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domingo, 18 de noviembre de 2012

OBJETOS 5. OBJETOS DEL DISEÑO/ARTE OBJETO.



Las tendencias que provienen del diseño y del arte conducen a una aproximación de los dos campos y, en muchas ocasiones, a la superposición que los hace indistinguibles. Un objeto del diseño que lleva hasta sus últimas consecuencias los aspectos estéticos terminará por encontrarse con el arte; y el arte posmoderno que disuelve sus límites invade el espacio del diseño.
En la vida diaria la mirada sociológica resuelve de manera harto pragmática la relación entre estos ámbitos: arte es lo que hacen los artistas y son artistas los que producen arte; diseño es lo que producen los diseñadores. Desde aquí, se extiende a los demás aspectos: lo que se encuentra en los lugares determinados previamente como artísticos, encontraremos arte. Y en los mundos referidos al consumo, hallaremos objetos que han sido diseñados.
Si bien para los usos prácticos este enfoque puede ser válido, sin embargo no nos permite comprender qué es un objeto y cómo entra en cada uno de los campos no solo sociológicamente sino desde su “esencia”.
¿Qué es un objeto, qué hace un objeto sea un objeto? ¿En qué consiste la objetualidad del objeto? Si miramos a cada uno de ellos, en su gigantesca diversidad, diremos que para existir como tales al menos deben cumplir las siguientes condiciones: tener una forma que cae dentro de una cierta indexación y que este proceso está acompañado de reglas. Los objetos siempre hacen parte de conjuntos de objetos, con los que se relacionan; y su emergencia como tales está, de algún modo, regulado.
Como tales, por lo tanto, entran de lleno en el mundo del diseño que, en último término, construye la forma y la función- de un objeto siguiendo unas reglas que son, evidentemente, tanto de producción como de su uso. (Reglas que pueden romperse únicamente para dar surgimiento a nuevas reglas.)
El arte objetual lejos de crear un mundo alternativo, en donde habitaron otro tipo de objetos, toma estos mismos y los introduce en el ámbito del arte. Desde luego que este puede ser un gesto cultural, como el de Duchamp. Incluso en este caso, más allá de la ruptura estética que produjo, nos abre un horizonte para reflexionar sobre el objeto como tal.
Entonces, ¿qué es el arte objetual si no tiene su propia esfera, si es indistinguible como objeto de cualquier otro objeto? Y no hay como apelar a los elementos estéticos, porque los objetos del diseño son igual o más bellos que los objetos estrictamente artísticos.
Al parecer nos encontramos ante un callejón sin salida, que nos lanza directamente a los enfoques convencionalistas del arte y del diseño: ni esfera propia del arte objeto ni diferencias estéticas.
Una propuesta para salir de este impasse radica en ir en otra dirección: el arte objeto es el que pone en obra la forma en cuanto forma, la regla en cuanto regla, la indexación en cuanto indexación; esto es, que su finalidad es mostrar no tanto una forma específica sino el carácter formal de un objeto; que su tarea no trata de mostrar su funcionamiento, sino su ser útil en cuanto tal; que no es tan relevante si fue construida con esta regla o con otra, sino la visibilización del hecho de que todo objeto está sometido a reglas.

