible que en la época de
la construcción de la Iglesia de la Compañía tiene que ver con la brutal
tensión entre esa estetización sin límite mostrada en esta arquitectura y
pintura y la explotación de indígenas y afroamericanos, reducidos a condiciones
infrahumanas.
Pero, el carácter trágico del
drama barroco es la “escuela quiteña” no tiene que ver únicamente con su
contraposición con la realidad, sino que le es interna. Lleva el germen de la
tragedia en su propia interior.
El mensaje que transmite poco
tiene que ver con la tragedia; tampoco se trata de equipararlo con los
condenados, con aquellos que no alcanzan la salvación y son arrojados al fuego
eterno. Desde la perspectiva de las funciones salvíficas del drama barroco, de
su supeditación al proyecto escatológico, este drama, estas escenificaciones
cercanas al arte total, ponen las condiciones para su rebasamiento, para su
desarticulación y su desactivación.
El drama barroco coloca los
elementos de su realización y junto con ellos, los aspectos de su destitución,
como forma de resistencia de los “subalternos”, que logran representarse a
ellos mismos por medio de esta estrategia.
La lógica estética del drama
barroco al poner su centro en esa exaltación de los sentidos, en el desarrollo
de las sensibilidades y en el amplio uso de la imaginación, abre un campo
entero, que emerge por esta fisura, a la pregunta por la posibilidad de otros
usos de ese ámbito estético.
Doble vínculo del barroco que
oscila entre el nivel manifiesto de lo sacralizado con los poderosos
instrumentos profanos, inmanentes, cotidianos, que utiliza a cada paso y que
tiende a ganar terreno en la “conciencia” colectiva e individual. Doble vínculo
que se encontraría profundamente inmerso en los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola.
Si la estética –como sensibilidad
e imaginación- han sido puestos al servicio de la escatología, ¿por qué no
desactivar este uso religioso y reconducirlo hacia lo profano e incluso hacia
la afirmación de otros modos de existencia, por fuera del proyecto traído por
la contrarreforma?
Habría que rastrear
cuidadosamente los puntos de rebasamientos, los momentos de fractura, las
estrategias de desplazamientos, los modos de escisión, del barroco como
instrumento religioso y su traslado hacia la esfera profana, en donde la
resistencia a la dominación se hace presente y otros modos de existencia crean,
aunque sea provisionalmente, un espacio para desarrollarse.
De este modo se puede comprender
el paso del barroco como fenómeno artístico al barroco como ethos, como forma
de vida, basado en esta estética; esto es, en la capacidad de imaginar –y de
vivir- otros modos de existencia por fuera del hecho colonial, moderno o
posmoderno.
Se debería insistir en que la
ideología de la contrarreforma en largamente dominante en toda la época del
barroco en América Latina; pero con igual fuerza se debe señalar que ninguna
ideología domina completamente sin fisuras. Se trata de mostrar las formas
específicas, los modos concretos, los procesos sociales y políticos, las luchas
manifestadas en los más diversos aspectos de la vida social, que provocan una
ruptura de las hegemonías.
Así se evita considerar a casi
todo como una estrategia de resistencia o, en el otro extremo, una especie de
monodia del poder, en donde ningún otro discurso –práctica- pudiera ser
articulado. Digamos que el barroco tiene una serie de conexiones parciales con
el poder que, a su vez, pueden ser desconectadas para ponerse el servicio de un
orden destituyente. Nuevamente, aquí estarían las condiciones de posibilidad
del ethos barroco.
Agamben,
G. (2014). L´uso dei corpi. Vincenza: Neri Pozza.
Agamben, G. (1 de junio de 2015). Elementos para
una teoría de la potencia destituyente. Obtenido de
ARTILLERIAINMANENTE: HTTP://ARTILLERIAINMANENTE.BLOGSPOT.COM/2015/03/
Benjamin, W.
(1998). The Origin of german Tragic Drama. London - New York: verso.
Coccia, E. (2007). Filosofía de la imaginación.
Averroes y el averroismo. Buenos Aires: Adriana Hidalgo.
