En cada momento del día, en
cualquier situación, tenemos las imágenes a nuestra disposición. Con la
Internet, la imagen se vuelve omnipresente: los ojos no dejan de mirar y los
ojos de los otros no dejan de mirarnos, oscilando entre el desarrollo de
nosotros y nuestras comunidades a través de nuevas potencialidades y
subjetividades y, simultáneamente, en el extremo opuesto, la sociedad de la
vigilancia está en todas partes. (Un mundo que Vigilar y castigar, de Foucault, ni siquiera imaginaba como
posible. 1984 de Orwell es una
premonición mucho más cercana.)
La imagen situada como mediador
tecnológico –la imagen tecnológica- se coloca entre cada uno de nosotros y los
otros. Se entiende, entonces, que en el lugar en donde mejor se presenta este
fenómeno es en el mercado: las mercancías se venden por lo que son y por su
imagen. Así que se tiene que añadir este nuevo elemento al fetichismo de la
mercancía: el fetichismo de la imagen-mercancía, cuya expresión paradigmática
es la marca.
La interfaz imagen transporta la
información en los dos sentidos: nos permite aproximarnos a la realidad desde
un particular punto de vista, porque la imagen es un recorte de la realidad y
su desplazamiento tropológico, su desliz metonímico.
La imagen contiene una heurística:
es ya desde el inicio una determinada interpretación de la realidad y además un
instrumento para pensar la realidad. La imagen es una imagen-concepto, porque
nos proporciona las categorías y los pensamientos visuales, con los que
percibimos el mundo.
Pero, la interfaz imagen también
lleva información desde el mundo hacia nosotros; este es su efecto más visible.
De igual manera, aquí sigue en juego el orden de la repetición y el
desplazamiento. Lo importante a resaltar en este segundo momento, es que cuando
utilizamos la interfaz imagen construimos nuestra propia imaginación,
elaboramos nuestras fantasías, levantamos el plano de lo imaginario:
“…un tema fundamental, que es que
el psicoanálisis no hace una distinción estricta entre la fantasía como la
facultad de producir imágenes y las imágenes que resultan de ella.” (Nusselder, 2013, pág. loc 668)
Como señala Nusselder: “La
fantasía no está ni en el producto (objeto) ni en el acto de imaginar (sujeto).
Es la conexión intrincada de sujeto y objeto del deseo. Es su interfaz, la
superficie en donde sujeto y objeto se reúnen. Lacan expresa esto en su fórmula
fantasía ◊ a, (que puede ser
leída como: sujeto/ventana/objeto). La fantasía es como una ventana que conecta
y separa interior y exterior.” (Nusselder, 2013, pág. 673)
La interfaz imagen está lejos de
ser un cable tonto que solo traslada la información de un lugar a otro; tiene
más bien el aspecto de un software que estructura los datos, presenta unos
flujos, elabora unos recorridos que permiten y prohíben procesos. La interfaz
imagen es un ritmo que vuelve típico a un proceso, que conduce a un resultado
preciso. La imagen en su encuentro con el software se ha convertido en una
máquina lógica, con la cual interpretamos y recorremos lo real, que nos lleva a
habitar el mundo de una forma o de otra.
Queremos decir que hay que
visualizar esta continuidad y contigüidad entre la imagen, lo imaginario, la
imaginación y la fantasía, mediados por esta imagen-objeto que llevamos todo el
tiempo en la mano, sobre nosotros, con nosotros, como son los celulares o las
tablets.
Fenómenos como el Facebook son
lugares en donde nos reflejamos ya no solo para nosotros mismos, como un
espejo; sino como un espejo doble: en el uno me miro y en el otro, dejo que me
miren. Aquel aspecto tan recurrente de que elaboramos una imagen para los
otros, ahora se ha vuelto literalmente cierto.
Al narcisismo primario que nos
constituye a todos hay que añadir este otro, que viene de la proliferación de
nuestra imagen. O quizás sea más correcto decir que el narcisismo actual cambia
el mito clásico: ya no se trata de Narciso mirando su imagen en al agua, sino
del personaje que deja la imagen en el agua para que otros la miren, impidiendo
que se borre, más aún se la lleva consigo para mostrarle al que pase y decirle “este
es el efecto Narciso.”
Cualquier combate al narcisismo
contemporáneo atraviesa por la batalla contra la imagen, que es lo que vendemos
a los demás. La marca no sería otra cosa que el narcisismo de la mercancía. (Viveiros de Castro, 2009) Para una discusión más
detallada del narcisismo actual se puede ver Eduardo Viveiros de Castro.
Hemos pasado de la época de la
imagen del mundo a la época del mundo como imagen, por medio del efecto
interfaz, como diría Galloway: “Una interfaz no es simplemente un objeto o
punto limítrofe. Ellas son zonas de actividad. Una interfaz no es una cosa,
sino más bien un proceso que tiene una efecto de alguna clase. Por este motivo,
estoy hablando no tanto de unos particulares objetos interfaces (pantallas,
teclados), sino del efecto interfaz.” (Galloway, Polity Press, pág. vii)
Bibliografía.
Galloway, A. (Polity Press). The interface effect.
Cambridge: 2012.
Nusselder, A. (2013). The surface effect.
London: Routledge.
Viveiros de Castro, E. (2009). Métaphysiques
cannibales. Paris: PUF.
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