lunes, 29 de octubre de 2012

HACIA UNA NUEVA DIALÉCTICA. 16. DE HEGEL A MARX



Un aspecto recurrente en la nueva dialéctica es la reflexión sobre las relaciones entre Hegel y Marx; partiendo del acuerdo básico de una revalorización del primero, se trata de mostrar de qué forma y en qué medida Marx lo utiliza para pensar el capital.
Como una introducción a este tema específico tomaré a Christopher Arthur, De la crítica de Hegel a la crítica del Capital, incluido en: Robles Báez, Mario, (comp.), Dialéctica y capital: elementos para reconstrucción de la crítica de la economía política, México, UAM/CSH, 2005.
La tesis central de Arthur es la siguiente:
“…el punto de vista de Hegel hay que verlo como una absolutización filosófica del punto de vista del capital, por un lado, y en virtud de la naturaleza del capital, por el otro, ya que la forma de capital hay que entenderla como homóloga de la ´Idea´ de Hegel.”(229)
Se introduce aquí un aspecto central que tiene que ver con aquello que podría llamar la dialéctica de la forma, planteada en este momento como homóloga de Hegel, aunque prefiero el otro enfoque que asoma a momentos; esto es, tratarla como análoga.
La novedad central respecto de las viejas concepciones que giraban en torno a la confrontación entre materialismo e idealismo, en donde lo que Marx habría hecho es poner de pie la dialéctica, radica en que se toma a Hegel como teórico del capitalismo, ciertamente de una forma metafísica y distorsionada.
De tal manera que la dialéctica de la Idea de Hegel se corresponde simétricamente con la dialéctica del capital, que se objetiva como la idea produciendo toda la realidad –en Hegel- y la emergencia del conjunto de fenómenos de la producción, circulación, etc. Tanto en Hegel como en Marx habría una dimensión estrictamente ontológica, porque la idea es tan real como lo es la abstracción que da lugar a la forma valor:
“Sostengo que el punto clave acerca de la época burguesa es que la abstracción real está presente en el intercambio de mercancías y que sobre esta base se desarrolla una forma, a saber, el capital que (al igual que la Idea de Hegel) está inmanentemente en los fenómenos y tiene efectividad en su objetivación en ellos. Con este tenemos una lógica de la inversión y cosificación.”(233)
La conclusión se desprende de manera inevitable porque el despliegue del espíritu absoluto que se vuelve espíritu objetivo, se corresponde con la lógica del capital que se reproduce una y otra vez de forma ampliada, describiendo una espiral sin límite:
“Ciertamente, la caracterización que hace Marx de la idea hegeliana… es precisamente la manera como quiero caracterizar el capital: el resultado del automovimiento de la forma producida a partir de la actividad del intercambio, a saber, la forma-valor, que a partir de sí misma se cristaliza a  sí misma, se profundiza  a  sí misma y  se despliega a sí misma.”(232)

Las abstracciones reales, que se dan efectivamente, separan el valor de uso del valor de cambio, someten el valor de uso a la valorización del valor, dejan de lado las características específicas de las mercancías:
“Lo que sucede en el valor de cambio es una abstracción de dicha especificidad, y la negación de esta diferencia del valor de uso.”(234)
A esto Arthur le llama una “abstracción material”, aunque habría que ser más preciso y denominarse: abstracción real, tal como lo hace en otros pasajes del texto.(234) Es en este momento en donde el valor de cambio toma el mando y somete al valor de uso, que queda supeditado a otra lógica que no es la suya, por eso los valores de uso “devienen sujetos de la forma-valor.”(234)
Christopher Arthur se centra, entonces, en lo que he llamado la dialéctica de la forma: “Hay que conceder prioridad teórica al ´análisis de la forma´… “(235) Ahora es la forma quién determina el proceso, porque se convierte en el principio activo de la realidad. Las leyes y reglas de comportamiento de la economía política se someten a la “determinación-por-formas”, en donde hay que insistir que existen efectivamente y solo por eso pueden ser representadas en el conocimiento:
 “La dialéctica del intercambio establece un sistema determinado por formas (form-determined) en el que las formas, en efecto, ´actúan por sí mismas, no solo en el sentido de estar categorialmente concatenadas por nuestro proceso de pensamiento…. De aquí que, a partir de un desarrollo sistemático, sea posible demostrar la lógica de tal determinación-por-formas (form-determination).”(237)
Esta dialéctica de la forma se despliega en formas en un juego permanente de identidades y diferencias, marcadas por el predominio de la reducción a valor de cambio de los valores de uso, o si se prefiere, por la constante eliminación de las diferencias, porque solo de este modo –a través del equivalente general- las mercancías son intercambiada unas por otras.
“La forma-valor constituye en consecuencia una forma de unidad social; en ella la mercancía queda determinada como valor, un valor como tal, no como algo simplemente valioso para ti o para mí. La forma-valor de la mercancía descansa en un desdoblamiento entre valor, en tanto que identidad de las mercancías, establecido sobre la premisa de un universal abstracto puesto mediante el intercambio de equivalentes, y su particularidad duradera, diferenciándolas unas de otras en tanto valores de uso; además, este desdoblamiento es una relación donde la forma, el abstracto universal, domina la materia, los distintos valores de uso.”(235)
Llegamos a una “esencia” común de todas las mercancías, que es su valor de cambio en donde sus características particulares se vuelven indiferentes:
“Sin embargo, si ha de ponerse una ´medida´ genuina, esta debe existir en una forma ´absolutamente indiferente´ a la manera en que es medida, a todos los valores de cambio específicos. Debe ser intercambiable per se. Eso significa que existe una ´esencia´ común subyacente a la relación entre mercancías, un valor en sí distinto a cualquier relación particular que pudiera establecerse entre una mercancía y otras.”(239)
La inversión se ha completado y esa esencia se ha convertido en fundamento, que es ciertamente un enfoque plenamente hegeliano –uno de los capítulos de la Ciencia de la Lógica se denomina precisamente: la esencia como fundamento-:
“Si las mercancías ´diferentes´ son ´idénticas´ en tanto que valores de cambio, esto requiere de un ´fundamento´ para darle significado.”(240)
Solo falta finalmente que esa esencia como fundamento se vuelva real a través de adoptar su forma primordial como dinero, que se convierte en un mediador indispensable, completamente necesario, que surge de las entrañas mismas de la forma capital y sin el cual esta no existiría:
 “Cubre tres dominios sucesivos análogos con aquellos de la lógica de Hegel…:
-          Intercambio de mercancías en su inmediatez –el valor implícito de las mercancías,
-          la mediación del intercambio en dinero –la reflexión y la manifestación del valor;
-          intercambio en su unidad consigo mismo (la metamorfosis de la circulación) –el valor en y para sí como capital.”(238)