Echeverría, B. (1998). La modernidad de lo
barroco. México: Era.
Schurmann, R.
(2003). The broken hegemonies. Bloomington, In.: Indiana University
Press.
Spivak, G. C.
(2012). An aesthetic education in the era of globalization. Cambridge,
MA.: Harvard University Press.
Strathern, M.
(2004). Partial conecctions. Oxford: Altamira Press.
lunes, 6 de julio de 2015
CONDICIONES DE POSIBILIDAD DEL ETHOS BARROCO
Ubiquemos provisionalmente en ese
lugar de enunciación que Echeverría escoge, aquel de la desactivación de la
sociedad capitalista por medio de la resistencia. Y desde aquí preguntémonos
por las condiciones de posibilidad de ese ethos barroco que cumpliría esa
función desactivadora. O lo que es igual: por la posibilidad de prefigurar una
nueva forma de vida basada en un ethos
de resistencia generalizada a la forma de vida del capital.
Si el barroco puede colocarse
como ese otros ethos que buscamos, entonces debe contener en su interior los
principios de su propia fractura, de su rebasamiento más allá de la institución
de la contrarreforma que la trae a América Latina. ¿Cuáles serían esos
elementos de resistencia?, ¿en qué consisten los mecanismos de desactivación de
su lógica occidental y colonizadora?, ¿en qué medida y de qué modos concretos
el barroco se altera al cruzar el Atlántico y se vuelve lo opuesto a sí mismo?,
¿mediante qué procedimientos se alcanzaría a leer entre líneas el discurso
barroco para mostrar sus fisuras?
¿Puede el ethos barroco ir más
allá de la lógica barroca y si es así, en qué dirección lo haría?
Responder a estas preguntas no
será fácil ni inmediato. Por el contrario, requerirá de diversas aproximaciones
para vislumbrar una respuesta o al menos, la dirección que esta debería tomar.
Como inicio, como puerta de entrada, propongo hace un ejercicio similar al que
realiza Reiner Schurmann al juntar Lutero con Kant –que recuerda al ejercicio
lacaniano de leer Sade con Kant, pero esta vez aproximando Echeverría a Ignacio
de Loyola. (Schurmann, 2003)
La diferencia radical con
Schurmann consiste en que en vez de encontrar los momentos
constituyentes-destituyentes como separados lo encontramos en el mismo
fenómeno. En este caso la institución la realizan Lutero y Kant, cada cual a su
modo; y la destitución la haría Heidegger. Aquí se sostiene que los dos
momentos están dentro del barroco latinoamericano, que adquiriría la estructura
del doble vínculo.
Con esto se quiere mostrar cómo
en Ignacio de Loyola tenemos ya, más allá de su proyecto o voluntad, un doble
vínculo que va desde un modo de institución de la subjetividad –y de una forma
de vida- contrarreformada a el otro polo en donde quizás se encuentren
elementos destitutivos, desactivadores de aquello que precisamente está
proponiendo. Serían estos elementos los que retomaría Echeverría para elevarlos
a la categoría de ethos, de forma de vida de resistencia al capital.
A esta lectura de Ignacio de
Loyola con Echeverría le incorporamos otro discurso, que es el barroco quiteño,
especialmente aquel que encontramos en la Iglesia de la Compañía de Jesús, como
expresión harto completa de la forma de vida ignaciana, como manifestación
acabada de la contrarreforma.
Desde luego no entraré a los
largos debates sobre la Escuela quiteña, sino exclusivamente a su carácter
barroco. Igualmente allí, como una mediación entre Ignacio de Loyola y
Echeverría, nos interrogaremos por la conformación colonial de lo barroco, como
documento de cultura y barbarie a la vez y, sobre todo, por las fisuras que
dejen entrever los elementos de su propia destitución.
Es decir, que allí en la Iglesia
de la Compañía de Jesús tendríamos la institución de la vida católica al modo
ignaciano y al mismo tiempo, la plenitud de sus mecanismos desactivadores de la
vida que proponen; esto es, su positividad y la fractura de esta. Una máquina
dual que funciona en este doble vínculo: la mayor parte de veces como máquina
opresora y en algunas ocasiones como máquina liberadora.
