A fin de establecer con mayor
precisión el sentido del par institución/destitución y de ampliar la noción de
doble vínculo proveniente de las formulaciones de Spivak, se hará una lectura
de estos conceptos partiendo de Reiner Schurmann, tal como están formulados en
su libro Des hégémonies brisées. (Schurmann)
Aunque puede parecer repetitivo
en cada digresión que vaya más allá de Schurmann, estableceremos primero lo que
él dice y luego mostraremos la ampliación, desliz, transformación del sentido
que se da a sus razonamientos, en la medida en que se los coloca en un nuevo
contexto. Por esto, si bien se intenta una reconstrucción rigurosa de su
pensamiento, no nos detenemos allí, sino que los prolongamos, lo tensiones,
hasta extraer las lecciones que creemos pertinentes para formular adecuadamente
el tema de los modos de ruptura de las hegemonías actuales, tanto en su
institución como en su destitución.
Por otra parte, quizás la
elección de Schurmann nos proporciona, además, el aproximarnos a formulaciones
que van, de manera explícita, en una dirección diferente del posestructuralismo
y de la posmodernidad. Si bien no se retoma su regreso a Heidegger, sin embargo
nos permitirá rastrear otros pensamientos mucho más claramente destituidores.
El punto de partida de Schurmann
está en la constatación de la noche que se cierne sobre Europa después de haber
pasado dos guerras mundiales. Para nosotros, en pleno siglo XXI, colocados al
borde de la tercera guerra mundial, diríamos que cada vez con más urgencia nos
enfrentamos a esa carácter trágico de nuestra época, tal como está enunciado en
el título de la 12th Annual Historical Materialism Conference: “Lo viejo está
agonizando y lo nuevo no puede nacer: estados, estrategias, socialisms”. (http://www.historicalmaterialism.org/conferences/annual12/FinalProgramme.pdf)
Gran parte de las
“actualizaciones” que se proponen sobre Schurmann derivan de esta nueva
topología desde la que reflexionamos; esto es, del carácter tardío de nuestro
tiempo, que se desprende la lógica del capitalismo tardío. De otra manera, ¿qué
sucede cuándo cambiamos el lugar de enunciación de Schurmann y lo colocamos en
la topología del capitalismo tardío?, ¿qué nuevas instituciones y destituciones
emergen?, ¿cómo se dan las formas de hegemonía actuales y cómo hay que
romperlas?, ¿qué nuevos dobles vínculos se han instaurado siguiendo el rastro
del carácter tardío de la época?
El punto de partida de Schurmann está
en los orígenes problemáticos de la ley y de la “esencial fragilidad de los
juicios, posiciones, postulados” que la sustentan. Fragilidad de los referentes
modernos que afectan a toda soberanía.
Aquí radica “la condición trágica de toda construcción de principios”, en la
necesidad de unos principios cuyo fundamento está fuera de esos principios. (Schurmann
11)
Desde esta condición trágica,
fundamentos de la ley que escapan a la ley, proviene la lógica entera del doble
vínculo, que en Schurmann se convierte en doble prescripción: de una parte, el
polo de la ley del cual no podemos escapar; de otra, el permanente recurrir de
esa ley a su propia exterioridad extra-legal. En cualquier caso, quedamos
sometidos a uno de los extremos, aplastados por la “fuerza de ley” o sometidos
por la fuerza.
Frente a esta tragedia que ya
está aquí, requerimos de una estrategia: “La tragedia se abre, decimos, cuando
los desastres ya han arribado”, como es la condición en la que la humanidad
vive en estos momentos; por eso, hay que inventar una “contra-estrategia transgresora,
que funciona en toda estrategia que simplemente legisla.” (Schurmann 12)
Esta frase contiene toda una
orientación política y es preciso detenerse en ella, para explicitar sus
componentes: se trata de una contra-estrategia, que no se define tanto por ella
misma, sino que destituye lo instituido, quizás porque en esta época en que “lo
nuevo no puede nacer”, solo nos queda buscar alternativas en las fisuras del
capital y de su sociedad.
Transgresora porque se trata de
desarticular la hegemonía y el poder dominantes; en términos de Agamben: volver
inoperativo el poder, impedir que funcione, paralizarlo. Y, de manera central,
entender que nuestra única posibilidad es actuar desde dentro de esa máquina
legislativa para inmovilizarla. Lanzar a la hegemonía contra sí misma, en una
actitud depredadora y, por lo tanto, caníbal. Una estrategia puramente exterior
podría destruir la máquina, pero, al mismo tiempo, acabaría con la sociedad entera,
que es el efecto que el terrorismo produce.