miércoles, 24 de octubre de 2012

HACIA UNA NUEVA DIALÉCTICA 14. CONCIENCIA DE CLASE Y PARTIDO OBRERO.

En una época en donde el tema de la conciencia de clase casi ha desaparecido se torna indispensable volver a esta reflexión, especialmente porque está conectada directamente con la cuestión del partido político, que represente los intereses de la clase.
Después de la caída del Muro de Berlín, la izquierda entró en una crisis profunda y esto es especialmente cierto para el mundo andino. Una gran parte de los grupos se disolvió y entraron en diversos proyectos democráticos, claramente burgueses. Otra parte resiste aislada sin muchas perspectivas. Ocasionalmente surgen reagrupamientos ubicados hacia la izquierda de los gobiernos de turno, aunque su programa está lejos de ser anti-capitalista.
Además el discurso que se presente como si fuera de izquierda y que incluso habla de revolución ha sido ocupada por grupos populistas en unos casos y en otros socialdemócratas, desarrollistas, neo-keynesianos. El espacio para construir una alternativa anticapitalista es realmente estrecho, a pesar de la enorme crisis del capitalismo tardío.
Por el momento, regreso al tema de la conciencia de clase desde la perspectiva de la nueva dialéctica. De inicio tiene que introducirse la perspectiva de los sujetos sociales, que se definen por su capacidad de tomar el destino en sus propias manos:
“Razón con R mayúscula no hace cosa alguna; su lucha no lucha; no produce ni acciones, ni argumentos, ni explicaciones o justificaciones; la razón es ejercida por un sujeto material: es este última quién razona, actúa…”( Christopher Arthur, The new dialectic and Marx´s Capital, p.225)
Sin embargo, esos sujetos materiales son tanto individuos como grupos sociales; de igual manera sus racionalidades son diferentes. La racionalidad del sujeto puede medirse en términos de eficacia respecto del sistema en que está inserto. El problema surge cuando reconocemos que el sistema como tal es irracional y se confronta como tal con los individuos:
“Considérese el comportamiento contradictorio de algunas personas que carecen de propiedad, específicamente sin medios de producción, en una sociedad basada en la propiedad privada… el sistema que oprime a los trabajadores por medio de excluirlos  sistemáticamente de la riqueza creada por el trabajo no puede existir sin la continua explotación de los trabajadores. En este sentido es una desventaja participar en tal sistema. Sin embargo tienen que hacerlo día a día para sobrevivir. Si hay algo peor que ser explotado es no ser explotado!”(229-230)
Esta perspectiva dual se abre y se separa hasta convertirse en un obstáculo gigantesco a la hora de las luchas y de los procesos de emancipación, porque el individuo se enfrenta directamente al sistema de explotación y, por otro lado, únicamente la  clase como un todo tiene la capacidad de liberarse:
“El comportamiento de tales trabajadores es capaz de evaluaciones alternativas. En términos de racionalidad del sistema son bien pragmáticos, prefieren la mitad del ingreso antes que no tener pan… Desde otro punto de vista cada trabajador es un esclavo asalariado, un miembro de una clase de tales esclavos asalariados, que solo pueden ser emancipados como clase por medio de la total reestructuración de la esclavitud asalariada.”(230)
Chistopher Arthur se ve obligado a retornar una y otra vez al concepto de totalidad: el sistema capitalista como la totalidad explotadora de la cual hay que emanciparse y la clase como totalidad que reúne el conjunto de intereses, perspectivas, experiencias concretas que le dificultan acceder a dicha mirada total:
“Pero la elección entre la esclavitud asalariada y la revolución requiere razonar a nivel de la totalidad de la estructura institucional y su potencial re-totalización; el objeto con el que la razón trabaja no es un nexo particular del sistema sino la totalidad del mismo.”(230)
Es indispensable juntar en un solo movimiento aquello que proviene de las experiencias individuales y particulares de la clase –su lado más pragmático- con lo que se origina en la clase total desde donde se generaría una teoría revolucionaria:
“…la cuestión real de la constitución de un sujeto histórico capaz de intervenir práctica y teóricamente en la sociedad…”(231)
La acción de la clase consistiría precisamente en partir de esos intereses individuales para desembocar en la revolución mundial adquiriendo una conciencia de clase del conjunto de capas que la conforman:
“Para Marx el problema de la génesis se resuelve por medio de la acción de la clase. La clase es suficientemente particular para tener la necesidad de una unidad de intereses y solidaridad en la acción, mientras es suficientemente poderosa para asumir una misión universal y realizar a través de la práctica revolucionaria.”(232)
Hasta aquí, con seguridad, el discurso es harto conocido, así como el conflicto de interpretaciones y de prácticas que provocó, cuya solución jamás pudo encontrarse. Es este momento en donde Arthur introduce algunos elementos que son relativamente novedosos respecto de los tradicionales enfoques de la conciencia de clase.
Cómo, entonces, toma forma la conciencia de clase? Lo que avanza Arthur se remite a la conciencia de la situación que ocupan los proletarios en el proceso productivo o, en general, en los diferentes niveles de la estructura productiva. Sin embargo, esto sería “insuficiente”:
