Traducción capítulos 1 al 4: Carlos Rojas Reyes
(Presses Universitaires de Caen. Caen. 2013)
PRIMER CAPÍTULO
Las formas intelectuales o ejemplares de las cosas, sobre las que
hemos hablado, que se dice que existen en Dios solo a través del intelecto, son
de una sustancia muy diferente e inferior que el intelecto por el que se dice
que existen. De hecho, ese entendimiento es Dios mismo; pero las formas de las
cosas, como queda demostrado anteriormente, son las mismas allá en el
entendimiento y entre nosotros en acto. Por tanto, lo que dice el evangelista
no puede entenderse como existente solo intelectualmente en la Palabra de Dios
por estas y según estas formas de las cosas, porque lo hecho era vida en Él.
Porque para que nadie intente llevar su sentido a otra cosa, determina que la
vida es la vida allá, relacionándola con esta vida: y la vida era la
luz de los hombres. Es para que nadie se explique de otra manera, llamando
luz a la Palabra de Dios aquí hecha, solo porque somos iluminados por el
entendimiento de las cosas, especialmente cuando las entendemos tal como están
allá, por eso continúa más detenidamente sobre esa luz, diciendo que brilla
en las tinieblas, y sin embargo no ser presa de las tinieblas, nombrándola:
la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Luego,
haciendo relación no con el término de luz o palabra misma, sino con el
intelecto del Hijo, que es a la vez Verbo y luz, añade la misma luz, es decir,
del Hijo: él estaba en el mundo y el mundo fue hecho a través de él; y
finalmente, en la misma designación de luz, repite el nombre del Verbo mismo: y
el Verbo, hablando, se hizo carne, o sea, el Verbo que él
predijo: En el principio era el Verbo y el Verbo estaba con Dios, y Dios era
la Palabra. O precisamente no se dice que lo que ha sido hecho existe,
sino según alguna forma de ello. Por lo tanto, es necesario que cada cosa
encuentre allá la forma superior a las formas antes mencionadas, que no solo
está allá inmutablemente, sino que según su propia sustancia es completamente
inmutable, y por eso al contrario sea inteligible allá porque ella está allá,
de tal manera que es la causa de lo dicho: aquello que fue hecho, en él era
vida.
SEGUNDO CAPÍTULO
Y ciertamente las cosas que están aquí y por eso se dice que están
allá, porque se entienden, tal como son ahora en sí mismas, tales han estado
allá desde la eternidad; Porque otros fueron vistos allá desde la eternidad,
como está demostrado, aunque no así por la eternidad misma del entendimiento.
Allá, pues, desde la eternidad fueron hechos intelectualmente antes de ser
hechos en sí mismos, según lo que también dice el profeta de Dios: lo seres
que deben ser, he aquí que fueron hechos. Por lo tanto, tomó desde la
eternidad, según el profeta, una decisión que iba a tomar más tarde en el
tiempo, pero luego en el intelecto, más tarde en la acción. Pero no se puede
afirmar absolutamente que Dios haya hecho algo desde la eternidad. Porque debe
entenderse el modo de hacer que es para el acto, no el que es para el intelecto.
Pero con la determinación del modo, se puede decir que por sí mismo, no como lo
que son los cielos en el intelecto de Dios, o todas las cosas consigo desde la
eternidad, o hicieron lo que debía hacerse, o lo que estaba por hacerse,
después de qué y después de lo cual se dice realmente que las cosas se hacen.
Porque si se hicieran de esa manera, ¿podría entonces decirse que se hicieron inmediatamente
o que se hicieron? Pero estas dos maneras de hacer se pueden nombrar, como se
ha dicho, de cualquier cosa que allá se hacía. Lo vemos: la Escritura al decir:
Dios dijo, así sea, ha querido mencionar este advenir de las cosas, que
no son solo después del Verbo, sino también en el Verbo. Es después de sí que
ha dicho eso, no en el tiempo, sino en toda la eternidad. Y no dijo esto hasta
que en su Verbo ya estaba hecho lo que dijo que pasó. Para él decir es hacer,
pero para él siempre, es decir, eternamente, fue hecho.