¿Contra qué luchamos, se pregunta
Schurmann? Contra los fantasmas hegemónicos que presiden cada época. ¿Qué son
estos fantasmas hegemónicos?, ¿cómo actúan?, ¿cuál es su relación con lo real? Los
fantasmas son inseparables de lo real, al intentar eliminarlos, se llevan con
ellos a lo real. Así que tenemos que hablar de lo “real fantasmático” que
organiza la sociedad: “…se puede definir la época por la organización fantasmática
instituida por una lengua”. (Schurmann 13)
Estos fantasmas hegemónicos
corresponde la “producción imaginaria de instancias téticas”, que forman una
topología, sitios de organización de dicha hegemonía, articuladoras de
narraciones grandes o pequeñas que no cesan de decirse. (Schurmann 14) Más allá de esos
debates posmodernos, se tiene que resaltar, prolongando a Schurmann, que nunca
han dejado de haber un plano narrativo organizador de la realidad y que, más
aún, en este momento regresan esas grandes narraciones de la mano de otras
instancias hegemónicas, como, por ejemplo, las oleadas fantásticas de los
videojuegos.
Una topología que coloca el lugar
en donde debemos resistir: “topología de hegemonías rotas, topología que
analiza las constelaciones legalizantes a las cuales los últimos dan lugar”. (Schurmann
15)
Esos fantasmas hegemónicos
tienen, ante todo, un “sentido normativo”, del cual se origina el conjunto
organizador de la sociedad: “Desde el sentido normativo, un fantasmas es
inagotable en sus representaciones reguladoras”, que colocan allí delante
nuestro, “todas las leyes del conocimiento y de la acción”, actuando como un “canon
trans-regional para todo canon regional”. Insiste en este carácter
eminentemente productivo de la hegemonía: “Los fantasmas reinan autorizando, no
la deducción de un cuerpo finito de conclusiones, sino la asociación indefinida
de representaciones que exigen que se las
siga”. (Schurmann 15)
Esa norma contiene de modo
inherente esa dualidad, que provocará la aparición de la doble prescripción del
doble vínculo, en cuanto “la norma no se justifica; en esa medida ella es
fantasmática. Pero ella justifica todo lo que puede llegar a ser fenómeno…” (Schurmann 15) Esos fantasmas
subsumen a los fenómenos, sometiéndolos a un principio, a un arjé, aunque ellos
mismos carezcan de este y sean “an-árquicos”. Una subsunción que, por cierto,
recuerda a la somete el capital al trabajo.
La hegemonía queda constituida a
través de estos fantasmas: “Un fantasma es hegemónico cuando toda una cultura
se fía de ella y actúa y habla en su nombre.” Se instaura una forma de vida
porque los “fantasmas vuelven vivible al mundo”, desde el particular punto de
vista de su hegemonía que nos somete, oscilatoriamente, a los extremos de la
doble prescripción: imposición del aparato legal que pesa sobre nosotros de
manera monstruosa, violencia por fuera de la ley que se aplica sin límite.
Legalidad cuyo fundamento es extralegal, que sostiene por la fuerza; fuerza que
termina por se legalizada, incorporada en la maquinaria institucional.
En la medida en que esta
hegemonía se vuelve forma de vida, deja de existir un afuera, una exterioridad,
porque su pretensión es la de ser los principios últimos articuladores de la
realidad entera, completa, que no admite que algo escape a su dominio.
Entonces, la tarea central se
convierte, como el gran programa investigativo y práctico a llevar a cabo, en
dilucidar los modos específicos en que estos fantasmas hegemónicos han sido
instituidos y, consecuentemente, cuáles han sido o pueden ser, sus modos de destitución.
Los fantasmas hegemónicos que se instituyen
se separan de las representaciones del viejo orden fenoménico e introducen una
nueva “región de seres, que se redibujan ampliamente” y que excluyen a otros. (Schurmann 23)
Este movimiento que “trabaja a
través de las hegemonías heredadas será un poco más complicado que aquella esperada
por el candor deconstructivo”, porque tiene que ver con la historia entera en
donde confluyen “los referentes normativos y nominativos de la larga duración.