“Pero  solo la clase puede relacionarse con la totalidad de la realidad de una manera prácticamente revolucionaria... Para una conciencia de clase efectiva tome forma, no es suficiente que un grupo de gente se encuentre en una situación social similar.”(233)
Porque de esa “situación similar” se obtendría una conciencia reivindicativa que batalla por arrancar concesiones y frenar al capitalismo, pero no desembocaría directamente en una conciencia y práctica capaces de cambiar el sistema completamente. “Cambiar el sistema” exigiría de una conciencia mucho más elevada y desarrollada que, por cierto, no se ve con claridad en qué podría consistir:
“Una clara distinción tiene que delinearse entre la actividad diseñada para proteger y avanzar en la posición del trabajo en el sistema y la acción revolucionaria para cambiar el sistema.”(235)
Se requieren dos tipos de conciencia de clase –íntimamente relacionados-: una cercana de la inmediatez de la experiencia obrera desde donde se desprende una primera aproximación a la conciencia de la explotación específica a la que un individuo o capa proletaria están sometidos.
La otra conciencia, la de la totalidad del sistema de explotación y su emancipación universal, es por el momento un postulado: “tiene que conformar” porque, de lo contrario, los procesos de liberación no serán posibles, a menos que se quiera reeditar los trágicos acontecimientos de la revolución en un solo país frente a la revolución mundial:
 “Marx cree que los intereses de clase del proletariado conducen a la constitución de la clase misma sobre la base de auto-trascender la práctica… Todo esto clarifica que la conciencia de clase en el sentido pleno) del proletariado tiene que ser identificado de una manera más bien remota. La inmediatez de la existencia de la clase, esto es la fuerza de trabajo como mercancía, debe distinguirse de una forma de conciencia que sitúa a la clase en la totalidad de la estructura de las relaciones sociales subyacentes al intercambio de mercancías. Solo la última forma de conciencia provee a la clase la posibilidad de una negación dialéctica del capitalismo.”(235)
Entonces cómo transitar desde la conciencia empírica de la clase hasta la conciencia de la totalidad de la clase, hasta llegar a la conciencia imputada como diría Lukács? Quizás siguiendo sin referirse directamente a Gramsci y al autonomismo italiano, se produce la extensión de la noción de contradicción hasta el concepto de oposición:
 “Primero, que solo la clase definida por su antagonismo estructural puede esperar que sea prácticamente efectiva en relación con la suma de relaciones inter-humanas.”(236)
Antagonismo estructural que se hace manifiesta en la lucha de clases:
“Segundo, también es cierto que solo a través de la acción revolucionaria puede el proletariado constituirse él mismo como una clase para sí misma.”(237)
De esta manera, nos desplazamos desde los conflictos generados directamente por la explotación capitalista hasta el conjunto de opresiones que este sistema genera, comenzando por las formas diversas que adopta en la opresión concreta a la clase obrera:
 “Este universal –el interés de clase como distinto de los intereses particulares del trabajador- deben ser actualizados teorética y prácticamente para una efectiva acción contra el capital. Pero qué clase de universal es este? No puede ser conceptualizado abstractamente, esto es tomándolo como una diferencia trascendente, sino concretamente como incluyendo la diferencia, y respondiendo a la experiencia específica de los diversos sectores de la clase, calificados y no calificados, hombres y mujeres…”(238)
El panorama completo de los antagonismos se hace visible y comprenden desde aquellos que surgen de la explotación capitalista hasta los temas de la etnicidad y el género, incluyendo tanto el proletariado como el ejército industrial de reserva, así como los sectores oprimidos por el capital a través del Estado:
“Al lado de las usuales tensiones de la etnicidad, sexo, calificación, etc., hay un problema estructural de enorme tensión… como resultado de del problema de la división de la clase trabajadora entre aquellos que están directa e inmediatamente en conflicto con el capital y aquellos quienes solo lo están indirectamente, así a través de la mediación del estado.”(238)
Lo central en este tipo de consideraciones nos tiene que llevar a reflexionar sobre el tipo de partido político revolucionario que se desprende de estos debates y que los dejamos a nivel de preguntas:
-          ¿partido proletario o partido popular?
-          ¿partido obrero o partidos obreros?
-          ¿partido anticapitalista o partido que se constituya en el conjunto de antagonismos que este sistema genera?
-          ¿qué tipo de programa deberían tener este tipo de partidos?
-          ¿cuál tiene que ser su forma o formas organizativas?
-          ¿cuál debería ser la relación entre partido nacional y partido internacional?
Como se puede ver a través de estas preguntas, el tema de los dos tipos de la conciencia de clase exige que se responda a la pregunta: ¿quién o quiénes están en capacidad de representar esa conciencia empírica y esa conciencia de clase total en el plano político? Más aún, si ningún partido o movimiento están en capacidad de representarse los intereses de la totalidad, ¿cómo se llega a dicha conciencia global que logre echar abajo el sistema capitalista mundial? 