Un artesano y también un hombre no hace nada con su obra que no
haya hecho primero con su palabra interior. Y a menudo se le ocurría hacer algo
que no solo no había hecho antes, sino que ni siquiera había pensado en
hacerlo. Incluso cuando se le ocurre, no lo hace inmediatamente consigo mismo,
porque tal vez aún no sabe cómo hacerlo. Pero no así con Dios, para quien ni la
voluntad puede ser nueva, ni ningún conocimiento puede faltar. Por lo cual
también con él deben hacerse eternamente y sin principio todas las cosas que
con nosotros se han hecho en sus propios tiempos, según nuestra propia manera, o
más bien a nosotros, como pudieron, más aún, como pudimos sentirlos, realmente
propuestos y expuestos tal como fueron hechos intelectualmente en otros
lugares. Pero juzgamos la manera de hacer las cosas más según lo que sabemos
mejor, y a él aplicamos nuestras expresiones, cuando simplemente se dice lo que
se debe hacer. De donde no se sigue que se diga: desde la eternidad hizo todas
las cosas de la primera manera, [lo cual] por tanto se puede decir que fue
hecho desde la eternidad; así como si alguien ya hubiera hecho un arca en su
corazón, no la ha hecho simplemente por eso. Pero el verso o la letra se dice
hecho por alguien que ya lo ha hecho consigo mismo, según <lo cual> el
método intelectual de hacer de Dios habla en Isaías: Los que eran antes,
dice, he aquí que han llegado, y en otros lugares: un nuevo cielo,
y una nueva tierra, él diseña así un modo nuevo de ser en nosotros, nuevo no según
la realidad, sino según su solo aparecer, pero no son en absoluto nuevos,
puesto que Dios dijo que ellos son en su presencia. Pero si alguien
pregunta si están allá por creación, ¿es más cierto por la mera generación del
Hijo, por la cual también están aquí?, creados y hechos de la nada y
completamente formados intelectualmente, según lo cual también parece haber
sido dijo: El que permanece para la eternidad creó todas las cosas al mismo
tiempo, y de parte del Señor por medio del profeta: Yo lo formé desde la
antigüedad, y ahora lo he traído. Pero no está suficientemente claro si
todas las cosas que Dios puede hacer, aunque nunca se hagan, de esta manera
pueden decirse que han sido hechas por Dios, o si solo aquellas cosas que él
estaba yendo a hacer, tampoco se puede afirmar rápidamente. Porque no sucede
que la Escritura asigne este modo de hacer a otros, excepto a aquellos que han
sido creados o van a er hechos por Dios. Ahora bien, que estas cosas no solo
son hechas con Dios, sino también creadas y formadas, se atestigua claramente
en no pocos lugares, como se demostró en parte. Es necesario, pues, que hayan
sido hechos y formados allá según alguna forma y modelo que esté por encima de
ellos y de la naturaleza en primer lugar, no solo como son aquí, sino también
como son allá, como sugiere la razón: de lo contrario Él mismo se habría
formado allá, y sería necesario tener otro modelo, y no podría ser el primer
modelo; pero nada podría ser formado ni aquí ni allá por Dios que no fuera
formado según la razón, ni según ninguna otra que, según lo eterno y divino, es
decir, según la misma sabiduría de Dios, por la cual también hizo todas las
cosas antes de que fueran hechas en sí mismas por ella; de donde le dijo el
salmista: Tú hiciste todas las cosas con Sabiduría, y ciertamente no según otro
sino <según> el mismo; pero la Sabiduría no fue hecha ni formada; por lo tanto,
ella es la primera, el modelo de todas las cosas, y la primera forma en que
está la eterna formación intelectual de las cosas, que en realidad proviene de
sí mismo en las cosas mismas hechas temporalmente y, por tanto, también aquí se
hace temporal.
TERCER CAPÍTULO.
En esta primera y principal forma de las cosas, si no hubiera
distinción alguna, ni siquiera se distinguirían formalmente ni aquí ni allá. Así, según esa misma forma, todas serían diferentes, de modo que
dos formas serían necesariamente una y la misma. Porque ¿quién hizo la misma
imagen de un caballo y un asno según sus formas? ¿Quién prestará atención a un
patrón que es exactamente el mismo, ya sea dentro o fuera, cuando quiere formar
una casa y un plato, un abrigo y una gorra? Y de hecho Agustín afirma en varios
lugares que el modelo y forma primera de las cosas se encuentran en Dios, como dijo
en su libro De la Trinidad, para que podamos poner un ejemplo de muchos,
donde dice: “Por lo tanto, en esa verdad eterna, de la que fueron hechas todas
las cosas temporales, contemplamos por la mirada de la mente la forma según la
cual somos y según la cual hacemos cualquier cosa por la razón verdadera y
recta, ya sea en nosotros mismos o en los cuerpos". Que esto no puede ser
otra cosa que la verdad misma, en la que la forma de cada cosa es distinta de
la forma de las otras cosas, lo deja claro en su libro Sobre las ochenta y
tres cuestiones, donde dice que, puesto que Dios no hace nada sino de
acuerdo con la razón, "es absurdo" creer que hizo al hombre y al asno
de acuerdo exactamente con la misma razón. Con esto quería mostrar que
pretendía que las razones de las cosas que son distintas entre sí no sean menos distintas entre sí.