Nosotros no poseemos la lengua, y es la lengua la que nos posee…” (Schurmann 24) Aunque Schurmann no
se extiende sobre este de la “larga duración” quedan claros sus referentes que
se encuentra en la historia del capitalismo, en sus ciclos cortos y de larga
duración. La hegemonía se establece en esta última, por eso, los dispositivos
deconstructivos se vuelven insuficientes.
Por otra parte, se establece una
relación estrecha entre lengua y poder, de tal manera que es la lengua la que
se convierte en “fantasmogénica”, generado de fantasmas hegemónicos que, a su
vez, deriva en ese par inseparable de normativo-nominativo.
La imposición de los nuevos
fantasmas hegemónicos jamás se hace sin violencia, que pasa de las palabras a
la realidad: “Forzar, porque el
consentimiento a los regímenes hegemónicos no pueden ser tomados como dados.
Hay aquí un tipo de goce de una violenta sumisión a ellos… Violencia del
concepto que pone lo real, por lo tanto, violencia positiva.” Positiva en el
sentido de algo que se da efectivamente, que se coloca allí afuera.
Una violencia que afirma, que no
argumenta ni justifica, la hegemonía: “Por definición, decimos, los
arjé-principios-normas-fundamentos no se deducen. Solamente se afirman”. Una violencia que instituye la hegemonía y
que ella misma carece de fundamento, en la medida en que es el fundamento. (Schurmann 25)
Al gesto deconstructivo de le
acusa de ser insuficiente; hay que rebasarlo y lanzar esa estrategia
contra-hegemónica contra este núcleo instituido que le da forma a una época: “Para
deconstruir los fantasmas hegemónicos, uno se puede fiar de un golpe de dados interpretativo;
ni dejar que se produzcan choques fortuitos entre lo significante y lo insignificante;
ni atacar al texto por sus márgenes. Hará falta ir a lo retorcido; a aquellas
tesis sobre las cuales reposa un texto así como una época, tesis que se
retuercen al mismo tiempo que se declaran legalizantes. Su topología tiene que
ver con lugares que se enuncian en un acto apodíctico.” (Schurmann 25) Toda una declaración
contra las estrategias deconstructivas.
Cabe aclarar por las dificultades
de la traducción, que con el término legalizantes,
se quiere decir, no solo la forma concreta de algunas leyes, sino, sobre
todo, la instauración del campo de las normas, de las leyes, del aparato entero
que regula la sociedad; de este modo, ocupa tanto el espacio legislativo como
legal, así como las normas específicas que se promulgan.
Los filósofos-funcionarios –los intelectuales
orgánicos de esta hegemonía que pueblan ahora las instituciones universitarias,
diríamos en una terminología gramsciana-, han organizado una doble fidelidad,
aquellas de los agentes dobles que, se colocan tanto del lado de lo “común que
subsume” a todo lo demás y de lo inefable e inaprensible, que nos conduce “a la
condición originalmente trágica en la cual nos colocan todos los días los
lenguajes ordinarios.” (Schurmann 28)
Lo que queda excluido es el “otro
singular”, que es parte de la temática central de Schurmann, que coloca del
lado de o instituido lo universal, del Uno, que nos oprime, y del lado de lo
excluido y sometido, a este otro singular, que se unen a través de la violencia
que se genera: “La diferencia entre la realidad común y el otro singular es así
anunciado en una doble significación que golpea nuestro ser. En el nombre
(común) de la ley, yo conozco lo que debo ser. Y, si yo fallara en conocerla,
la vida, justamente violenta, no fallaría en enseñarme.” (Schurmann 29)
Más allá de esta contraposición,
creo que lo tenemos que retener es esa imagen de lo Uno hegemónico y
fantasmática que organiza el mundo entero: un estado, una sociedad, una
familia, un padre, una religión. Y esto no solamente en los grandes órdenes
discursivos sino en la base misma del lenguaje ordinario, del que usamos a cada
momento para todo: “Solamente batallando el lenguaje ordinario permanece familiar
con los fenómenos. Por medio de una sintaxis brutal, se fuerza a sí mismo
debajo de los conceptos. La batalla continúa debiéndose a la amplitud
referencial de las palabras, porque su alcance siempre excede un particular
dado.” (Schurmann 30)
Un lenguaje ordinario que sigue
el rastro de la hegemonía que la ha instituido y que de manera recurrente “nos
hiere de una determinada manera… Nuestro idioma añade quimeras a lo que es
simplemente el caso y nacido de la experiencia. Ellos traumatizan la mente
excediendo la experiencia, que es la única que nos puede enseñar qué familia de
oraciones pertenece a qué red de hechos.” (Schurmann 41)
Los fantasmas hegemónicos
unifican la realidad, bajo unos principios generales fundamentantes pero no
fundamentados. Cabe insistir en el carácter violento de los referentes últimos,
de los principios generales, de los órdenes supremos: “Aquí tenemos la
violencia en la que la “así llamada idea general” es todo lo que lleva subsumir
lo singular dispar –una violencia que desenmascara la naturaleza fantasmática
de los referentes últimos.” (Schurmann 31)
No existen verdades últimas, del
tipo que sean, liberadoras; por el contrario, son estas las que tenemos que
destituir para romper las hegemonías en las que quedamos subsumidos: “Aristóteles
expresó lo que el uno hace al otro con el verbo archein. El uno comienza y comanda.” (Schurmann 31)
Así que tenemos un movimiento
general de subsunción en el fantasma hegemónico, que se expresa en el
sometimiento a unos principios que estructuran el conocimiento y que,
simultáneamente, nos colocan bajo la ley. En realidad, estamos sometidos por
igual ante la ley y ante el lenguaje; y en ambos casos, colocados debajo de eso
doble movimiento: del arjé y de lo anárquico.