Bibliografía
Echeverría,
B. (1998). La modernidad de lo barroco. México: Era.
Schurmann, R.
(2003). The broken hegemonies. Bloomington, In.: Indiana University
Press.
miércoles, 1 de julio de 2015
EL LUGAR DE ENUNCIACIÓN DE BOLÍVAR ECHEVERRÍA
Una estrategia para leer la Bolívar
Echeverría consiste en preguntarse por el lugar de enunciación que elige para
elaborar su discurso sobre el capitalismo, la modernidad, el ethos barroco. Sin
esta consideración, hay peligro de ser conducidos a exigir respuestas que de
antemano no están allí contenidas; por ejemplo, cuestiones sobre estrategia
política o sobre los modos de superar el capitalismo.
Su pensamiento se ubica en una oposición
entre el inevitable desarrollo del capitalismo en nuestra época, luego del
fracaso de las revoluciones socialistas, y la necesidad de seguir existiendo en
estas condiciones: “El ethos barroco, como los otros ethe modernos, consiste en
una estrategia para hacer “vivible” algo que básicamente no lo es: la
actualización capitalista de las posibilidades abiertas por la modernidad.”
(113)
Hay, desde el inicio, una condición
trágica en esta forma de vida y las condiciones para su reflexión, que se
origina en esta exigencia ineludible de “hacer vivible” lo que “no es vivible.”
Una situación que tiene la estructura del doble vínculo trágico que atraviesa
la vida moderna –y posmoderna- enteramente.
El carácter dramático de este modo de vida
se vuelve patente en el barroco, que es en sí mismo “teatralización” de ese
doble vínculo trágico entre lo vivible y no lo vivible. No se trata de formular
una estrategia revolucionaria, sino de explicitar el choque entre un presente
“imposible” que tiene que ser vivido como tal, precisamente a través de su
recurso dramatúrgico:
“Estrategia de resistencia radical, el
ethos barroco no es sin embargo, por sí mismo, un ethos revolucionario: su
utopía no está en el “más allá” de una transformación económica y social, en un
futuro posible, sino en el “más allá” imaginario de un hic et nunc insoportable
transfigurado por su teatralización.” (117)
No se
trata de ignorar el hecho capitalista, sino de imaginar una forma de resistir,
un ethos que desactive, aunque sea provisionalmente, los mecanismos del poder.
Quiero decir, indagar por los procesos destitutivos de lo barroco, fracturando
desde dentro aquellas formas institutivas. Y para esto hay que trasladarse
desde lo barroco como arte o cultura, hacia el barroco como forma de vida.
Estrategia
destitutiva del barroco que desactiva el orden discursivo, el plano simbólico
del capitalismo, que cuestiona radicalmente su funcionamiento, que saca a la
luz su imposibilidad, aquella en la que existencia tiene que volverse posible:
“¿Qué significa hoy en día una práctica del
barroco? ¿Cuál es su sentido profundo? ¿Se trata de un deseo de oscuridad, de
una exquisitez? Me arriesgo a sostener lo contrario: ser barroco hoy significa
amenazar, juzgar y parodiar la economía burguesa, basada en la administración
tacaña de los bienes, en su centro y fundamento mismo: el espacio de los
signos, el lenguaje, soporte simbólico de la sociedad, garantía de su
funcionamiento, de su comunicación.” (121)
Resistir
significa en Echeverría “amenazar”, “parodiar” la sociedad burguesa. Habrá que
establecer los maneras específicas en que este ethos barroco hace estallar
desde dentro lo invivible puesto en cada esfera de la existencia por la
modernidad capitalista.
Este es el lugar de enunciación
en el que se coloca explícitamente Bolívar Echeverría y no tenemos que perderlo
de vista a lo largo de la lectura que hagamos de sus textos. Por esa misma
razón, habrá que ubicarse de lleno en esa condición trágica del doble vínculo
de la modernidad capitalista.
Echeverría,
B. (1998). La modernidad de lo barroco. México: Era.
(Cito la edición digital de Kindle.)
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