Para probar su distinción, añadiremos ejemplos que, aunque muchos
a su manera, son solo algunos de los muchos disponibles. Puesto que aquí no se
dice que las cosas estén allá sino a causa de sus formas y razones, que están
eternamente allá, de ninguna manera puede decirse que sean distintas allá si
[las razones] por cuya sola razón se dice que están allá son completamente
indistintas allá. Puesto que allá se entienden solo por estas razones, no
podrían ser vistos allá como distintos en absoluto si no tuvieran alguna
distinción. Además, puesto que una forma de este tipo, es decir, la razón
formal de cualquier cosa es su verdad, si esta forma única de todas las cosas
fuera una sin ninguna distinción, la verdad de todas las cosas sería de la
misma manera una, y no distinta de ningún punto de vista. Pero si esto fuera
así, y si nadie pudiera ver la verdad de nada en la contemplación de Dios sin
reconocer, igualmente y por ese mismo hecho, la verdad de cualquier otra cosa,
no se podría conocer la verdad de una cosa sin conocer simultáneamente la
verdad de todas. Allá nadie entendería nada acerca de la verdad de las cosas
que otro no entendiera, y lo que era completamente indistinguible no podría
entrar en ninguna participación, y no estaría claro cómo alguien podría verlo a
través de sí mismo y en sí mismo, a menos que lo viera de la misma manera que
Dios. Estaría viendo algo acerca de la verdad, o en la verdad, de cosas que no
cualquiera podría ver de alguna manera allá. De la misma manera que hemos
buscado las distinciones anteriores sobre las cosas que allá se entienden, así
también es necesario distinguir las distintas razones de las cosas en las que allá
se entienden. Allá, además, no solo los géneros y todas las especies de cosas
existen necesariamente bajo sus razones, sino también los individuos, no solo
enteros, sino también en partes, aunque éstos sean infinitos en cada cosa y en
todo lo que es sustancial y accidental, y en los accidentes tanto las
cantidades como las cualidades, y universalmente todas estas cosas, y todo esto
no solo en las cosas que existen, sino de la misma manera en todas las cosas
que podrían ser hechas por Dios. Y, ciertamente, hay razones distintas, no solo
de las criaturas y de las naturalezas, sino también de las virtudes y
bienaventuranzas, y en estas cosas no solo [la razón] de las que confiere a las
criaturas, sino también todas las que, por muchas que sea, puede conferir, ya
sea a las que ya ha hecho, o a las nuevas que, aunque aún no se han hecho,
todavía podía crear. Ahora bien, las virtudes de las criaturas, que los santos
reciben por gracia, son ciertas formas de participación en las virtudes
primeras y supremas, que están todas, total, simultáneamente y siempre, en
Dios. Todas estas son sustancialmente una sola virtud, que no es otra que Dios
mismo. Del mismo modo, las beatitudes de las criaturas no son más que ciertos
derivados de la bienaventuranza suprema que está en Dios y es Dios. Ambas
[virtudes y bienaventuranzas] no son otra cosa que conexiones de la criatura
racional con su Creador, de la imagen con la Unidad; también parecen ser
ciertas imágenes de esa conexión suprema que existe entre las personas de la
Trinidad. Aunque parece haber un número determinado de éstos en las criaturas,
en las razones eternas exceden a todo número; y allá, como se ha dicho, se
encuentran no solo las que han sido conferidas a las criaturas, sino también
las que pueden ser concedidas por su omnipotente Creador a ellas o a otros. Por
esta razón, si no hubiera nada en las virtudes y en la bienaventuranza de Dios
que no pudiera ser extendido hacia abajo por él para la participación de la
criatura racional, entonces, por decirlo así, habría procedido enteramente en
infinitas formas de participación de este género, no en acto, sino en intelecto.