Del arjé en cuanto es el
principio organizador de la realidad entera, sin importar el nombre que le
demos a este o estos principios últimos; anárquica porque si bien funda la ley
a la que nos sometemos, ella misma se origina fuera de la ley, en la
exterioridad, en la violencia originaria.
“El lugar del conocimiento está bajo el uno, justo como el lugar del
sujeto está bajo la ley. Fuera de la
ley, como sabemos, no hay vida. El lugar confiere el nombre… Esto es por qué la
ley nunca es dominada, ¿a qué arjé nos someteríamos? Decir que toda ley
hegemónica es esencialmente arqui-anárquica significa que predomina sin que ninguna
perspectiva la domine.” (Schurmann 33)
Un nuevo sentido de fantasmático
surge en este momento, porque esa ley que no se funda en una ley, se esconde,
se obvia, se desplaza a una región inalcanzable, de tal modo que no podemos
conocerla. Su eficacia deriva, precisamente, de este ocultamiento operativo.
Norma y nominación, ley y lengua, que
nos permiten conocer pero que no pueden ser conocidos: “La ley de leyes es
fantasmática porque no se somete a ninguna aprensión y evade la comprensión;
nosotros no podemos poseerla.” (Schurmann 33)
Únicamente el reconocimiento de
la condición trágica de la existencia de la humanidad pone los elementos para
la destitución de este orden hegemónico; por eso, la ley siempre niega este
carácter. Como dice Schurmann con toda la lucidez premonitorio de lo que
vivimos ahora: “Ninguna época antes de la nuestra ha conocido la violencia
planetaria. Consecuentemente, no hay época mejor posicionada para desaprender
la maximización fantasmática, para aprender y usar la condición trágica.” (Schurmann 37)
Hay que cegarse para no ver la ley a la que estamos sometidos, para acceder
a otra mirada que vaya más allá de lo hegemónico y que proviene exclusivamente
del reconocimiento de la condición trágica de la humanidad ahora y del exilio
al que nos sometemos voluntariamente, porque ya no hay lugar para “nosotros”
allí:
“La tragedia
siempre mapea algo como si fuera un barrido de los ojos. El héroe ve las leyes
conflictivas, y –en el momento de la negación trágica- entonces se ciega a sí
mismo para una de ellas, fijando su
mirada en la otra. Entonces una catástrofe en el ojo abierto sigue, es el
momento de la verdad trágica. La visión de doble vínculo llama la atención
(literalmente explota los ojos de Edipo y los de Tiresias, aunque de diferente
manera) y singulariza al héroe, a tal punto que en la ciudad ya no hay lugar para
él. De hecho, no hay doble vínculo a menos que el tanto-y de las dos leyes conflictivas extenúe el campo de las
posibilidades. Ceguera que es transformada en ceguera visionaria. Edipo sin
ojos ve. ¿Qué? La verdad trágica, la verdad del diferendo.” (Schurmann 40)
http://www.historicalmaterialism.org/conferences/annual12/FinalProgramme.pdf. n.d.
Schurmann,
Reiner. Des hégémonies brisées. Mauvezin: Trans-Europe Repress, 1996.
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