“Este año hablaremos del deseo y
de su interpretación”. Este es el núcleo del psicoanálisis, aquí se centra su
tarea, porque el deseo está allá muy dentro, en el inconsciente, y solo tiene sentido
si se accede a ese deseo que se encuentra detrás de los fenómenos, como su “fundamento”:
“Interviene en la medida en que estas ponen en juego el deseo”. (Lacan,
2014, pág. 11)
Pero, está lejos de ser evidente
qué es el deseo, porque tiende a ser reducido a “la noción de afectividad,
positiva o negativa”. (Lacan, 2014, pág. 13) Se trata de
preguntarse por el deseo más allá del afecto, del sentimiento; sin embargo, no
existe una respuesta simple, directa.
La dirección que nos permitirá
acceder a la comprensión del deseo se encuentra en el carácter de su
interpretación: “El lazo interno, el lazo de coherencia, en la experiencia
analítica, entre el deseo y su interpretación, presenta en sí mismo un rasgo
que solo la costumbre nos impide ver: cuán subjetiva es por sí sola la interpretación
del deseo. Bien parece que hay en ese algo ligado de una manera igualmente interna
a la manifestación misma del deseo”. (Lacan, 2014, págs. 18-19)
De tal manera que no hay una
exterioridad de la interpretación respecto del deseo, sino que este conduce a
aquella; algo en el deseo lleva a esa subjetividad de la interpretación, como
si el deseo pusiera las condiciones de su interpretación subjetiva. Deseo y
subjetividad están estrechamente vinculados.
En este momento Lacan recurre a
elementos que ha desarrollado en los seminarios anteriores y que aquí los
sintetiza. Digamos que el deseo y su interpretación subjetiva solo se pueden
dar en la medida en que pertenecen de lleno al orden del lenguaje y específicamente
de una cadena significante: “…el psicoanálisis nos muestra en esencia lo que
denominaremos la captura del hombre dentro de lo constituyente de la cadena
significante”. (Lacan, 2014, pág. 19)
En la medida en que el inconsciente
está estructurado como lenguaje, el deseo y su interpretación también lo están.
Desentrañar lo que es el deseo nos obliga a colocarnos en esa “captura” del ser
humano dentro del lenguaje.
Se trata, en este caso, de
entender esa cadena significante como una forma: “…la puesta en juego de la
noción de forma en cuanto aprehensión de los medios de mantenimiento de la constancia
del organismo”. (Lacan, 2014, pág. 19)
Aquí cabe detenerse a reflexionar
las implicaciones que tiene esta introducción de la forma. Esta se vincula a la
posibilidad de supervivencia de cualquier organismo respecto de su medio,
porque puede sobrevivir únicamente si mantiene una cierta regularidad, constancia,
más allá de la información o de la variación de los elementos. Sin esta forma,
el ser humano o cualquier otro organismo, simplemente se diluiría en la lógica
del estímulo-respuesta.
El ser humano queda capturado en
la cadena significante; esto es, queda capturado en una determinada forma, que
al mismo tiempo que crea una serie de restricciones, permita -abre el campo de
posibilidades- para su existencia desde cierta constancia en sus respuestas. A
pesar de las innumerables variaciones de los estímulos y las respuestas, esa
cadena significante del lenguaje nos proporciona un cierto “mantenimiento de
una totalidad”, que es lo que nos permita a cada uno ser uno mismo. (Lacan,
2014, pág. 19)
La forma no es una exterioridad
de la cual pudiéramos prescindir o que fuera irrelevante a la hora de ser
humanos; sino que sin esta forma no seríamos tales. El deseo y su interpretación
también, en este sentido, quedan capturados por esta forma que es la cadena
significante.
Ahora bien, extrayendo la
conclusión de lo que se ha dicho “cuando está en juego la subjetividad
capturada por el lenguaje, hay emisión, no de un signo, sino de un significante”.
(Lacan, 2014, pág. 20)
Lacan, J. (2014). El deseo y su interpretación. Seminario 6. Buenos Aires:
Paidós .
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