De este modo, la infinitud de esas virtudes y de esa bienaventuranza
correspondería de alguna manera a su inmensidad, de modo que estaría allá en él
sin fin y en ellas sin número, y no habría nada en su unidad que no estuviera
completamente aquí en una distinción variada y múltiple, de hecho, infinita. Esto
podría hacer posible comprender la naturaleza peculiar del Espíritu Santo, si
las cosas son realmente así. Él es la conexión del Padre y el Hijo, procediendo
eternamente de ellos, y es costumbre en las Escrituras referirle las
distribuciones de gracias y dones, así como las gracias y dones mismos. Estas
no son otra cosa que las formas de participación en las cosas antes
mencionadas, y ciertas conexiones espirituales del Creador y su imagen creada
en las razones eternas, procediendo de alguna manera de acuerdo con ellas, y
fuera de ellas y transfundidas en criaturas en el acto mismo desde el tiempo, o
con el tiempo, como lo establecen desde la eternidad por esas razones. Allá se
distribuyen intelectualmente a las criaturas, y se confieren a los santos por
providencia o predestinación, según la cual "también ellos fueron elegidos
en Cristo antes la fundación del mundo'. Allá "Dios sabe" sin empezar
"quiénes son suyos" y quiénes son suyos, o quién es de Dios. Allá
"el reino preparado" para ellos no es solo "desde el origen del
mundo' sino incluso antes del origen del mundo. Allá también el mismo hombre
llevado a la unidad de persona por la Palabra de Dios y la verdad suprema tuvo
esa gloria con el Padre antes de la Palabra de Dios. El mundo comenzó por el
cual pidió ser glorificado por el Padre en el momento de la resurrección. Allá,
si no en los demás a través de infinitas formas de participación, sí en sí
mismo según la plenitud general, toda la deidad procedió desde la eternidad, de
modo que desde ese momento en adelante habitó en él, por una procesión eterna,
"toda la plenitud de la divinidad" intelectualmente, que después, en
la plenitud de los tiempos, comenzó a morar en él por procesión temporal
"corporalmente". Allá también el Santo de los Santos fue elegido
desde la eternidad; así los santos fueron escogidos allá desde la eternidad en
Cristo, y así también el Lugar Santísimo fue escogido allá desde la eternidad,
'predestinado' en Dios mismo 'el Hijo de Dios con la potencia'. No se puede
decir que nadie haya sido elegido o predestinado desde la eternidad simplemente
por la razón formal de haber sido elegido, por así decirlo, a menos que también
exista una causal, a menos que tal vez sea conveniente repetir aquí lo que se
consideró anteriormente, es decir, no se concede que algo se haga allá, a menos
que se haga en otra parte de las criaturas, es decir, solo aquello que tiene allá no solo una forma
o un modo por el cual, sino también una causa a causa de la cual se cumplirá.
Por lo tanto, el Profeta no dice que Dios hizo lo que podía hacer, sino las
cosas que se van a hacer, es decir, lo que se va a hacer.
CAPÍTULO 4.
Las distinciones precedentes de las razones, aunque uno puede
notarlas y hacer uso de ellas para las distinciones de las cosas de las que son
las razones, así como "las cosas invisibles de Dios se ven, siendo inteligida
a través de las cosas que han sido hechas, sin embargo, no fluyen de las
distinciones de las cosas, sino que, como las cosas fluyen de las razones, así
también las distinciones de las cosas fluyen de las distinciones de las
razones. Por lo tanto, es necesario que las razones sean distintas y que tengan
en sí mismas la fuente de las distinciones. Del origen de esa distinción
hablaremos en lo que sigue. ¿Qué es, pues, cuáles son, pues, cuáles son las
propiedades según las cuales existe, y no simplemente las correlaciones que la
razón de las cosas tiene con las cosas mismas? ¿Se dice que son sus razones, o
cómo procede la distinción de la razón desde su origen? Esto, como se verá en
esta obra, parece no sólo difícil, sino incluso inefable. Además, según las
distinciones de las razones y de las cosas, hay también en ellas intelecciones
distintas, por lo que también ellos, considerados en relación con las cosas de
las que son y las razones de las que proceden, se prueban infinitos. Sin
embargo, todos ellos son una intelección del entendimiento de Dios, así como
las razones de acuerdo con las cuales todos son es la única razón de Dios. La
comprensión de cualquier cosa es una especie de conexión entre el entendimiento
y la cosa entendida. Dios entiende las razones de todas las cosas y las
verdades eternas, por las cuales y en las que se dice que realmente entiende, y
verdaderamente entiende, todas las cosas, de modo que las contempla no "a
través de un espejo y en un enigma", no en imágenes y sombras, sino en sus
mismas verdades, o más bien en sus mismas verdades, que no son otra cosa que el
que entiende. Por lo tanto, ve las cosas no solo verdaderamente, sino
inmediatamente, no a través de otro que no sea él mismo, no en otro fuera de sí
mismo. La visión de Dios es una cierta conexión entre Dios mismo y la verdad de
los azulejos tal como se ven, como se ha dicho. De acuerdo con esto, como se
verá más adelante, así como las razones de las cosas y las verdades pertenecen
al Hijo, así también las intelecciones de ellas pueden ser referidas a la
consideración del Espíritu Santo; así como la distinción pertenece al Hijo, así
la conexión pertenece al Espíritu Santo, como se ha mostrado y aún se mostrará.
Puesto que el entendimiento conecta de algún modo la cosa entendida con el
entendimiento único, no puede haber nunca menos conexiones de este tipo que las
distinciones de razones o verdades que se entienden allí, según las cuales y de
las cuales también, como se ha dicho, se distinguen allá las intelecciones.
Así, sus distinciones solo se refieren a las razones y verdades de las cosas
que allá se entienden distintamente.