martes, 23 de octubre de 2012

HACIA UNA NUEVA DIALÉCTICA 13.2: DIALÉCTICA SISTEMÁTICA.


El carácter sistemático tiene que ver, ante todo, con una estructura relacional, en donde cada categoría adquiere su significado pleno solo vinculada con otra:
“La Ciencia de la Lógica de Hegel muestra cómo las categoría pueden estar sistemáticamente relacionadas con unas con otras de tal manera que su exposición, y ´reconstrucción, provee de una teoría en donde cada categoría gana significado sistemático en virtud de su posicionamiento con respecto a las otras categorías y al todo.”(64)
El sistema se caracteriza por su coherencia. Sin embargo, lejos de ser un sistema deductivo en donde de una premisas se desprendieran otras lógicamente, la secuencia categorial proviene de la realidad que se comporta, por así decirlo, sistemáticamente.
Finalmente únicamente al final del proceso, las nociones llegan a su “realización plena”; esto es, cuando alcanzan la totalidad. Más aún, son las necesidades e insuficiencias intrínsecas de las categorías las que las llevan a un siguiente nivel de realización.
En la dialéctica sistemática existe un doble procedimiento; de una parte, aquel que conduce a la progresión de la categorías hasta lograr su plena realización, una vez que han sido resueltas sus insuficiencias; de otra parte, un proceso regresivo, en el sentido de que las categorías desarrolladas en una totalidad concreta, confieren sentido pleno a las que se encuentran detrás; se trata de una racionalidad retrospectiva.
Lo que quiere decir que los conceptos en un fase dada de su desarrollo tienen que esperar su conclusión hacia adelante en la forma plena y su significado solo podrá ser develado completamente cuando una categoría de orden superior la ilumine, desde el futuro hacia el pasado.
Sería interesante preguntarse sobre el carácter provisional del conjunto de categorías porque al final de cuentas, cómo sabemos si hemos alcanzado la totalidad y si lo hemos hecho, en qué medida, ha sido realizada adecuadamente, de tal manera que esté en capacidad de explicar las que han quedado atrás. Sin embargo, este es un tema que está dejado de lado en las consideraciones de este autor.
Volviendo al tema, Arthur señala que “Realmente las bases del avance están en que cada categoría es deficiente en su determinación con respecto a la siguiente y el impulso a la transición es precisamente el requerimiento para que tal deficiencia deba ser superada.”(66)
La sistematicidad exige que su procesualidad; no es un orden estático, sino uno dinámico que empuja hacia adelante, hacia su máximo desarrollo. Una vez que se alcanza una cierta totalidad, una forma concreta, el sistema adquiere su significado completo y puede regresar la vista atrás, para dar cuenta de aquellos fenómenos que quedaron poco explicados.